El carnicero de Rostov

El estremecedor caso de Andréi Chikatilo tuvo como punto de partida una de las historias que su madre le contó cuando era niño. Su hermano mayor Stephan fue raptado por unos campesinos que lo desollaron y acabaron comiendoselo. No fue un hecho aislado, ya que por aquel entonces -la década de los años treinta en Ucrania-, el secuestro y asesinato de jóvenes era de lo más común debido a la falta de alimentos. El canibalismo era una práctica habitual.

Aquel cóctel sanguinario generó en Andréi un miedo continuo a sufrir las mismas vejaciones que su hermano. Aunque con los años este temor se transformó en una necesidad de disfrutar con el dolor ajeno. Pese a sus problemas de disfunción sexual, provocar sufrimiento en niños y adolescentes le excitaba. Durante casi veinte años, el Carnicero de Rostov campó a sus anchas en la antigua Unión Soviética y se convirtió en el peor asesino en serie del país.

El 16 de octubre de 1936, en plena época estalinista, nacía Andréi Romanovich Chikatilo. Eran tiempos trágicos en los que la guerra hacía estragos y millones de personas morían. El recuerdo de la visión de los cadáveres apilados en su pequeña localidad natal, Yablochnoye (Ucrania), marcó la mentalidad de este despiadado criminal. Al fin y al cabo, durante años convivió con la muerte, entre leyendas macabras y admirando una infundada violencia.

Pero su carácter introvertido e inseguro, temeroso de todo lo que le rodeaba, también contribuyó a despertar el asesino que llevaba dentro. Los complejos le atormentaban. En el colegio, sus compañeros se burlaban de él por ser un miope sin gafas -al no ver bien, era muy patoso- mientras él se limitaba a aguantar el chaparrón.

Aquella actitud tan pasiva y asustadiza enfadaba aún más a sus colegas, que le insultaban, le bajaban los pantalones y le abofeteaban hasta que caía al suelo. Todo ese acoso fue minando su dignidad, aumentando su timidez hacia las mujeres y, por tanto, reduciendo sus posibles experiencias sexuales. Algunos testimonios apuntan a que su primera eyaculación no fue durante el acto sexual, sino tras abrazar a una chica durante unos segundos. Cuando se corrió la voz de lo sucedido, todo el mundo comenzó a mofarse de él. Se cree que aquello fue la gota que colmó el vaso. Habían despertado a la fiera.

Su paso obligatorio por el ejército ruso no disminuyó su aberrante necesidad de voyeurismo ni impidió que acabase casándose con una de las amigas de su hermana. Durante su matrimonio se mostró como un hombre trabajador, educado, tranquilo, sosegado y cariñoso.

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Andréi Chikatilo junto a su mujer e hijo

Andréi Chikatilo junto a su mujer e hijo

Jamás discutió ni con su mujer ni con sus hijos. Todo lo contrario, Chikatilo aceptaba sumiso y obediente las órdenes de su compañera. Vivía con total discreción y austeridad. Se podría decir que fue un padre y esposo ejemplar. Lo único que fallaba en aquella relación era su impotencia, ya que no conseguía excitarse lo suficiente. Su asexualidad le tenía completamente frustrado.

A medida que fue cumpliendo años y aprobando sus estudios –se tituló en lengua y literatura rusas, en ingeniería y en marxismo-leninismo-, su atracción por los menores de edad, principalmente de menos de doce años, fue in crescendo. Sin embargo, el colegio fue de nuevo el centro de las burlas. Trabajando como profesor le apodaron el Ganso o el Afeminado, ya que siempre iba encorvado y su cuello sobresalía más de lo normal. Algunas alumnas recuerdan cómo le pillaban casi siempre masturbándose en sus dormitorios cuando se estaban cambiando de ropa. Pasó de cohibirse a desinhibirse.

Su primer placer

Llegó el invierno de 1978 y con él se desataron los primeros crímenes. La cadena de asesinatos empezó con una niña de nueve años a la que Chikatilo convenció para que le acompañase a una cabaña en las afueras de la ciudad. La pequeña accedió sin dudar, dado el carácter afable del profesor. Una vez dentro, empezó a desnudarla salvajemente.

Durante el forcejeo, la niña se hirió en un brazo y, al ver la sangre, Andréi tuvo una erección. Aquella sorprendente excitación provocó en él un deseo brutal de matar a la niña. Cogió un cuchillo y con cada puñalada que asestaba sintió que podía llegar al orgasmo. Y así fue: gracias a aquel asesinato pudo eyacular como no lo había hecho en años. Acababa de percatarse de que el dolor ajeno le permitía alcanzar su propio placer.

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Algunas de las víctimas asesinadas por Andréi Chikatilo

Algunas de las víctimas asesinadas por Andréi Chikatilo

Tras el crimen, Chikatilo abandonó el cuerpo de la niña cerca de un río. Dos días después de su desaparición, la policía encontró el cadáver completamente mutilado y sin ojos. Aquella amputación se convertiría en su firma.

Nada apuntaba a que aquel crimen lo había perpetrado un maestro de escuela. A pesar de la falta de pruebas, inculparon a un conocido agresor sexual: Alexander Kravchenko. Andréi se salía con la suya.

Comienza la carnicería

A causa del acoso que sufrió como profesor, Chikatilo decidió dejar la enseñanza para trabajar en una fábrica. Casualmente, su nuevo puesto requería que viajara muy a menudo, así que tenía la excusa perfecta para continuar asesinando sin ningún pudor.

