Gengis Kan, el príncipe de la muerte

Los mongoles del presente no se jactan de sus interminables carnicerías (de hecho hasta suelen negarlas); en cambio, resaltan su valor, su audacia, su inteligencia, su incomparable carisma, su visión “política”, su hazaña de unir Oriente con Occidente. Utilizan su imagen en sus billetes, en las botellas de vodka o cerveza, hasta en tabletas de chocolate y en señales de tránsito.

Qué no se ha dicho de Gengis Kan… hay historiadores que sostienen que hoy en día en Asia hay algo así como 16.000.000 de personas que tienen genes de Gengis Kan. Según otros muchos, esa cifra no alcanzaría para “reponer” la cantidad de humanos que aniquiló, cifra que se ha estimado hasta en 40.000.000 de personas (más de la suma de personas muertas por Stalin y la Primera Guerra Mundial juntos), lo que parece una enormidad. Lo cierto es que aún hoy se discute si el descenso poblacional ocurrido en China luego de padecer el dominio mongol se debe a fallas en el censo, a una dispersión de la población hacia lugares no verificados o al éxito de Gengis Kan en su tarea devastadora.

Gengis Kan no es en realidad un nombre sino un título; significa “príncipe universal” o “líder universal”. Ese título le fue otorgado al ser nombrado Gran Kan de los mongoles. El nombre de Gengis Kan (castellanizado debería decirse “Chinguis”) es Timujin (“el mejor acero”), nacido en una familia aristocrática perteneciente al clan Borjigin, en una sociedad feudal; su padre se llamaba Yesugei y su madre Hoelun.

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A los 9 años Temujin pierde a su padre, asesinado (se dice que envenenado) por los tártaros. Esto genera el abandono de muchos de los clanes que apoyaban a la familia, por lo cual Temujin y lo que queda de su familia deben exiliarse. Lucha por obtener y conservar el liderazgo de su familia, incluso mata a su hermanastro. Se casa por primera vez a los 16 años (al final de sus días se le contarían 36 esposas), y su mujer es raptada por una tribu rival. Va por ella y la rescata, pero ya embarazada; por esa razón, la duda sobre su primogénito persiste. Conserva algunos amigos: dos de ellos, Boghurtschi y sobre todo Jamukha, lo ayudan a crecer entre sus pares. Su indudable carisma, su voluntad por la acción directa para zanjar problemas, su hipertrofiado sentido de la lealtad y su audacia le dan ascendiente sobre sus pares, y cada vez son más quienes están dispuestos a dar cualquier cosa por él (de hecho entregan sus pertenencias al unirse a su ejército en formación). Extermina a los miembros de la tribu tártara que mató a su padre, pero queda impactado por la belleza de una princesa de dicha tribu, se la lleva consigo y la hace una de sus esposas. En una ceremonia tiempo después detecta al ex prometido de la misma y lo hace decapitar ahí mismo. Esto formaría parte de un estilo que no abandonaría y que se extendería a todas sus tropas: el exterminio salvaje, violento y muchas veces sádico. Sin embargo, hay historiadores que también sostienen que era de un trato más que amable y exquisito con sus esposas. Hay de todo y para todos.

A pesar del episodio con los tártaros, estos terminan constituyendo la mayor parte de su ejército, y los términos “tártaro” y “mongol” hasta terminan resultando intercambiables.

Consolida la unión entre las tribus de pastores de las praderas y los bravos jinetes de arco y flecha (arco formado por un cuerno como parte rígida y un tendón como elástico, pegados por un menjunje hecho de pezuñas hervidas) formando un ejército nómade que puede trasladarse y levantar campamento en un abrir y cerrar de ojos para ir a pelear donde hiciera falta (esto, además, hace que parezcan más numerosos de lo que en realidad son), acostumbrándose a utilizar las mismas técnicas que usan para matar al ganado (vacas, cabras, ovejas) para eliminar a sus enemigos (además del arco y flecha, claro está). De hecho, “ordu” (unidad militar mongola) termina siendo… “horda”.

El estilo de combate del ejército de Temujin no era, digamos, muy depurado: masacraban a todos. Muchas veces preferían exterminar a una ciudad entera para no tener que dejar una guarnición propia allí. Y en 1206 se desató: empezó a devastar todo lo que lo rodeaba. Primero su intención fue unificar a todas las regiones circundantes para crear el gran Imperio Mongol; así, fue paulatinamente sometiendo a todas las tribus habidas y por haber: merkitas, taieschutos, naimanos, keraitas, kirguises, figures, kitanes, otros tártaros, en fin, todos. ¡Ah! En el ínterin, se pelea con su amigo Jamukha, quien fallece un par de años después.

