‘Si el FBI trata de penetrar en el rancho del Apocalipsis sus agentes serán consumidos por el fuego’. David Koresh, ‘mesías’ de los davidianos, profería esta amenaza como reacción a la posible acción de los agentes en el intento de evacuarles. Un grupo de 95 de sus miembros, incluidos mujeres y niños, llevaban 51 días atrincherados en el recinto. Los davidianos se habían atrincherado después de que el 28 de febrero el Departamento de Alcohol, Tabaco y Armas de Fuego (ATF) de Estados Unidos llevara a cabo una redada en sus instalaciones alertados por la presunta presencia ilegal de armas de en el recinto.
Los orígenes de la secta se remontaban a 1934. Los davidianos de Waco, eran una rama escindida de la Iglesia Adventista del Séptimo día. Su fundador, Victor Houteff, un inmigrante búlgaro, había sido expulsado de la misma tras ser acusado de disidente por los santones de dicho culto. Un año después, se instaló en Waco, donde estableció su corte suprema y se entregó en cuerpo y alma a la difusión de su particular interpretación del libro de las revelaciones del Apocalipsis.
Vernon Howell, alias David Koresh, se hallaba al frente de la secta desde 1984, tras un tiroteo con el hijo del anterior dirigente de la secta, George Roden. Desde 1988 se había convertido en su líder absoluto. Convencido de ser la reencarnación de Jesucristo, Koresh había recorrido un largo camino: hijo natural de un carpintero, había dedicado su solitaria infancia a memorizar el Antiguo Testamento. Estudiante mediocre y solitario, hizo de la secta adventista su hogar. Y la historia quiso que se convirtiese en su único líder. Fracasado guitarrista, era un empedernido bebedor de cerveza y logró convencer a sus adeptos de que era el hombre elegido por Dios para desencadenar el fin del mundo. Aprovechando su autoproclamada condición de ‘mesías’, subyugaba a sus discípulos con su profundo conocimiento de la Biblia, y lograba seducir a las mujeres convenciéndolas para que mantuviesen relaciones sexuales con él porque ‘esa era la voluntad de Dios’. A los 33 años, su teoría de la poligamia le permitía tener 15 esposas.
Un periódico de Texas estaba a punto de desvelar su licenciosa conducta: fue acusado de haber convertido el rancho de Monte Carmelo en un harén y de abusar de niños, habiendo mantenido relaciones sexuales con menores.
Algunos desencantados habían dejado la secta y denunciado sus irregularidades en el mes de marzo, pero ‘el mesías’ logró retener a sus 95 fieles seguidores bajo su influjo con mano firme. La fortaleza-templo resistió firmemente el asedio del FBI durante 51 días. Finalmente el 19 de abril, la secta fue pasto de las llamas. Koresh logró convencer a sus fieles para que se inmolaran. Dos agentes de la policía federal vieron a través de las miras telescópicas de sus rifles cómo dos sectarios desataban el incendio en dos extremos del rancho.
‘Sentaos y esperad sencillamente hasta ver a Dios’, decía Koresh a sus seguidores mientras las llamas devoraban las estancias. La tragedia se inició a las 5:30 de la mañana, tras la notificación telefónica por parte del FBI a Koresh del inminente asalto del complejo, exigiendo su rendición inmediata. Media hora después, al no recibir respuesta, se moviliza un tanque M-728 hacia el extremo oeste del complejo, que perfora las paredes y arroja gases lacrimógenos en su interior.
Los davidianos responden disparando, pero los agentes no contestan al fuego. Tras unas horas se producen tres explosiones a las que sigue un incendio.
A las 12:08 del mediodía el humo empieza a salir del rancho del Apocalipsis. En menos de una hora, el fuego está fuera de control. Las cámaras de televisión, a tan solo un kilómetro y medio de distancia, retransmiten en directo los atroces acontecimientos. Los bomberos tardan tres cuartos de hora en llegar. Más tarde justificarían su tardanza alegando que no se encontraban de retén junto al rancho, insistiendo en que nada podrían haber hecho en caso de hallarse presentes, dado que no tenían suministro directo de agua. Las autoridades habían cortado el suministro hacía semanas a fin de forzar la salida de los davidianos. El FBI argumentaría, además, que a estos profesionales no se les pagaba para apagar incendios cuando podían ser alcanzados por disparos de ametralladoras de 50 milímetros.
El balance final de la tragedia se salda con 86 muertes entre hombres, mujeres y niños, aun cuando no existe un balance oficial final preciso.
Solo siete hombres y una mujer lograron sobrevivir. Los forenses que trabajaron en la identificación de los cuerpos calcinados rescatados creyeron haber dado con el cuerpo de Koresh. Un tiro en la cabeza indicaba que podía haberse tratado de un suicidio o bien que había sido ajusticiado por uno de sus fieles.
El agente del FBI a cargo de la operación, Bob Ricks, se apresuró a testimoniar que el plan consistía en obligar a los davidianos a salir del complejo, y que en dos horas ello hubiese sido posible.
Lo cierto es que el Gobierno Clinton había perdido la paciencia y que el presidente había aprobado el domingo anterior, día 18, el plan del asalto presentado por la ministra de justicia Janet Reno.
El trágico desenlace conmovió a la opinión pública internacional y el presidente Clinton se vio obligado a asumir la responsabilidad del trágico final del suceso, cuyo desenlace erosionaría su presidencia indefectiblemente.
Dos años después, Timothy McVeigh, veterano del ejército conmemoraba la tragedia. Obsesionado por la acción policial en el rancho de Texas, expresa su ‘extrema rabia’ contra el gobierno explosionando un camión bomba en Oklahoma que destruye el edificio de la Oficina de Alcohol, Tabaco y Armas (ATF). El atentado se salda con 168 muertos, el más sangriento hasta la fecha.
La sombra del 11-S planeaba sobre EE.UU.