El espía inglés que vestía como un beduino y fue amado en los dos mundos: la fabulosa historia de Lawrence de Arabia

Nació en el seno de una familia atípica. Su padre, Sir Thomas Robert Tighe Chapman era un terrateniente angloirlandés. Se había separado de su devota y exigente esposa irlandesa para formar otra familia con Sarah Junner, una institutriz. Las habladurías de aquella sociedad pacata en torno a la nueva relación obligaron a la familia a mudarse a varios sitios de Gran Bretaña. Para evitar ser reconocido, Chapman adoptó el apellido Lawrence y con él bautizó a sus hijos. Thomas era el segundo hijo varón, un niño de inteligencia precoz.

Muchos años más tarde, el mismísimo Churchill sostendría que Thomas Lawrence había sido uno de los grandes hombres británicos. “No hay otro como él, su nombre pervivirá en las letras inglesas, será recordado en los anales de la guerra y vivirá en las leyendas de Arabia”. Los beduinos árabes le rendían similar pleitesía. Ellos lo llamaban Al-Aurens, un arriesgado oficial británico consustanciado con su forma de vida, que arriesgaba su vida en misiones peligrosas, dispuesto a terminar con el dominio turco. Para el mundo, luego de una inmortal película que protagonizaron Peter O’Toole y Omar Shariff, sería Lawrence de Arabia.

Los Lawrence se establecieron en Oxford, donde los cuatro hermanos cursaron estudios. Thomas se especializó en arqueología medieval de Medio Oriente. Su inquietud intelectual lo llevaba a devorar libros, pero también a exigir su cuerpo en largas caminatas o prácticas de tiro. Thomas parecía saber que su futuro estaría ligado a la vida militar.

El joven Lawrence aprendió francés, latín y griego, al contrario de lo que suele decirse, nunca dominó el idioma árabe. La ilegitimidad del matrimonio de sus padres era una situación conflictiva en la Inglaterra posvictoriana. Tal irregularidad lo llevó a Thomas a huir de su casa para incorporarse al ejército. Su padre lo hizo desistir de esa idea y lo ayudó a continuar con sus estudios.

En Oxford fue discípulo del orientalista D. G. Hogarth, quien se convertiría en su consejero y amigo. Algunos biógrafos llegan a afirmar que sin Hogarth, Al-Aurens no hubiese existido, ya que tenía vínculos con los servicios de inteligencia británicos que se nutrían de los conocimientos de individuos especializados en la geografía y la cultura de distintas partes del mundo.

Thomas ingresó de la mano de Hogarth a una sociedad secreta conocida como “La Mesa Redonda”, un grupo de académicos que asesoraba al gobierno sobre distintos aspectos de la política internacional. Esta es la clave del papel que cumpliría Lawrence en Medio Oriente.

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Lawrence, el segundo desde la derecha en la fila del medio, detrás del Rey Faysal de Irak

Lawrence, el segundo desde la derecha en la fila del medio, detrás del Rey Faysal de Irak

Para estudiar los castillos medievales de Medio Oriente, Lawrence viajó por Siria a pie, como un árabe entre los árabes, desafiando la adversidad y los peligros. Fue atacado por kurdos y beduinos, y estuvo postrado por la malaria, pero Thomas salió fortalecido de la experiencia.

Los conocimientos obtenidos le permitieron terminar su tesis sobre castillos medievales, graduándose con las más altas calificaciones. En 1910, por influencia de Hogarth, se unió a la expedición del Museo Británico que exploraba sitios arqueológicos a orillas del Éufrates. En este viaje afianzó sus conocimientos de la lengua y cultura árabe.

Al inicio de la Primera Guerra fue enviado a Palestina como arqueólogo, aunque en realidad trabajaba como espía para el servicio secreto británico. En 1914, Lawrence se ofreció como voluntario en el Ejército Imperial y fue admitido en la sección de Geografía del Comando en El Cairo, donde también actuaba de intérprete. En 1916, cuando las tropas del general Towsend quedaron atrapadas en Kut-al-Amara (Irak), Lawrence fue enviado en misión secreta para sobornar al jefe de las fuerzas turcas (Jalil Pacha), al que ofreció medio millón de libras. La misión fracasó y Lawrence volvió a El Cairo.

Cuando Inglaterra decidió asistir a los rebeldes árabes, el entonces capitán Lawrence parecía la persona indicada para actuar como nexo. El desorden entre los insurgentes era mayúsculo. Estando en Yida, Lawrence conoció al tercer hijo del Rey Husayn, Faysal, que era un líder natural y Lawrence decidió asistirlo en la empresa de crear una nueva nación.

