El coronel Barcala y el negro destino de los morenos en Argentina

“¡Ay mis negros!”, cuentan que exclamó el general San Martín al ver caer a sus soldados de color bajo la metralla realista en la cuesta de Chacabuco.

Ese fue el triste destino de nuestros pardos y morenos, servir de carne de cañón en las guerras de independencia, en las contiendas civiles y en la Guerra de la Triple Alianza, hasta convertirse en una rareza demográfica.

Entre ellos se destacó el coronel Lorenzo Barcala, la persona de color que más alto rango tuvo en el ejército argentino. Nacido en Mendoza, tomó el apellido de su amo, el escribano Cristóbal Barcala. A los 18 años quedó libre por el decreto de la Asamblea del año XIII. Fue uno más de esos morenos que, sin mejor destino, se unió a los ejércitos de la Patria.

Barcala fue uno de esos negros de los que se conduele el gran capitán. Por su valor en combate ya era sargento en 1820. Esa parecía ser la máxima aspiración de los morenos enlistados, hasta que el general Bruno Morón lo promueve a alférez, algo impensado entonces.

Ganó los galones de capitán luchando contra José Miguel Carrera y continuó su camino en los diversos conflictos regionales que jalonaron nuestra historia. Peleó junto a los hermanos Aldao y contra Facundo Quiroga, marchó a la guerra del Brasil, donde fue apresado y debió sufrir prisión en Río de Janeiro hasta que recobró su libertad en un canje de prisionero.

Barcala se sumó a las huestes de Lavalle cuando este derrotó a Dorrego en 1828. El general Paz, aplaudió el accionar de Barcala en La Tablada y Oncativo. Sarmiento cuenta en “Facundo”, como el coronel era idolatrado por su gente. Continuó la campaña junto a Paz hasta que este fue apresado. De allí en más la suerte le fue adversa y en 1831 fue apresado por el Tigre de los Llanos, quien lo salvó de ser fusilado. Quiroga le ofreció ser su asistente y Barcala aceptó con la condición de no verse obligado a luchar contra los unitarios. En 1835 participó en la Campaña del Desierto a las órdenes de Ruiz Huidobro. Muerto Quiroga en Barranca-Yaco, se retiró a San Juan.

Podría haber continuado con una vida tranquila trabajando como hojalatero, oficio que ejercía cuando debía ganarse la vida lejos del campo de batalla, pero los años de contienda y diferencias le impedían abstenerse de participar de las diferencias políticas y conspiró contra el fraile Aldao, el señor todopoderoso de Mendoza. El fraile lo hizo apresar y Barcala fue juzgado en forma sumaria y fusilado en agosto de 1835. Hasta el último momento no se doblegó, con el orgullo y poderío de su raza que regó América y especialmente nuestro suelo con su sangre africana. Desde Lima hasta la Banda Oriental, desde Curupaytí hasta Lima, donde el negro Falucho muere fusilado al grito de “Viva Buenos Aires”, pelearon libertos, hijos de esclavos, morenos, pardos y mulatos para defender la Patria, extender la libertad -de la que ellos, sus padres y abuelos habían sido privados- y dirimir las diferencias políticas internas.

Después de la guerra del Paraguay, había muy poca gente de color en Buenos Aires, ciudad que llegó a tener un tercio de la población de color, ya que era un puerto esclavista. Como excusa, algunos afirmaban que la epidemia de Fiebre Amarilla había hecho desaparecer a los pocos que quedaban. No fue así, de los 14.000 muertos, la enorme mayoría fueron inmigrantes de origen italiano. Pocos fueron los criollos y menos aún la gente de color víctima de esta peste.

El coronel Barcala ha sido rescatado del olvido por su coraje legendario, pero miles de personas de color fueron los que construyeron la Nación y cayeron en el olvido, del que debemos rescatarlos.

 

*

Esta nota también fue publicada en Perfil

Ultimos Artículos

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

TE PUEDE INTERESAR

    SUSCRIBITE AL
    NEWSLETTER