La corta (y escalofriante) seguidilla de crímenes de Cayetano Santos Godino llegó a su fin el 4 de diciembre de 1912, cuando cayó detenido sospechado de matar a Jesualdo Giordano de tres años de edad. Este crimen fue el inicio de una investigación que permitió conocer detalles de una saga de atrocidades.
Cuando Jesualdo Giordano fue encontrado tenía un hilo rodeándole el cuello y un clavo atravesado en la sien. No era la primera vez que un chico aparecía ahorcado con una cuerda. Pero el indicio determinante para cerrar el círculo de sospechas sobre Godino lo confirmó él mismo cuando asistió al velatorio de su víctima y se quebró. Horas más tarde, la Policía lo detuvo.
Así fue como la macabra saga comenzó a salir a la luz. La lista de víctimas creció exponencialmente con la confesión de cuatro asesinatos, siete tentativas y siete incendios intencionales. Godino mataba solo por placer.
El relato de “El Petiso Orejudo” permitió reconstruir la cronología de ataques que comenzó cuando tenía apenas siete años, en 1904. Ese día, según contó Godino, llevó a Miguel Depaoli (de 1 año y 9 meses) hasta un terreno baldío donde lo golpeó y luego lo tiró sobre una planta con espinas. Sufrió varias heridas.
Un año más tarde, Ana Neri (de 1 año y 6 meses) fue golpeada en la cabeza con una piedra por “El Petiso”. María Rosa Face fue la primera víctima fatal. El hecho salió a la luz recién cuando el propio asesino confesó que en marzo de 1906 la estranguló pero la nena sobrevivió así que la enterró viva en una zanja.
El 5 de abril de ese mismo año Fiore Godino llevó a su hijo a la comisaría. El acta policial reflejaba lo siguiente:
“En la Ciudad de Buenos Aires, a los 5 días del mes de abril del año 1906, compareció una persona ante el infrascripto Comisario de Investigaciones, el que previo juramento que en legal forma prestó, al solo efecto de justificar su identidad personal, dijo llamarse Fiore Godino, ser italiano, de 42 años de edad, con 18 de residencia en el país, casado, farolero y domiciliado en la calle 24 de Noviembre 623. Enseguida expresó: que tenía un hijo llamado Cayetano, argentino, de 9 años y 5 meses, el cual es absolutamente rebelde a la represión paternal, resultando que molesta a todos los vecinos, arrojándoles cascotes o injuriándolos; que deseando corregirlo en alguna forma, recurre a esta Policía para que lo recluya donde crea oportuno y para el tiempo que quiera.”
Al recuperar su libertad (luego de dos meses y medio de reclusión) no volvió ni a la escuela ni a su casa.
El 9 de septiembre, en una bodega ubicada frente al Colegio del Sagrado Corazón (en el barrio de Almagro), “El Petiso Orejudo” sumergió a Severino González Caló (de 1 año y 10 meses) en una en una pileta donde tomaban agua caballos. Severino se salvó porque el dueño de la bodega, Zacarías Caviglia, descubrió la escena.
En ese mismo mes, la madre de Julio Botte (de 1 año y 8 meses) descubrió a “El Petiso” quemándole los párpados a su hijo. Godino salió corriendo.
Unas semanas más tarde, sus padres llevaron otra vez a Cayetano Santos Godino a la comisaría. Con 12 años fue trasladado a la Colonia de Menores de Marcos Paz, donde pasó tres años.
El 23 de diciembre de 1911, “El Petiso” recuperó su libertad y comenzó a trabajar en una fábrica. Su carrera laboral duró tres meses. Lo despidieron acusado de matar una yegua.
El 17 de enero Godino dio a conocer su faceta pirómana al incendiar una bodega sobre Corrientes. Las llamas fueron de tal magnitud que los Bomberos tardaron cuatro horas en apagarlo.
Una semana después, el cuerpo de Arturo Laurora (de 13 años) apareció en una casa vacía. Estaba semidesnudo y con una cuerda que le rodeaba el cuello. El caso estuvo impune hasta diciembre de ese año, cuando “El Petiso” se hizo cargo del hecho.
