Siguiendo el consejo de Robert Simpson (uno de los pocos subalternos supérstites de la gesta del escocés en Brasil), con 80 años a cuestas, Lord Thomas Cochrane decidió escribir una autobiografía contando su versión de los hechos: el héroe que luchó contra la adversidad y a favor de la libertad a pesar de las envidias y conspiraciones de quienes deberían haberlo asistido. Esta era la forma en la que deseaba pasar a la historia, como un luchador solitario, un caballero andante de los mares asistiendo a naciones en desgracia, un loup de mer peleando contra villanos, codiciosos, envidiosos y pusilánimes…
Fue así como, a partir de 1859, produjo dos libros: Narrative of services in the liberation of Chile, Perú and Brasil y Autobiography of a Seamen, donde relata sus aventuras en tiempos de las guerras napoleónicas. No alcanzó a publicar su gesta durante la guerra griega porque la muerte sorprendió a este personaje venerado por la Inglaterra victoriana como un benemérito sobreviviente de los gloriosos años en que se forjó el Imperio.
Cuando Cochrane inició el relato de sus aventuras, era un viejo cascarrabias, sordo y con una memoria selectiva y poco confiable. A fin de armar una historia consistente, recurrieron a un escritor profesional llamado George Butler Earp. Basado en los documentos provistos por el secretario Jackson, este produjo los libros autobiográficos, además de una obra póstuma encargada por el hijo llamada Vida de Lord Cochrane, donde relata los últimos años del almirante.
Estos libros son imprecisos y tendenciosos. Earp solo disponía del material entregado por la familia y de los textos de Graham, Miers y Stevenson, sin reflejar la controversia que hubiesen planteado los testimonios de San Martín, Zenteno, Guise y Spry. El único que sale bien parado en este engorroso relato es O’Higgins.
Como este material no se cotejó por varios años, y el mismo Bartolomé Mitre lo utilizó como punto de referencia en su historia de San Martín y recreó la figura de “este Teseo de Plutarco, Hércules de la fábula o Aquiles, el épico”, el fogoso marino que abordaba naves enemigas, sable en mano… aunque tenía sus reservas sobre todo lo relatado por el escocés.
Cuando fueron editados en Inglaterra, Cochrane era un héroe, el símbolo viviente de la grandeza del oficial británico, un caballero del mar. Por esta razón, sus testimonios fueron incuestionados, aunque jamás expuso evidencias contundentes ya que no tenía quien lo contradiga.
La vida del almirante inspiró, como ya se ha dicho, las novelas de Frederick Marryat, de C. S. Forester y de Patrick O’Brian, donde personajes como el capitán Savage, el oficial Horatio Hornblower[1] o el capitán Jack Aubrey (respectivamente) están creados a su imagen y semejanza.
En sus últimos años, Thomas Cochrane vivió con su hijo y heredero, en Kensington. En 1860, fue operado dos veces de cálculos renales, pero no logró sobrevivir a la segunda intervención con 85 años a cuestas. Murió el 31 de octubre en Londres.
El 14 de noviembre, fue enterrado con el gran estilo victoriano, conducido a su último reposo en un carruaje tirado por seis caballos negros entre una multitud que, en silencio, siguió el cortejo por Kensington Bridge y Picadilly, a través de St. James Street, Pall Mall y el Parlamento.
Viejos oficiales de la Royal Navy que habían luchado bajo sus órdenes y los embajadores de Chile y de Brasil acompañaron los restos mortales del almirante hasta su última morada en la abadía de Westminster, junto a las glorias de Gran Bretaña.
En su obituario, el Times dijo que el almirante había sobrevivido a la envidia y a la malicia que mucho lo habían hecho sufrir. Nada decían de los sufrimientos que él había ocasionado.
De mortuis nihil nisi bonum [De los muertos no digas sino bien].
[1]. Hay una versión televisiva sobre este personaje, inspirada en las novelas de C. S. Forester.
Extracto del libro El general y el almirante: Historia de la conflictiva relación entre José de San Martín y Thomas Cochrane de Omar López Mato. Disponible en librerías y en OLMO EDICIONES.