BAKUNIN: Estatismo y anarquía

Mijaíl Bakunin era hijo de un diplomático ruso dueño de extensas propiedades y miles de siervos en la Rusia Zarista. Curiosamente, los dos fundadores del anarquismo eran miembros de la oligarquía local.

Mijaíl nació el 30 de mayo de 1814, primogénito de diez hermanos.

A los 15 años viajó a San Petersburgo para iniciar su carrera militar, pero su desatención de los asuntos académicos terminó con su expulsión de la Academia de Artillería. Como subteniente se trasladó a Minsk, donde comenzó a gestar sus ideas colectivistas en contraposición a las ideas de Rousseau, “¿Puede ser feliz un egoísta?”, le escribió a su familia.

Mientras servía en la frontera polaca se produjo la represión rusa a los independistas. La violencia empleada dejó una marca en Bakunin quien abandonó el ejército para estudiar filosofía.

A lo largo de 6 años, leyó a los enciclopedistas franceses, pero también a Hegel y Saint Simón. Es entonces cuando gesta sus inclinaciones socialistas que lo llevan a frecuentar a Karl Marx en Berlín. Ambos compartían su admiración por Hegel.

En 1840, Buknin viajó a Berlín en compañía del escritor Iván Serguéyevich Turguénev, allí tomó contacto con otros socialistas con los que pudo discutir la relación entre la burguesía y el proletariado industrial, ya que en Rusia la clase obrera era casi inexistente. En Dresde comenzó a escribir en la revista “Trabajador Alemán” bajo el pseudónimo de Jules Elysard. Muchos de sus artículos se distribuyeron en Rusia y le ganaron cierto prestigio, además de la suspicacia de la policía secreta que lo tenía en la mira como un agitador. Invitado a retirarse de Suiza por el gobierno local, fue a París, donde conoció a Pierre-Joseph Proudhon y Friedrich Engels. De entonces data el distanciamiento de las ideas marxistas en favor de políticas antiestatales. En 1848 fue expulsado de Francia por su discurso contra las autoridades rusas.

Por su participación en la Revolución de 1848 fue apresado por agitador, y condenado a muerte, aunque su pena fue conmutada. Por 6 años estuvo preso en San Petersburgo y finalmente destinado a trabajos forzados en Siberia, de donde logró escapar para huir a Japón, y de allí viajar a San Francisco y posteriormente a New York, vía Panamá. En 1861 se trasladó a Inglaterra. El resto de su vida transcurrirá en Europa y especialmente en Suiza, donde morirá.

La influencia de Bakunin en el movimiento anarquista es fundamental para entender la intransigencia ácrata que inspiró revueltas y especialmente atentados contra las autoridades. Para Bakunin, Marx era un autoritario quien, a pesar de coincidir en algunos puntos de su pensamiento, anteponía al Estado a “un sistema más racional de la libertad”. Los ataques a Marx se profundizaron, a punto de que durante la Primera Asociación Internacional del Trabajo, éste le pide a Bakunin que se retracte, además de acusarlo de espía del gobierno ruso a sueldo. La ruptura con Marx, Karl Liebknecht y Serguéi Necháyev, llevará a Bakunin a fundar la Fraternidad Internacional, que proponía la disolución de todas las organizaciones políticas, religiosas y económicas para formar una sociedad basada en la libertad, la razón, la justicia y el trabajo.

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Tumba de Bakunin en el cementerio de Bremgarten-Friedhof de Berna.</div>
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Tumba de Bakunin en el cementerio de Bremgarten-Friedhof de Berna.

 

Su pensamiento fue la base del anarquismo utópico que entonces inspiró la formación de varias comunidades que ensayaron vivir bajo estos principios igualitarios, como la Fourier Phalanx Movement, la Icaria de Étienne Cabet, la Modern Times de Josuah Warren entre otras. Todas terminaron en fracasos.

Estos fracasos no fueron obstáculo para que las ideas de Bakunin se dispersaran por el mundo. “Libertad sin socialismo es privilegio e injusticia” proclamaba, “pero socialismo sin libertad es esclavitud y brutalidad”.

Sus seguidores solían unir fuerzas con los socialistas y comunistas en busca de una revolución que se concretará en la Rusia natal de Bakunin, aunque él no llegaría a ver, ya que murió en 1876, en Berna. Curiosamente, el triunfo de la revolución bolchevique (a quienes se aliaron en 1918) marcó el final del auge anarquista, ya que el rechazo a formar parte del nuevo gobierno (Kropotkin no quiso asumir su puesto como ministro), demostró la esterilidad de sus principios.

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