La tercera víctima fatal de Godino fue Reyna Bonita Vaínicoff (5), quien murió en el Hospital de Niños donde estuvo internada luego de que “El Petiso” prendiera fuego su vestido.
La pista de la cuerda volvió a aparecer el 8 de noviembre de 1912. Ese día, Godino llevó engañado a Roberto Russo (de 2 y 6 meses) hasta un almacén, donde le prometió que le compraría caramelos. Pero en realidad, lo condujo hasta un predio donde se guardaban caballos donde le ató los pies a y lo ahorcó con la piola que usaba de cinturón. Un peón del lugar que llegó en el momento justo del ataque salvó al nene y llevó a “El Petiso” a la comisaría. Pero quedó en libertad. En circunstancias similares, días después, también se salvaron Carmen Ghittone (de 3 años) y Catalina Naulener (de 5 años).
La última página del prontuario de Cayetano Santos Godino comenzó a escribirse el 3 de diciembre de 1912, con el crimen de Jesualdo Giordano (de 3 años).
El nene estaba en la puerta de su casa con algunos amigos, a los que se sumó Godino. Más tarde, y después de ganar la confianza de Jesualdo, lo llevó a un almacén donde le compró caramelos de chocolate. De allí lo llevó a la Quinta Moreno donde lo inmovilizó y estranguló con el piolín que usaba de cinturón. Le dio 13 vueltas a la cuerda alrededor del cuello.
Como Jesualdo no moría, Godino fue a buscar otra cosa para concluir su ataque. En el medio, el papá del nene pasó por la quinta y le preguntó “El Petiso” si había visto a su hijo. Éste le dijo que no y le recomendó ir a la comisaría, mientras siguió buscando algo para matar a Jesualdo. Finalmente, encontró un clavo que clavó en la sien al pequeño con la ayuda de una piedra. Cuando el padre del nene volvió a la quinta ya era tarde.
Al conocer las características del crimen, la Policia confirmó las sospechas que tenían sobre Godino y los casos anteriores.
Por si hiciera falta algo más, “El Petiso” apareció en el velorio de Jesualdo esa misma noche. Después de observar durante algún tiempo el cadáver, Godino huyó llorando del lugar. “Para ver si tenía el clavo”, respondió cuando le preguntaron el motivo de esa visita, una vez detenido.
“El Petiso” fue condenado por cuatro asesinatos y varias tentativas. Pero en 1914 un juez lo absolvió por considerarlo penalmente irresponsable y lo envió al Hospicio de las Mercedes al pabellón de alienados delincuentes, donde atacó a dos pacientes. Uno estaba inválido en una cama, el otro se movía en silla de ruedas. Después intentó huir.
Una apelación ante la Cámara revocó ese fallo y finalmente, en 1923, Godino fue trasladado al penal de Ushuaia, conocido como la “cárcel del Fin del Mundo”. En 1927 los médicos del penal le hicieron una cirugía estética en las orejas, porque creían que allí radicaba su maldad. Obviamente este tratamiento “radical” no sirvió de nada.
En 1933 consiguió detonar la furia de los presos al matar al gato mascota del penal arrojándolo junto con leña al fuego; le pegaron tanto que tardó más de veinte días en salir del hospital.
En 1936 Godino pidió la libertad y se la negaron: de los dictámenes médicos elaborados por los doctores Negri y Lucero y los doctores Esteves y Cabred se concluye que; “Es un imbécil o un degenerado hereditario, perverso instintivo, extremadamente peligroso para quienes lo rodean”.
Murió el 15 de noviembre 1944 en el penal de Ushuaia. La información oficial habló de una hemorragia interna causada por un proceso ulceroso gastroduodenal, aunque las circunstancias no quedaron del todo claras. Sí se sabe que era odiado por varios de los otros presos.
Murió sin confesar remordimientos.
El penal de Ushuaia fue finalmente clausurado en 1947. Cuando el cementerio fue removido sus huesos ya no estaban.