El hombre de Ámerica

Un 22 de febrero del 1512, fallecía en la ciudad de Sevilla Américo Vespucio (Amerigo Vespucci en grafía italiana), considerado un personaje clave de la primera generación de descubridores al servicio de España y Portugal. Sin embargo, su figura está envuelta en la controversia. Hay quien lo acusa de apoderarse de un descubrimiento que no fue suyo y todavía quedan aspectos de su biografía por ajustar, como el número de viajes que realizó a América o si fue él o no el primero en pisar la tierra firme de este continente.

La efeméride ha pasado bastante desapercibida en España, pero no en Italia. Su país natal ha proclamado 2012 como el ‘Año Vespucciano’ y ha organizado diferentes actos, desde visitas a su casa natal en Florencia, conferencias o un concurso de esculturas para recordar su figura. Pero quizás uno de los actos más destacados es la inauguración de la exposición ‘Amerigo’s America – Firenze e i Mercanti del Nuovo Mondo’ en la St John’s University de New York y que el 25 de marzo viajará hasta Florencia.

Sea como fuere, el quinto centenario ha resucitado la figura de uno de los personajes más célebres de la Edad de los Descubrimientos. Se han escrito centenares de obras sobre él (sólo superado por Cristóbal Colón). La mayor parte de estas biografías destilan una no disimulada animadversión hacia este personaje. Fray Bartolomé de las Casas, defensor de los indígenas y de la figura de Colón, lo llama “mentiroso y ladrón”, por haberse apoderado –según afirma- de la gloria del descubrimiento. Muchos otros han considerado que las narraciones de sus viajes son simples fábulas con el fin de ganar notoriedad.

Polémicas y contradicciones

Américo Vespucio expone en una carta las razones por las que se puso a ‘descubrir’: “Decidí abandonar el comercio y poner mi propósito en cosas más laudables y firmes”. De ahí que se dispusiera a “ver parte del mundo y sus maravillas”. Él habló siempre de cuatro viajes (los dos primeros por mandato de Fernando de Aragón y los dos últimos por orden de Manuel de Portugal), pero buena parte de los expertos los reducen a dos: el segundo de España (de 1499) y el primero de Portugal (de 1501).

La sola aceptación del segundo viaje bajo pabellón español y del primero bajo bandera portuguesa, le haría acreedor de no pocos méritos: daría nombre a Venezuela (por la existencia de palafitos, formando conjuntos que le recordaban a esta ciudad italiana), descubriría la boca del Amazonas, y alcanzaría el Río de la Plata y la Patagonia. Y según algunos, sería el primer europeo en pisar tierra firme de América. Este último es un punto muy problemático: todo indica que Colón y Pedro Álvarez Cabral (según Martín Fernández de Navarrete), y también Juan Caboto (que desembarcó en Cabo Bretón, actual Canadá, en junio de 1497), le habrían precedido.

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Un Mundo Nuevo

Hasta su tercer viaje Vespucio creía en la tesis de Colón: las Indias por él descubiertas no eran más que una prolongación del continente asiático. En su carta de 1500 afirma que su intención, a la salida de su segundo viaje (de 1499), era alcanzar al cabo de Cattegara, unido al Sino Magno descrito por Toscanelli. Ello demuestra que, al menos hasta el año 1500, Vespucio tenía una concepción idéntica a la de Colón por lo que se refiere a las Indias.

Pero tras su tercer viaje todo cambió. Su llegada al grado 50 de latitud Sur le convenció de que las supuestas Indias de Colón eran en realidad un continente nuevo. De ahí que en su Mundus Novus escribiera: “En aquella parte meridional yo he descubierto el continente habitado por más multitud de pueblos y animales que nuestra Europa, o Asia, o bien África”.

De este modo, debía existir otro océano, que separase el Nuevo Mundo descrito por Vespucio del auténtico continente asiático. Los mapas entre los años 1502 a 1507 ya plasman este “mar océano” (el actual Océano Pacífico), que anticipó el navegante florentino. En 1505 el rey Fernando de Aragón preparó una expedición, comandada por Vespucio y Vicente Yáñez Pinzón, cuyo objetivo era encontrar un paso meridional para alcanzar la Especiería (Asia). Dicho viaje, que habría de tener lugar en febrero de 1507, finalmente no se realizó.

Éste es el principal mérito de Vespucio: comprender, merced a su larga travesía por la costa oriental de América en su tercer viaje, que había descubierto un nuevo continente, al que él puso –simplemente- el nombre de Nuevo Mundo. Serían otros, en concreto los cartógrafos y sabios del Gymnasium Vosgianum, organizado y financiado por el rey de Provenza Renato II de Anjou, los que en el año 1507 bautizarían el nuevo continente con el nombre de la primera persona que comprendió que no se trataba de una prolongación de Asia, sino de un mundo nuevo: Américo Vespucio. Y lo hicieron, en parte, no sólo por la notoriedad del navegante florentino, sino por la “eufonía” del nombre.