Lawrence sabía que el apoyo que Gran Bretaña les otorgaría a los árabes era tan solo una promesa de corto aliento. Sin embargo, creía que una fuerte rebelión de los árabes podría asistir a lograr un Estado independiente de las potencias europeas. A tal fin, asistió a las fuerzas irregulares de Faysal en la guerra de guerrillas contra el Imperio otomano, estando siempre dispuesto a librar las batallas junto a los insurgentes. Junto a las fuerzas árabes y del Commonwealth, entró a Jerusalén cuando Lord Allenby tomó la Ciudad Santa.

Lawrence cada día asumía tareas de mayor riesgo, a pesar de tener precio su cabeza. En Deraa fue capturado por los turcos, quienes no lo reconocieron. Fue salvajemente torturado y violado, pero salvó su vida y poco después entraba junto a Faysal en Damasco.

Deprimido por sus vivencias, extenuado por años de guerra y dolorido por la muerte de sus hermanos en Francia y de su amigo árabe Dahum (lo más parecido a una pareja que se le haya conocido), Lawrence volvió a Inglaterra. En los últimos años de permanencia en Medio Oriente fue acompañado por el periodista norteamericano Darrell Thomas, quien difundió las aventuras de este oficial inglés, mezcla de intelectual y guerrero que se había adaptado al uso y costumbres árabes.

Durante el Tratado de Versalles, Lawrence integró la comitiva británica con la intención de interceder por los representados por el propio Faysal. De poco sirvieron sus argumentos, a pesar de haber peleado contra los aliados de Alemania, Francia e Inglaterra se habían dividido el mundo.

Faysal volvió a Damasco decepcionado y Lawrence, a sus libros, desalentado porque se habían cumplido sus peores expectativas. Él había servido a dos reyes y uno, el más débil, había sido derrotado.

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Las motocicletas eran el gran hobby de Lawrence. Tenía ocho. El 19 de mayo de 1935 murió en un accidente sobre una de ellas

Las motocicletas eran el gran hobby de Lawrence. Tenía ocho. El 19 de mayo de 1935 murió en un accidente sobre una de ellas

En Oxford, se dedicó a la redacción de Los Siete Pilares de la Sabiduría, libro en el que relata su experiencia durante la rebelión árabe. Esta obra fue publicada en 1926 y desde entonces se ha publicado en todo el mundo.

Como la situación en Medio Oriente se complicaba a pasos agigantados, Churchill, por entonces ministro de Guerra, lo tomó como asesor en asuntos árabes. En la Conferencia de El Cairo Lawrence llegó a un acuerdo con Faysal y su familia, con el que se logró cierto equilibrio geopolítico (que demostraría ser precario, como los muchos pactos que se sucedieron).

Cansado y enfermo, Lawrence decidió llevar una vida menos expuesta a los azares de la política y, con la anuencia de Churchill, se alistó como soldado raso de la Fuerza Aérea bajo el seudónimo de John Ross. Sin embargo, fue descubierto y expulsado de la fuerza. ¿Cómo podía ser que este héroe, este personaje conocido por todos, se ocultase de esta forma? Como soldado raso fue enviado a la India, donde permaneció otros dos años, cuando el Daily Herald descubrió su paradero y escribió un artículo sobre el oscuro destino de Lawrence. ¿Acaso continuaba trabajando para el servicio secreto? ¿Por qué se escondía bajo el uniforme de un simple soldado?

Con la ayuda de poderosos amigos (que incluían a Churchill, Bernard Shaw y Thomas Hardy) logró cumplir con su intención de ser un soldado anónimo, y en tal condición volvió a Inglaterra, a Plymouth. Estando allí sufrió un desgraciado accidente con su motocicleta (tenía ocho motos, era su único lujo) y murió el 19 de mayo de 1935.

En vida, fue un héroe imperfecto: el soldado inglés que se vestía de árabe, vivía como un beduino, pero amaba la vida espartana de un caballero cruzado. Un ser humano complejo y vulnerable.

“Todos los hombres sueñan” nos dice en Los Siete pilares de la Sabiduría, “pero no de la misma forma. Los que sueñan de noche se despiertan para descubrir que se han desvanecido, pero los que sueñan de día son peligrosos, porque actúan en sus sueños con los ojos abiertos a fin de convertirlos en realidad”.

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