Fay Wray (Alberta, Canadá, 15 de septiembre de 1907 – Nueva York, 8 de agosto de 2004), fue una de las actrices que mejor transitó con éxito del cine mudo al sonoro, que ha quedado inmortalizada en la historia del cine como la primera y más genuina novia de King Kong, y como la primera reina del grito en la pantalla.
Wray dio sus primeros pasos en la interpretación como extra, apareciendo después en los cortos cómicos de Hal Roach y en películas del Oeste de bajo presupuesto fechadas a inicios de los años veinte. Llamó la atención cuando fue seleccionada como una de las ‘WAMPAS Baby Stars’ en 1926, tras lo cual fue contratada por Paramount Pictures. Uno de sus primeros papeles más significativos fue ‘La marcha nupcial’, cinta que en 1928 dirigió Erich Von Stroheim, quién la seleccionó para el papel principal femenino consagrando a Wray como estrella.
Con la llegada del sonoro se traslada a la RKO: «Era como nuestra segunda casa, nos atendían y nos cuidaban. Siempre cumplían con todo lo acordado y, en mi caso, aunque no estuviese hasta el final, sí pude comprobar como alcanzaron la gloria desde la más absoluta modestia. Allí trabajaron casi todos los grandes directores que entonces eran jovencitos aprendices. Gente de una enorme valía como John Ford, Orson Welles, Leo McCarey, Howard Hawks, Alfred Hitchcock, Mark Sandrich o George Cukor», recordaba la actriz.
En la RKO, Wray, tras aparecer en varios largometrajes de terror –’Doctor X’ y ‘El murciélago vampiro’, entre otros- donde ya se mostraba como única para dar alaridos de pánico, y encarnar a una rica mexicana en ‘¡Viva Villa!’, ve como el director Merian C. Cooper llama a su puerta, le enseña dibujos de la selva, y le comenta que quiere que trabaje con el galán «más alto y rubio de Hollywood», según recordaba la actriz. «Yo pensé que me hablaba de Clark Gable. Luego, me enseñó el dibujo de un simio gigantesco, del tamaño del edificio del Empire State, y me dijo: Este es tu galán«.
Las escenas en que King Kong en lo alto de su montaña juguetea con su dedo por el cuerpo de Alice y le quita algo de ropa como su fuesen pétalos de una flor ha quedado como una de las cumbres del erotismo cinematográfico, mientras que cuando Kong ascendía al Empire State Building llevando en la mano a una Wray aterrorizada dando alaridos como nunca antes se había visto en la pantalla, hizo que su imagen quedase asociada para siempre con la del simio gigante. «En el estreno de ‘King Kong’, no quedé muy impresionada», dijo en una ocasión. «Pensé que había demasiados gritos y no me di cuenta de que King Kong y yo íbamos a estar juntos para el resto de nuestras vidas, y más allá«, explicó. Es significativo que para el papel usó una peluca rubia que ocultaba su cabello oscuro.
En los mismos decorados de ‘King Kong’ Wray rueda ‘El malvado Zaroff’, junto a Joel McCrea, su gran amigo desde entonces. A Wray ambos rodajes seguidos la dejan exhausta: «Fue agotador, extenuante, y yo acabé sin ropa y con una afonía crónica. Me había pasado ocho meses gritanto». Tras ‘King Kong’, Fay Wray haría películas como ‘El burlador de Florencia’ y ‘El vidente’. Con la llegada de los años 40 sus apariciones se hicieron esporádicas y en 1942 se retiró del cine durante 10 años, regresando en 1953, y volcando más su carrera hacia la televisión, apareciendo en diversos episodios de la serie ‘Alfred Hitchcock presenta’. Su última aparición en la pantalla tuvo lugar en 1980.
En 1988 publicó su autobiografía, ‘On the Other Hand’. En sus últimos años, Wray siguió apareciendo en público, descubriéndose que era una exquisita coleccionista de arte. En 1989 recibió un clamoroso homenaje en el Festival de cine Fantástico de Sitges, cuyo King Kong es símbolo del certamen, y fue invitada a la gala de los Oscar de 1997, donde el presentador de la misma, Billy Crystal, la homenajeó por su contribución al cine. Peter Jackson propuso a Wray hacer un pequeño cameo en su versión de ‘King Kong’ (2005), y llegó a conocer a Naomi Watts, que interpretó el personaje que ella había hecho famoso. Sin embargo, antes de iniciar el rodaje, Wray falleció mientras dormía en su casa de Manhattan. Dos días después de su muerte las luces del Edificio Empire State se apagaron durante 15 minutos en memoria de la actriz.
Texto extraído del sitio: elcorreo.com