François Truffaut, el autodidacta fílmico

En el Registro Civil parisino figura como hijo de Roland Truffaut, un arquitecto y decorador, pero François nunca llegó a conocer a su verdadero padre. Su madre, Jeanine de Montferrand, era secretaria en el periódico L’Illustration, y será recordada en su cine dolorosamente. François vivió con sus abuelos maternos hasta los diez años, tuvo una niñez triste y la fantasía y la imaginación fueron para él mecanismos de supervivencia. Esto marcó además su personalidad cinematográfica, ya que la orfandad forma parte de sus personajes esenciales. François encargó a una agencia de detectives una investigación sobre sus orígenes, y las indagaciones sobre su origen condujeron a Roland Levy, un odontólogo de Bayonne, al que vio de lejos, sin acercarse; ese hallazgo no fue aceptado como veraz por la familia materna, pero a Truffaut le pareció posible, y en las biografías autorizadas más completas se da por cierto.

François Truffaut estudió en la escuela de la rue Clauzel y en el liceo Rollin y no fue un buen alumno, pero sí un lector voraz. Desde los siete años se pasaba tardes enteras en el cine, no pocas veces en horas en las que debería estar en clase. Dejó los estudios a los catorce años y sobrevivió como pudo con pequeños trabajos: cadete, soldador, almacenero; fundó un cine-club en 1947 pero no le fue bien, y su padre adoptivo lo envió a un reformatorio en Villejuif por haber tomado un dinero que no le pertenecía para pagar algunas películas. El crítico de cine André Bazin, de gran importancia en su vida y a quien había conocido en el cine-club, lo rescató del internado y le consiguió trabajo en Travail et Culture.

Comienza a escribir artículos sobre cine en 1950; se alista en el ejército pero deserta y es enviado a prisión, de la cual es liberado, nuevamente, por Bazin, quien se las ingenia para demostrar alteraciones psiquiátricas en François. A partir de 1953 comienza a escribir artículos y críticas en los Cahiers du cinéma. Se transformó en un “enfant terrible” con la pluma (es célebre su artículo “Una cierta tendencia en el cine francés”, en 1954). Luego de realizar dos cortos y un mediometraje (“Les mistons”) debutó como co-guionista en “A bout de souffle” (“Sin aliento”), la famosa película de Jean-Luc Godard, en 1959. También en 1959 escribe y dirige “400 golpes”, que es sin duda una dolorosa catarsis autobiográfica sobre su infancia y adolescencia. Este film, dedicado a la memoria de su maestro André Bazin, que le valió el premio a mejor director en el festival de Cannes en 1960, abrió definitivamente la “Nouvelle Vague”, movimiento del cual iba a ser su más fiel exponente. Su consagración internacional fue confirmada con “Jules et Jim”, basada en una novela de Henri-Pierre Roché.

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“Necesariamente, los personajes se parecen a su autor”.

A continuación vuelve a la autobiografía y la simbiosis con su personaje Antoine Doinel (personaje que se repite en tres películas), encarnado por el actor Jean Pierre Léaud, protagonista de varias películas suyas. Entre 1966 y 1970 rueda “Fahrenheit 451”, adaptación de la novela de Ray Bardbury, dos “film noir” (“La novia vestida de negro” y “La sirena del Mississipi”) inspirados en libros de William Irish, y la gran “L’enfant sauvage”, escrita por él y en la que también actúa. Y llega en 1970 “La noche americana”, una extraordinaria película sobre “el cine dentro del cine”, con Jacqueline Bisset, en la que François hace el papel de director de una película que tiene que congeniar con egos, problemas y situaciones que llegan a un clima dramático impactante e inesperado. “La noche americana” ganó el Oscar a la mejor película extranjera en 1970.

“Quien cultive la fantasía en el arte está un poco loco. Su problema estriba en hacer interesante esa locura.”

Dentro de la gran coherencia (cosa poco frecuente de encontrar) y, sobre todo, la enorme sinceridad de su obra, su estilo va madurando aún más en los comienzos de los ’70: filma y narra con sobriedad y elegancia, es detallista, cultiva un tono poético y muestra cierto aire culturizante. Expresa sentimientos tan románticos como amorales y eróticos con refinamiento; es imaginativo al máximo, y sus personajes trasuntan ironía, ternura y un sentido del humor que a veces cae en el cinismo (“Une belle fille comme moi” y “L’homme qui amait les femmes”, son muestras de ello). Todo eso hizo de Truffaut un director sin igual, independiente sin renuncios y defensor del hombre, la cultura, el arte y el cine.

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L’homme qui aimait les femmes

 

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Une belle fille comme moi

 

 

Fue influido por Jean Renoir, Jean Vigo y Alfred Hitchcock; el libro de entrevistas de Truffaut a Hitchcock (“El cine según Hitchcock”) es una obra monumental y de lectura obligada en las escuelas de cine. Debido a esas influencias retocó su estética y generó obras de gran delicadeza, como “La historia de Adela H”.

“Siempre he preferido el reflejo de la vida a la vida misma. Si he elegido los libros y el cine desde la edad de once o doce años, está claro que es porque prefiero ver la vida a través de ellos.”

Más cercano al existencialismo que a la racionalidad, podría considerárselo un creador asocial y preocupado por las dificultades que entrañan los sentimientos y el amor en particular (“Las dos inglesas” es un ejemplo de ello).

“Frecuentemente, en mis películas hay personajes que no son aceptados por la sociedad; no son antisociales sino asociales… están al margen, pero no están en contra. Yo mismo no estoy contra la sociedad, sino contra los defectos de la misma.”

En 1975, se edita el libro “Las películas de mi vida”, un recopilatorio de sus artículos como escritor de cine.

Su carácter tímido e introvertido y su cine libre de modas y lugares comunes lo convirtieron en un autor-director tan solitario como admirado. Truffaut es el director de su generación más aceptado en Estados Unidos, y Woody Allen es un declarado admirador suyo. Pasó varias temporadas en California aprendiendo inglés, y Steven Spielberg, que como todo genio detecta fácilmente a otros genios, lo eligió para un papel en su película “Encuentros cercanos del tercer tipo” en 1977; Truffaut realizó un gran trabajo actoral en ese film.

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François puede ser considerado como el autodidacta fílmico por excelencia. Produjo 17 filmes, actuó en 16, escribió 37 y dirigió 28 películas. Y hasta compuso una banda de sonido.

Después de sufrir un tumor cerebral, François Truffaut muere a los 52 años de edad, el 21 de octubre de 1984 en Neuilly-sur-Seine.

Está enterrado en el cementerio parisino de Montmartre.

“El cine para mí es el arte de la prosa. Definitivamente, se trata de filmar la belleza pero sin que se note; sin que se note para nada”.

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