Durante su reinado, que ha sido narrado como cruel y despiadado, hay que destacar, sin embargo, que era un ávido lector y fomentó las artes y las letras: ordenó la construcción de la catedral de San Basilio en Moscú y fundó la Pechatni Dvor, la primera imprenta de Rusia (si bien excepto tres libros, todos fueron de temática religiosa) ubicada en la actual calle Nikólskaya.
También emprendió una serie de reformas políticas, militares y legislativas -como la creación de un nuevo código legal, el Sudébnik-, con el fin de reducir la influencia de la poderosa aristocracia.
Entre sus logros también cabe mencionar la anexión de la región del Volga y la conquista de Siberia. Creó la Oprichnina, su guardia personal.
Durante su infancia estuvo sometido a las intrigas y humillaciones de los boyardos, la nobleza rusa. Su fama cruel se inició precisamente ante la batalla que tuvo contra ellos.
Así, a los 13 años de edad ordenó la ejecución del príncipe Andréi Shuiski, líder de los boyardos, quien fue arrestado y arrojado a una jauría de perros hambrientos que lo devoraron.
La muerte de Anastasia Románovna (1530-1560), su primera esposa, le sumió en un estado de agitación y comenzó a experimentar ciclos de euforia y depresión. Destrozó ciudades enteras como Nóvgorod -sus monumentos históricos son actualmente Patrimonio de la Humanidad por la Unesco- y Pskov.
Fue un gran aficionado al ajedrez, -la primera mención al juego en Rusia data de 1262- aunque paradójicamente durante su reinado estuvo prohibido. En realidad, no tomó la decisión. En 1551 tras convocar al clero se redactó el documento Catedral Stoglav (Concilio de los cien capítulos) sobre la vida de la iglesia, que entre sus resoluciones, prohíbe el ajedrez. Y es que la iglesia ortodoxa consideraba al que se calificaba allí como ‘shajmaty’ (nombre de una conocida revista ajedrecística soviética, publicada de 1931 a 1991) como “un vestigio del paganismo”.
También mencionar que, con su futuro sucesor, el zar Alexei o Alejo I (1629-1676), siguió la prohibición, si se encuentra a algunos jugadores jugando ordenaba que fueran azotados y encarcelados. No es hasta el zar Pedro el Grande (1672-1725), buen aficionado, cuando definitivamente se levanta cualquier veto y se puede disfrutar del ajedrez sin problemas. Su tablero se encuentra en el actual Museo del Ajedrez de Moscú. Prosiguió la tradición ajedrecística en los zares Catalina II (1729-1796).
Iván el Terrible murió la mañana del 18 de marzo de 1584 mientras se disponía a jugar una partida de ajedrez donde él mismo colocó las piezas. Cuando se narra su muerte se describe: “antes de hacer el primer movimiento sus dedos tiemblan, la vista se le nubla y cae muerto sobre el tablero”.
Su adversario no está nada claro, las fuentes más fiables apuntan que era un guardaespaldas, persona de confianza, siendo uno de sus asesores más cercanos -incluso dormía en su habitación-, Bogdan Belski, (murió en 1611) y otras señalan que era el futuro regente, Boris Godunov (1551-1605).
Fuese cualquiera de los dos, ambos sufrieron tragedias posteriores, Belski asesinado por una turba en Kazán y Godunov, si bien murió de un paro cardíaco, a los pocos meses su hijo, Teodoro II y su viuda, María Skuratova-Belskaya, fueron asesinados.
Hay diferentes versiones sobre la causa de la muerte del zar y la mayoría de historiadores no asume que muriera de forma natural. Se dice que fue envenenado aunque otros lo achacan al mercurio que tomaba para tratar la sífilis que padecía.
Como curiosidad, el año pasado (2017) se encontró en la céntrica calle Prechístenka de Moscú una pieza de ajedrez de la época de Iván el Terrible, un alfil en forma de elefante, tallada en hueso, donde se hallaron en su interior diez monedas de plata de la época.
Iván el Terrible es también el título de una conocida película, en dos partes, del director Serguei Eisenstein (1898-1948), realizada por encargo de Stalin (1878-1953), quien admiraba a este zar. Muchos no admiten la comparación entre ambos recordando que el dictador soviético ejecutó a millones de personas pero, sin duda, parte del carácter era idéntico.
En el filme, en su segunda parte, aparece el ajedrez como símbolo, con sus movimientos al unísono de sus acciones, aunque curiosamente Eisenstein no era aficionado: “no me siento capacitado para este juego” (…) “los laureles de Lasker y Capablanca me dejan frío”, escribió. Pero sí lo era y mucho, el autor de la música, el compositor Serguei Prokofiev (1891-1953).
También se cuenta en el filme que el zar le regaló un tablero de ajedrez a la reina Isabel de Inglaterra (1533-1603).
La maldición de un cuadro
Tres años antes de morir, en 1581, en un arrebato de cólera Iván el Terrible golpeó mortalmente con un bastón a su hijo, Iván Ivanovich (1554-1581) quien le había reprochado el maltrato a su esposa embarazada, Yelena Sheremeteva (1553-1587) quien perdió a su futuro nieto en un aborto espontáneo. “Enviaste a mi primera esposa a un convento sin ninguna razón, hiciste lo mismo con la segunda, y ahora golpeas a la tercera, causando la muerte del hijo que ella lleva en su vientre” le increpó su hijo.
El zar le golpeó con su cetro causándole una grave herida en la sien por la que falleció tres días después. En el mismo momento, se arrepintió y se arrojó sobre su hijo, besándole la cara y tratando de detener el sangrado, mientras lloraba y gritaba repetidamente: “¡Que me condenen! ¡He matado a mi hijo! ¡He matado a mi hijo!”
Después de lo ocurrido vivió atormentado el resto de su vida. Gritaba por las noches y se arrancaba los cabellos de la cabeza y la barba, arañaba las paredes hasta arrancar sangre de sus dedos.
Hoy todavía se menciona la maldición de Iván el Terrible en relación al cuadro que recrea de forma gráfica este luctuoso hecho, ‘Iván el terrible y su hijo’. Ubicado en la galería estatal Tretiakov de Moscú es obra del pintor Iliá Repin (1844-1930).
La obra refleja un zar con los ojos desorbitados por el horror y el sentimiento de culpa tras haber matado a su propio hijo. Ha sido comparado con la escultura de La Piedad de Miguel Angel (1475-1564).
El lienzo fue pintado en 1885, año que fue comprado por Pavel Tretiakov (1832-1898), coleccionista y filántropo que fundó el museo. Fue prohibido por el zar Alejandro III (1845-1894) y además sufrió daños por filtraciones en 1922.
Pero también ha sido atacado en dos ocasiones, en 1913 un pintor de iconos seguidor del antiguo rito ortodoxo, Abram Balashov rasgó el cuadro y en mayo de 2018 un vándalo, Igor Podporin, quien dijo haber bebido previamente vodka, hizo cortes en tres zonas del mismo. Luego confesó que la pintura “ofende los sentimientos de los creyentes, de la Iglesia y de Rusia”.
Su restauración tras el nuevo ataque puede tardar años y tiene un coste elevado, más de 400 000 euros. El museo que nunca había prestado este cuadro, no había adoptado ninguna medida de seguridad adicional. El próximo año 2019 el museo iba a ofrecer una gran muestra sobre Repin pero no podrá contar con esta icónica pintura.
Los ultranacionalistas y ultrareligiosos rusos piden la retirada del cuadro porque “insulta los sentimientos patrióticos de los rusos” y desmienten que se base en la realidad defendiendo que, en realidad, el zar murió envenenado.