El 30 de octubre de 1938, la noche de Halloween, para ser más preciso a las 20 horas, los alienígenas invadieron el planeta Tierra. El acontecimiento fue relatado desde la Columbia Broadcasting Company, por un joven actor cinematográfico llamado Orson Welles, acompañado por la compañía Mercury. A lo largo de esos 59 minutos más famosos de la radiofonía, miles de habitantes de New York salieron a la calle para huir de las garras de los invasores, oteando el horizonte en búsqueda de los platillos voladores que venían a someternos a la esclavitud cósmica. Monstruosos y despiadados, crueles y perversos, estas criaturas venidas de Marte iban a someter al género humano gracias a sus armas sofisticadas y gases ponzoñosos. El mundo estaba desconcertado. En Grover’s Mill, New Jersey, una criatura espeluznante se dejaba ver. “¿Son ojos?” preguntaba el relator. “¿Puede que sea una cara?”.
Millones de personas (se calcula que 12 millones estaban atentos a sus radios) abandonaron sus hogares, y congestionaron las calles, atiborraron las comisarías y colapsaron los sistemas de emergencia. Por horas, después de estos 59 minutos, la gente intentó poner distancia de los extraterrestres. El pánico duró más tiempo del que le tomó al propio Orson Welles relatar la muerte del personaje que encarnaba, a manos de los gases con los que sometían a los terrícolas. El fin de la humanidad como la conocemos, era solo cuestión de horas.
1938 había sido un año complicado, pero entonces no sabían que habría peores. El mundo acababa de recuperarse de la gran depresión, cuando asistía al lanzamiento de la Alemania nazi. Todos estaban atentos a las radios que mantenían a las multitudes informadas sobre lo que acontecía. Nunca tanta gente había estado conectada por ese aparato que invadía hogares y automóviles, cafeterías y negocios. La radio, los aviones y los telégrafos achicaban al mundo. Entre aquellos que daban voz a las fantasías radiales, estaba un actor que había adquirido cierto prestigio interpretando obras clásicas como “Los miserables”, de Víctor Hugo.
La noche que nos invadieron los extraterrestres, hacía pocos meses que la Columbia Broadcasting Company (CBC) lo había contratado para hacer un programa semanal, dramatizando piezas que el guionista Howard Koch escribía (tiempo después haría el guión de Casablanca, la icónica película protagonizada por Humphrey Bogart). Esa noche de brujas, habían elegido la obra de H.G. Wells, “La Guerra de los Mundos”, pero en lugar de aterrizar en la Inglaterra victoriana, los alienígenas llegarían a New Jersey.
Orson Welles dudó antes de hacer el programa. Creía que mucha gente se aburriría de escuchar sobre un tema tan poco probable. En la introducción de la emisión explicó, como lo hacía cada vez, que esta era una dramatización de una obra de ciencia ficción. Al parecer, mucha gente no prestó atención a este detalle. Orson Welles interpretaba el papel del profesor Pierson, un científico que le explica a un periodista llamado Carl Phillips (interpretado también por Welles) que en ese momento estaban ocurriendo explosiones del planeta Marte y que “algo o alguien” de aspecto terrorífico, avanzaba amenazante por las calles de New Jersey, hasta asesinar a los espectadores de esta guerra interplanetaria. Al cierre, recordó que esta era una historia ficticia apropiada para la víspera del Día de Todos los Santos, sin saber del pánico desatado en las calles. Las comisarías y los medios de comunicación colapsaron por las llamadas de aterrorizados oyentes. Al día siguiente, el New York Times encabezó su portada relatando el terror desatado; “Radio drama bélico crea el pánico”. Pronto se alzaron las voces de queja reclamando una explicación, que obligó al propio Orson Welles (por entonces de 23 años) a pedir disculpas por esta broma de Halloween, que terminó catapultándolo a la fama.
No todos los cronistas del caso estaban de acuerdo sobre la dimensión del escándalo. Mientras unas fuentes hablaban de 1.5 millones de individuos perturbados por el miedo, otros sostenían que esta era una grosera exageración, y hablaban de unos pocos miles de víctimas alcanzadas por esta fantasía radial.
Todas las personas que estudiaron este fenómeno coinciden en que fue fruto del poder de los medios de comunicación, pero no todos están de acuerdo en que el causante de este fenómeno haya sido la transmisión de Welles, sino por la creación del mito de que tantos crédulos pensaron que esa “noche de brujas” los marcianos estaban invadiendo la Tierra.
Desde entonces, en forma masiva, las falsas noticias nos crean ansiedad, temor o risa. Cándidos, crédulos o confundidos, elija usted el término que más le guste (o disguste) para describir la reacción de hombres y mujeres ante esta Guerra de los Mundos.