Una vez unificados los mongoles, va por China. Bah, va por todo, en realidad. En esa época, China estaba dividida en dos: al sur, gobernaba la dinastía Song. Al norte, la dinastía Jin. Bueno, Temujin y su gente empezaron por ahí. Primero arrasaron el reino de Xia occidental. Les costó unos meses, porque una vez aplastada la caballería del reino tardaron en conquistar las ciudades amuralladas ya que no dominaban las técnicas de asedio a ciudades. Pero aprendieron, claro; y eso les resultó de gran utilidad al asediar Pekín, cosa que hicieron de manera mucho más idónea. Usaban técnicas variadas; una de ellas era capturar civiles campesinos extramuros y utilizarlos como escudos mientras avanzaban. Así, agotaban las flechas que les lanzaban desde la ciudad sitiada sin perder soldados. Pekín resistió más de un año, y el emperador perdió parte de su ejército (que desertó uniéndose a Temujin) al decidir trasladar la corte hacia el sur. Finalmente, en 1215 Pekín fue conquistada, arrasada e incendiada. En ese orden, queda claro. Y con algunos detalles: por ejemplo, 60.000 mujeres se tiraron de lo alto de las murallas para no ser violadas. Más que una nueva provincia para administrar, Temujin consideró al norte de china como una especie de “tierra de nadie para saquear”, básicamente, porque mataba a quien se le cruzara.

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Unos oficiales conversan frente a una estatua de Gengis Kan en Ulán Bator, en Mongolia.

Unos oficiales conversan frente a una estatua de Gengis Kan en Ulán Bator, en Mongolia.

Desde ahí, Temujin, luego de un desencuentro con el sultán Mohamed, que tuvo la mala idea de matar a mercaderes mongoles tratándolos de espías y luego la peor idea aún de matar y cortarle las barbas a un embajador enviado por el Kan, decide ir tras la conquista de Jurasmia (Corasmia), la enorme región del desierto entre China y Persia. Todas las poblaciones de la región, musulmanas, fueron literalmente arrasadas, razón por la cual nunca más hubo poblado alguno en todo ese territorio. Asedió Hurtar durante 5 meses, mató 160.000 personas y al comandante del ejército rival lo torturó hasta morir derramándole sobre sus ojos y oídos plata caliente derretida; la ciudad de Balj, prudente, se rindió, pero igual mató a todos sus habitantes; a Grugan le fue algo peor: emboscaron a 3.000 mongoles en el río y eso enfureció a Temujin, quien destruyó la ciudad, mató a 1.000.000 de personas y vendió a miles de niños y mujeres como esclavos en el norte de China; ¡ah! Por las dudas hubiera quedado alguno vivo mezclado entre los muertos, decapitó a todos los cadáveres. En Nishapur muere su yerno, uno de sus adláteres, en la batalla. Como compensación ante la pérdida, Temujin deja en manos de su hija el destino de dicha ciudad. Hija ´e tigre, la doliente viuda hizo matar a todos, pero con un detalle: hizo apilar en pirámides diferentes a hombres, mujeres y niños. Y hubo una cuarta para perros gatos y animales domésticos; no quería que ninguna criatura sobreviviera al asesinato de su esposo. Se habrá tomado su tiempo, ya que murieron más de 1.500.000 personas en Nishapur. En Herat, Temujin mandó un mensajero para exigir la rendición y lo mataron por orden del gobernador local, medida poco inteligente cuando se negocia con los mongoles. Luego el gobernador murió y los líderes explicaron al Kan que se había tratado de un malentendido. En fin, a otro perro con ese hueso: el Kan los mató a todos, como siempre. En Merv torturaron a los ricos para que entregaran sus tesoros, mataron a todos (1.300.000 personas) y destruyeron la represa de agua, con lo que jamás volvió a crecer nada allí.

Luego vuelve a China, liquida al reducidísimo remanente del imperio Jin y a algunos “molestos enclaves”: extermina a los tanguts, tibetanos que habían fundado algunas ciudades en la región; destruye Ningxia, su capital, y mata a todos sus habitantes. Es 1227 y sus generales Subotai y Jebe siguen de recorrida, ahora sin el Kan, y destruyen Qazwin. Después deciden buscar nuevos horizontes: se dirigen hacia lo que hoy es Azerbaiján y Georgia destruyendo las ciudades a su paso, atraviesan el Cáucaso y llegan hasta Rusia y Ucrania. Antes de llegar a Polonia reciben la noticia de la muerte de Temujin en Yinchuan; suspenden el ataque y emprenden el regreso para decidir la sucesión del Kan.

Gengis Kan murió el 16 de agosto de 1227. Fue enterrado con honores y riquezas en un lugar secreto, y cualquier testigo ocasional del largo cortejo, así como los esclavos utilizados en el transporte del cuerpo, fue asesinado para evitar que se conociera el lugar elegido. Aún hoy se desconoce el lugar de la tumba del Kan, siendo todo un desafio para los arqueólogos su descubrimiento.

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