Emile Griffith, el matador

Sin poder recordar la historia que forjó con sus propios puños, el polémico boxeador Emile Griffith, uno de los máximos campeones en peso wélter e integrante del Salón Internacional de la Fama, falleció el 23 de julio de 2013 a la edad de 75 años.

Mientras la demencia producida por los golpes se lo permitió, Griffith se preguntó por qué el mundo le perdonó haber matado a un hombre en el cuadrilátero y le recriminó haber amado a otro.

De 1.83 metros de estatura, fue el primer peleador originario de las Islas Vírgenes en conseguir un campeonato mundial de peso wélter, división en la que logró coronarse en tres ocasiones (1961, 1962-63 y 1963-66), al tiempo que también se adjudicó en doble cuenta el cetro de peso medio (1966-67).

Luego de mudarse a Nueva York a la edad de 19 años, el boxeo llegó por casualidad a su vida cuando trabajaba en una fábrica de sombreros. Un día, al verlo descubrirse la camisa, el dueño de la empresa, un ex pugilista, quedó impactado por la musculatura de Emile.

Su récord de 85 victorias, 24 derrotas y dos empates durante 18 años con los guantes lo situó entre los grandes pugilistas de la historia.

Era un atleta dotado y gran boxeador; fuera del cuadrilátero era tan buen caballero como peleador. Siempre tenía tiempo para los fanáticos; era uno de los boxeadores más populares, dijo Ed Brophy, director del Salón de la Fama, al que ingresó Emile en 1990.

Sin embargo, la carrera boxística de Griffith, quien en la adolescencia soñaba con diseñar sombreros para dama, sufrió un repentino desequilibrio en 1962 con la muerte del cubano Benny Kid Paret, tras una contienda en la que Emile defendía su cetro de las 147 libras.

La revista Sports Illustrated publicó en 2005 que en el pesaje de dicha pelea Kid Paret provocó con insultos homofóbicos a Griffith, quien más tarde se llegó a describir abiertamente como heterosexual, gay y bisexual.

Los calificativos provocaron la ira del estadounidense, quien golpe a golpe desquitó arriba del encordado las ofensas en el Madison Square Garden.

Memorable se convirtió el enfrentamiento cuando, tras 12 violentos asaltos, Griffith noqueó a su rival tras arrinconarlo en una esquina e infligirle 25 golpes seguidos sin respuesta, 17 de ellos en siete segundos.

Con gran satisfacción retuvo su cetro, pero el resultado de esta batalla se recuerda como una gran tragedia cuando Paret cayó inconsciente y tuvo que ser internado en un hospital a causa de la paliza que lo hizo caer en coma, estado en el que permaneció 10 días y que lo llevó a la muerte.

Cuando lo tuve en la esquina en el duodécimo asalto… Estaba muy enfadado. Nadie me llamaba maricón, dijo el púgil en el documental sobre la pelea, Ring of fire: the Emile Griffith story, publicado en 2005.

El duelo desató una polémica mayor fuera del terreno boxístico, cuando la NBC dejó de trasmitir en directo los enfrentamientos en el cuadrilátero, mientras el entonces gobernador de Nueva York, Nelson Rockefeller, creó una comisión para investigar esa pelea y el boxeo.

El árbitro Ruby Goldstein también resultó afectado al tener que retirarse de los cuadriláteros.

“Nunca fui el mismo boxeador después de eso. Hacía sólo lo suficiente para ganar. Usaba el jab todo el tiempo, no quería lastimar a mi oponente. Me hubiese retirado, pero no sabía hacer otra cosa”, relató Griffith.

“La gente me escupía en la calle. Nos quedábamos en un hotel y cada vez que tocaban la puerta me metía en la habitación de a lado. Tenía mucho miedo”, declaró en 1993.

La tragedia lo siguió acompañando cuando en 1992 fue él quien se encontró a un paso de la muerte al permanecer hospitalizado por cuatro meses, tras recibir una golpiza al salir de un bar gay, aunque jamás quedó claro si fue un ataque homofóbico.

Aun cuando en 1971 se casó con la bailarina Mercedes Donastrog, e incluso adoptó a su hija, Griffith terminó por admitir tiempo después que era bisexual.

A Sports Illustrated declaró que le gustaban tanto los hombres como las mujeres. “Amo por igual a hombres y a mujeres, pero en caso de tener que elegir: me gustan las mujeres”.

Más tarde, en 2008, en el libro de Nueve, diez y ¡fuera! Los dos mundos de Emile Griffith, el escritor Ron Ross citó las palabras que el peleador utilizaría para resumir su vida: “Sigo preguntándome lo extraño que es todo esto. Mato a un hombre y la mayoría lo entiende y me perdona. Sin embargo, amo a un hombre y esa misma gente lo considera un pecado imperdonable. Aunque nunca fui a la cárcel, he estado en prisión casi toda mi vida”.

El combate terminó con la vida de Paret, pero la trayectoria pugilista de Griffith comenzó a declinar y su vida personal también quedó ensombrecida.

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Los aficionados que llegaron a aclamarlo comenzaron a extrañar al magnificó contrincante que se plantaba arriba del encordado.

En el recuerdo quedaron los legendarios enfrentamientos cuando combatió por primera vez con Paret, en 1961, y le ganó el cetro wélter; la serie de tres peleas con el cubano Luis Rodríguez, donde perdió la primera, pero salió con la victoria en las otras dos.

Incluso sus derrotas son emblemáticas, como cuando fue noqueado en un episodio por Rubin Hurricane Carter o la disputa que sostuvo en 1969 con José Mantequilla Nápoles; aunque no consiguió salir con la mano en alto, dio una tremenda pelea en el intento por recuperar el cetro wélter.

La demencia y la pobreza marcaron sus últimos años, en los que vivió con la ayuda de Gil Clancy, quien fue siempre su entrenador, y del Consejo Mundial de Boxeo, que para apoyarlo fundó un organismo para brindar asistencia a campeones retirados.

Hizo frente a un gran adversario: la encefalopatía del púgil, secuela de los golpes que no le permitió ni siquiera recordar sus grandes glorias boxísticas, pues llegó a tener que recurrir a cuidados de tiempo completo.

El hijo de Paret, Bennie Jr., que tenía dos años cuando murió su padre, perdonó al ya por entonces viejo campeón. En tanto, su dramática vida inspiró la ópera Champion, basada en un libreto del escritor Michael Cristofer y con música del compositor de jazz Terence Blanchard.

“Era tremendo boxeador y tremenda persona, dijo Ross. Es casi una bendición que haya fallecido porque estaba en estado vegetativo el último par de años. Conocerlo fue un privilegio. Trascendió al ser boxeador, gay o no. Vivió la vida a un disfrute completo y no muchos tienen eso como legado”.

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