El Vasa fue un navío de guerra sueco construido a principios del siglo XVII por orden del rey de Suecia Gustavo II Adolfo, empeñado en incrementar el poderío militar de su nación. La realización de este objetivo era urgente, ya que por aquel entonces Suecia se encontraba envuelta en una guerra con la Mancomunidad de Polonia-Lituania. Aunque se esperaba que el Vasa fuera uno de los barcos de guerra más poderosos de su tiempo, irónicamente no fue hundido por los cañones enemigos sino por una ráfaga de viento. Aún más humillante para los suecos resultó el hecho de que el Vasa se hundiera poco después de zarpar del puerto de Estocolmo en su viaje inaugural a la vista de los habitantes de la capital sueca que habían acudido para contemplar el espectáculo.
La construcción del Vasa
La historia del Vasa da comienzo en enero del año 1625, cuando Gustavo II Adolfo firmó su contrato con el holandés Henrik Hybertsson, maestro constructor de barcos, y su socio Arendt de Groote. Según se estipulaba en este contrato, la compañía formada por estos dos hombres se encargaría de construir cuatro nuevos barcos para el rey de Suecia, siendo uno de ellos el Vasa. Al año siguiente se iniciaron los trabajos de construcción del Vasa. Pero por aquel entonces el maestro Hybertsson se encontraba ya muy enfermo, muriendo en el año 1627. Tras su muerte, su ayudante Hein Jakobsson pasó a encabezar el proyecto.
La botadura del Vasa
La botadura del Vasa se inicia en la primavera de 1627, en torno a la misma época en que muere Hybertsson, y finaliza en verano del 1628. El Vasa medía 69 metros de longitud y 50 metros de altura (desde la quilla hasta el punto más alto del palo mayor). Pesaba más de 1.200 toneladas y disponía de 10 velas, 64 cañones, 120 toneladas de lastre y cientos de esculturas. El Vasa era sin duda un buque de guerra impresionante a la vista, aunque con un preocupante problema: su inestabilidad.
Un navío inestable
Algunos de los motivos que se considera que provocaron la inestabilidad del Vasa fueron las numerosas modificaciones a las que fue sometido a lo largo de su construcción. Por ejemplo, el plan inicial de Hybertsson era construir cuatro barcos de dos tipos diferentes. Dos de ellos tendrían quillas de 39 metros de longitud, y los otros dos de 41 metros. En un principio el Vasa iba a ser uno de los barcos de menor tamaño, pero una vez acabado fue modificado para convertirlo al otro tipo.
Parece que los oficiales de la marina sueca de la época advirtieron este problema que afectaba al Vasa. En verano de 1628, el capitán que supervisaba la construcción del barco, Söfring Hansson, llamó al vicealmirante Klas Fleming para que acudiera al Vasa, amarrado por aquel entonces en el palacio real. Hansson estaba preocupado, y le expresó al vicealmirante su temor de que el navío fuese inestable e inseguro para la navegación. A fin de demostrarlo, el capitán hizo que 30 hombres corrieran a lo largo de la cubierta, lo que provocó que la nave oscilara de manera alarmante. Temiendo que el Vasa se hundiera si la demostración seguía adelante, Fleming ordenó a Hansson que le pusiera fin. A pesar de haberlo visto con sus propios ojos, Fleming, presionado por el rey para que el barco se hiciera a la mar, ordenó al capitán que zarpara de todos modos.
El Vasa se hunde
El 10 de agosto del año 1628, el Vasa zarpó en su viaje inaugural. Tras haber navegado unos 1.300 metros, una ráfaga de viento escoró el barco hasta hacerlo volcar sobre su costado de babor (izquierda). Al encontrarse abiertas las troneras de los cañones, el agua empezó a filtrarse a través de ellas, y en cuestión de minutos el Vasa se había hundido hasta una profundidad de 32 metros. Al poco tiempo se dio orden de investigar el incidente, recayendo las culpas sobre Hybertsson. El maestro constructor de barcos holandés, que había muerto hacía más de un año, no podía defenderse ni ser castigado por razones obvias. De este modo, el caso se dio por cerrado.
A pesar de todo, el Vasa no cayó por completo en el olvido. De hecho, en las décadas que siguieron al desastre, se llevaron a cabo varios intentos de recuperar el navío hundido, aunque todos ellos fracasaron. Durante la década de 1660, un equipo de submarinistas, utilizando un antiguo tipo de campana de buceo, logró recuperar los cañones del barco. Posteriormente, el Vasa fue abandonado, y cayó en el olvido hasta los años 50 del siglo XX, cuando fue localizado de nuevo. Tras el redescubrimiento del Vasa, se llevó a cabo un intento de izarlo del fondo del mar, lo que se consiguió en el año 1961.
El estado de conservación del Vasa era bueno gracias a las condiciones de las aguas en las que se encontraba. Al conseguir recuperar el navío del fondo del mar, no obstante, su madera comenzó a deteriorarse, por lo cual debieron iniciarse inmediatamente trabajos con vistas a su conservación. Estas labores continúan aún a día de hoy. A pesar de su vergonzoso hundimiento, el Vasa sigue despertando el interés de la nación sueca en la actualidad, ya que es un símbolo de su “Era del Gran Poder”, una época en la que Suecia era una de las principales potencias europeas y dominaba gran parte del Báltico. Es quizás por esta razón por la que el Vasa se conserva aún en nuestros días en un museo que recibe su nombre, el Museo Vasa de Estocolmo.
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