Continuación de: Intimidad de una Pandemia – Parte XI: “La proyección de la culpa”
Los mayor parte de los médicos usaban aspirina para la fiebre; codeína para la tos, además de atropina (que seca las mucosas), digitalina (para el corazón) y la estricnina ( que en bajas dosis es un estimulante).También administraban oxígeno en casos de dificultad respiratoria .
Como suele acontecer en estos casos, se aplicaron remedios que no tenían respaldo científico productos de la desesperación, la inexperiencia y la codicia… ¡Sí! ¿Quién no hubiese dado una fortuna por saber que era inmune a la infección? Muchos individuos están dispuestos a cambiar dinero por salud o la promesa de una pronta recuperación. Entonces surgían profesionales que promovían “su” curación “y “su forma” de alejar al virus, con “su” receta exclusiva. Algunos de estos tratamientos sonaban “lógicos” pero es dable explicar que la biología no es “lógica”, tiene sus caminos que no respetan consignas aristotélica y que deben conocerse antes de llegar a conclusiones terapéuticas.
Las revistas médicas rechazaban cientos de artículos por ser, para decirlo elegantemente, ridículos cuando no siniestros .
Por ejemplo, uno decía poder prevenir el 100% de los casos estimulando la secreción de moco, la primera línea de defensa del organismo. A tal fin mezclaba irritantes de la de la mucosa para generar fluido en tal cantidad que evitara la entrada del germen al organismo. Si bien podía sonar lógico, se imaginarán que era muy molesto para los pacientes eso de estar chorreando la nariz todo el santo día .
Otro intentaba saturar al organismo de sustancias alcalinas como citrato de potasio y bicarbonato de sodio por boca y tópicamente por la piel porque sostenían que el germen moría en ese medio (hace un tiempo circuló un vídeo de un médico peruano promoviendo gárgaras con una sustancia alcalina).
Otros usaban la vacuna contra la fiebre tifoidea esperando aumentar las defensas del organismo y otros daban cloroquina, el remedio usado en la malaria. Curiosamente hoy se promueve la vacunación con BCG y el uso de hidroxicloroquina.
Un médico de Montana proponía el uso de un medicamento fruto de su inventiva, argumentando que de los 6 casos tratados con ese producto solo 2 habían muerto…
Uno inyectó en forma endovenosa peróxido de hidrogeno en 25 pacientes. Trece se recuperaron pero 12 murieron. A pesar de este empate proclamaba que el método era beneficioso. Quizás habría que recordarle al presidente Trump que entre sus productos desinfectantes a inyectar no debería incluir esta sustancia ya que fue probada sin éxito.
Los homeópatas le administraban a sus pacientes con gripe el gelsenium y aseguraban que la mortalidad disminuía al 1% (más precisamente el 1.05%).
Esto ocurría a todo lo largo del mundo. En Grecia un médico producía ampollas en la piel de los infectados, drenaba su contenido, lo mezclaba con cafeína, estricnina (de uso muy frecuente entonces) morfina, y se lo inyectaba en forma subcutánea. Esto creaba una hipertemia que cedía a las 48 horas. Este descendiente de Hipócrates lo siguió usando aunque su índice de mortalidad rondaba el 6% …
En Italia un galeno daba inyecciones intravenosas de cloruro de mercurio sin aclarar el porcentaje de curados o muertos en el intento.
Algunos administraban metales pesados en inyecciones intramusculares para que el cuerpo los absorbay así afrontar la enfermedad. Hasta el médico que relata el artículo lo describe como “un poco brutal”.
Las cataplasmas se usaban frecuentemente (recuerdo que mi madre era una entusiasta del método, que era inocuo pero inservible). Otros muchos promovían las sangrías cuando había cianosis a fin de liberar los humores hipocráticos …
Sin embargo, la inmensa mayoría de los pacientes no visitaba ningún médico o enfermera, se dejaban guiar por la sabiduría popular usando bolsas de alcanfor o colgándose ristras de ajo alrededor del cuello: unos se frotaban el cuerpo con lociones heladas y otros se encerraban en cuartos sobrecalentados siguiendo viejas consignas .Y cuando llegaban a un médico ya era demasiado tarde.
Los diarios se llenaban de avisos, algunos inocentes como “Manténgase lejos de la gripe con los pies secos” (publicidad de una zapatería), otros proponían alejar la enfermedad mediante buches con desinfectantes, otros promovían la desinfección de sus hogares con Lysol y el eterno Vick Vaporub, aseguraba que si lo usaban bajo prescripción médica no tenían nada que temerle a la pandemia.
Issac Assimov decía que el problema de la humanidad es que los conocimientos evolucionan más rápidamente que la sabiduría y desde 1918 a la fecha, tenemos más conocimientos y casi ningún progreso en nuestros comportamientos ni entendimiento. Somos los mismos cavernícolas con internet, cosa que nos hace más peligrosos aún.
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