Existe una encendida polémica acerca de si Américo Vespucio fue responsable de esta denominación. El que asumiera el nombre América de buen grado es otro asunto. No en vano, Vicente D. Sierra ‘denuncia’ cómo Vespucio aceptó que las cartas de navegación que la Casa de Contratación de Sevilla entregaba a los navegantes tuviera la leyenda Terra di Ameriques (curiosa mezcla de catalán e italiano). Tal vez sea éste el origen de la usurpación que se le atribuye (pretender otorgarse el mérito del descubrimiento). En todo caso, ello no deja de ser una mera anécdota.

Si bien en la edición de 1513 del mapa de Waldseemüller se sustituye el nombre América por el de Terra Incognita, la semilla plantada por este cartógrafo de Saint Dié, no dejaría de dar fruto. América se añadiría al resto de los continentes –reales o imaginarios- que cumplen la regla no escrita de la doble A: Æuropa (así se llamaba originalmente), Asia, África, Australia, Antártida, o Atlántida.

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Vespucio en España

Vespucio debió de ofrecer un buen servicio a la Corona española. Lo demuestra la carta de naturalización (de ciudadanía) otorgada el 24 de abril de 1505 al navegante florentino. Así como su grado de capitán (con salario de 30.000 maravedís), mencionado en un libro de gastos del año 1507. Y su nombramiento como Piloto Mayor de Castilla del 22 de marzo del 1508, dependiente de la recientemente creada Casa de Contratación de Sevilla.

Vespucio fue buen amigo de Cristóbal Colón, hasta la muerte de éste en 1506. En una carta de Colón a su hijo Diego aquél dice de Vespucio que “es hombre de bien. La suerte le ha sido esquiva, como a tantos otros. Sus desvelos no le han traído el beneficio que podía esperar, con razón”. A este respecto, Bartolomé de las Casas escribe: “Maravíllome yo, de don Hernando Colón, hijo del mismo almirante, que siendo persona de muy buen ingenio y prudencia y teniendo en su poder las mismas navegaciones de Américo, como lo sé yo, no advirtió este hurto y usurpación que Américo Vespucio hizo a su padre”.

En definitiva, después de estas consideraciones, cabe preguntarse: si Vespucio fue un impostor, ¿a qué se deben tantos honores, como le fueron conferidos en la última etapa de su vida, e incluso tras su muerte, por la Corona de España? Si Vespucio usurpó la primacía del descubrimiento colombino, ¿cómo ni Cristóbal Colón, ni su hijo Fernando, ni el resto de su familia, alzaron la voz contra él? Si él no efectuó los viajes que dice que realizó, ¿quién dibujó los mapas que entre los años 1502 y 1513 describen sus supuestas exploraciones, desde la península de Florida hasta la Patagonia argentina?

Tal vez, tras 500 años de reproches, la Historia rehabilite al insigne navegante y cosmógrafo florentino Américo Vespucio.

Stefan Sweig, en su célebre biografía de Amerigo Vespucci, escribe en el primer párrafo del capítulo quinto: “Año 1512… Llevan a enterrar a un funcionario del rey, al piloto mayor de la Casa de Contratación, un tal Despuchy, o Vespuche”. Éste es uno de los grandes enigmas que rodean al navegante florentino. En la colección de Viajes y Descubrimientos de Fernando de Navarrete, éste recoge una serie de documentos “pertenecientes a Américo Vespucio” en el que su nombre aparece repetidamente bajo la forma Despuche: Amérigo De Espuche (cédula de abril del 1505), o Amérigo Despuchi (título de Piloto Mayor de agosto de 1508). Consuelo Varela, en su libro Colón y los florentinos, nos informa de que en el testamento de Vespucci (del 9 de abril de 1511), se lo llama “Americo D’Espuchi, florentín, piloto mayor de España”.

Este hecho no tendría mayor trascendencia, si no fuera porque el escudo de armas de los Despuig catalanes tiene un elemento en común con el de los Vespucci de Florencia: unos insectos que muy bien podrían ser avispas. Y además, éstas vienen acompañadas por la flor de lis, símbolo distintivo de Florencia.

A fines del siglo XVIII el cardenal Antoni Despuig i Dameto era propietario de una carta náutica, de Gabriel de Vallseca, datada en el año 1439. En el reverso encontramos el siguiente mensaje, de puño y letra de Amerigo Vespucci: “Questa amplia pelle de geografia fu pagata di Amerigho Vespucci CXXX ducati di oro di marco”. En 1838 este mapa se enseñaba como reliquia en la biblioteca del conde de Montenegro, en Mallorca, donde fue admirado por George Sand, según hace constar en su libro Un hiver à Majorque. En la actualidad se halla en el Museo Marítimo de Barcelona.

¿Es sólo casualidad que Amerigo Vespucci firmase como Despuchi, que los Despuig de Barcelona tuviesen en su blasón lo que parecen unas avispas, y que una carta náutica adquirida por el florentino fuese a parar al patrimonio de un Despuig? Tal vez sí, pero en cualquier caso sería conveniente averiguar si podría existir un vínculo genealógico entre los Despuig catalanes y los Vespucci italianos.

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