El Patriarca de la Federación

La causa de desunión de las provincias, la razón de conflictos, guerras y pactos era (y lo fue por largos años) el puerto de Buenos Aires. Poco después de 1810, la burguesía porteña se deshizo de Montevideo (a pesar de la voluntad de Artigas de pertenecer a las Provincias Unidas). Eliminada la provincia oriental, Santa Fe era el otro escollo a la predominancia portuaria de Buenos Aires. Cuatro veces las tropas porteñas invadieron Santa Fe para destruirla, y cuatro veces debieron volver vencidos por la perseverancia de este hombre que llevaba el apellido de su madre, a pesar de haber sido reconocido por el capitán Roldán y haber peleado a su lado. Después de años de guerra con Buenos Aires, Estanislao López llegó a un entendimiento con Rosas que le pagó con 20.000 cabezas de ganado los excesos cometidos (Vale aclarar que los animales que Rosas entregó fueron reintegrados por el gobierno de la provincia de Buenos Aires). López intentó resistir la presión de Rosas, pero de a poco sus pensamientos se fueron integrando. A veces López parecía ser más intransigente en la política rosista que el mismo Rosas. A fines de diciembre de 1836, llegó a Santa Fe, el doctor Santiago Lepper, médico personal de Rosas, a quién éste envió para atender al gobernador de Santa Fe. Los signos de tuberculosis eran evidentes. Por indicación de Lepper, el brigadier López se trasladó a Buenos Aires con su esposa doña María Josefa Rodríguez del Fresno, su familia y el doctor José de Amenabar, que muchas veces fue su consejero. Recibido con grandes agasajos por el gobierno porteño, permaneció en Buenos Aires durante dos meses buscando una mejora con el cambio de clima, pero por el contrario, se acentuaba la decadencia de López. De vuelta a Santa Fe fue acompañado por Lepper. Estanislao López falleció el 15 de junio de 1838. “Su muerte -dice Lassaga- vino a herir como un rayo las esperanzas de los patriotas que veían en López un contrapeso a la autoridad ilimitada del general Rosas, desvaneciéndose una esperanza de libertad para la República”. López había profesado como terciario franciscano en el convento de la respectiva Orden, y allí pidió ser enterrado. Sobre su tumba Rosas, hizo colocar una lápida de mármol con una inscripción referente a la personalidad del brigadier y un sexteto del que fue autor el doctor Juan Francisco Seguí, su secretario. Cuatro días después de su muerte, la viuda dirigió a Rosas una carta dándole los detalles de los últimos momentos de su amigo. Don Juan Manuel contestó de puño y letra, afirmando que Estanislao López había sido su fiel compañero en los momentos más difíciles de su vida pública. Don Estanislao era alto, de buena presencia y color moreno. Su cabeza maciza se asentaba sobre unos hombros sólidos, de frente espaciosa y mirada firme. Paz, en sus Memorias, lo llama “gaucho solapado, rastrero e interesado”. Este caudillo -agrega Paz- era silencioso, suspicaz, penetrante y desconfiado; “no se mostró cruel, pero nada era menos que sensible; no se complacía en derramar sangre, pero la veía correr sin conmoverse; no excitaba desenfrenadamente la plebe, pero tampoco reprimía los desórdenes, tenía un modo particular de obrar cuando se proponía corregirlos”. Por ley del 12 de diciembre de 1857, se mandó erigir una estatua suya en la plaza principal de Santa Fe. Actualmente, en la avenida Costanera de la capital santafecina, se levanta una estatua obra del escultor Juan Carlos Oliva Navarro. Fue llamado, con acierto, “El Patriarca de la Federación”.

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