El segundo crimen lo cometió el 3 de septiembre de 1981. La víctima fue una joven prostituta de diecisiete años con la que quiso mantener relaciones sexuales. Su impotencia se lo impedía y, ante el desdén de la chica, él enloqueció y llevó a cabo el siguiente ritual: primero, la estranguló hasta matarla y entonces se masturbó hasta eyacular sobre su cadáver; después decidió morder su garganta como si de un animal se tratase, sacó un cuchillo y la apuñaló; más tarde, le cortó los senos y se comió los pezones; y finalmente, volvió a ‘firmar’ este nuevo asesinato arrancándole los ojos.

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Foto de la ficha policial de Andréi Chikatil

Foto de la ficha policial de Andréi Chikatil

Llegados a este punto, Chikatilo sabía que éste no iba a ser el último. Durante ese año asesinó a cuatro personas más, entre ellas la primera víctima masculina, un niño llamado Oleg de tan solo nueve años. Jamás encontraron su cadáver, pero cuando interrogaron a Andréi, éste reconoció el crimen y aseguró que le había arrancado los genitales.

Si hasta ese momento dejaba un tiempo prudencial entre crimen y crimen para no despertar sospechas, a partir de 1984 -año en que asesinó a quince personas- esta cautela iba cediendo terreno frente a sus macabros deseos. Durante los siguientes doce años, Chikatilo asesinó a cincuenta y tres personas después de elegir cuidadosamente a sus víctimas en las estaciones de trenes y autobuses de la localidad de Rostov. De ahí su apodo: el ‘Carnicero de Rostov’.

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Alexander Zanofsky, policía que detuvo a Chikatilo en la estación de autobuses de Rostov

Alexander Zanofsky, policía que detuvo a Chikatilo en la estación de autobuses de Rostov

Se trataba principalmente de niños y jóvenes que se habían escapado de casa o que tenían algún problema de retraso mental. Eso le facilitaba mucho las cosas. La policía no pudo encontrar todos los cadáveres, pero los que localizó presentaban signos de violencia extrema, violación, cuchilladas, amputación de genitales, dentelladas y escisión de los ojos.

Con estos datos, las autoridades empezaron la investigación centrándose en dos focos principales: miembros de la comunidad médica –cirujanos- y de la comunidad gay -en aquel momento, la homosexualidad estaba prohibida y habían aumentado los casos de asesinatos de hombres-. Después de interrogar a miles de sospechosos y fichar a algunos de ellos, la policía seguía sin encontrar al culpable. El hecho de que la opinión pública desconociese la gravedad del caso tampoco ayudó. Pero el gobierno soviético no se podía permitir que la ciudadanía dudase del sistema.

Error de cálculo

Las autoridades no tenían pistas suficientes, así que pidieron ayuda a varios psicólogos y psiquiatras, que trazaron un perfil del presunto criminal. En el informe se describía a un varón de entre veinticinco y cincuenta años, con claras muestras de disfunción sexual, según se desprendía de las mutilaciones a que sometía a sus víctimas, y sin ningún tipo de enfermedad mental y/o esquizofrenia, dada su planificación en los asesinatos.

Con este perfil, los oficiales encargados del caso, Alexander Bukhanovsky y Víctor Burakov, continuaron las pesquisas. Por aquel entonces tenían a veinticinco mil sospechosos, entre los que no se encontraba Chikatilo.

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Chikatilo custodiado por las autoridades soviéticas

Chikatilo custodiado por las autoridades soviéticas

Mientras tanto, éste seguía asesinando hasta que un día le detuvieron por proponerle sexo oral a una prostituta. Aquel desliz hizo que la policía registrara sus pertenencias. Encontraron un bote de vaselina, un cuchillo de cocina, una cuerda y una toalla. Parecía que habían dado con el ‘Carnicero de Rostov’, pero su sangre no se correspondía con la hallada en las escenas de los crímenes.

El grupo sanguíneo de Andréi era el A y, el del asesino, el AB. Gracias a investigaciones posteriores, se supo que este criminal tenía un grupo sanguíneo diferente en sangre y semen, algo inusual pero que ocurre en un reducido porcentaje de casos. Le dejaron en libertad aunque volvió a ser encarcelado durante tres meses por abusos a menores.

Pasó casi un año hasta que, en 1985, volvió a matar. Y siguió haciéndolo hasta que el 5 de noviembre de 1990 asesinó a su última víctima en la localidad de Leskhoz. Seiscientas personas llegaron a formar parte del operativo para la busca y captura de este asesino en serie.

Quince días después, Chikatilo fue arrestado en la estación de la cita población. Uno de los agentes se dio cuenta que tenía un dedo vendado y que su camisa y su mejilla estaban manchadas de sangre.

La confesión

Tardaron diez días en conseguir que Andréi hablase. Fueron interrogatorios muy duros en los que le asediaron hasta la extenuación para que se desmoronase. Finalmente y tras múltiples intentos, optaron por utilizar a un psiquiatra. Bastaron dos horas para que el sospechoso accediese a confesar si dejaban de atosigarle.

Durante ese tiempo explicó su terrible infancia y qué le llevó a cometer los cincuenta y tres asesinatos -treinta y una mujeres y veintidós hombres-. Además, con ayuda de un maniquí, describió cómo perpetraba las vejaciones y mutilaciones. Su testimonio horrorizó a todos los allí presentes. No podían creer que por fin hubieran dado con el asesino en serie más despiadado del país.

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Chikatio encerrado en una jaula durante la celebración del juicio

Chikatio encerrado en una jaula durante la celebración del juicio

En abril de 1992 se inició el juicio para demostrar si Chikatilo había cometido los crímenes bajo los efectos de una enfermedad mental o si estaba completamente cuerdo. La línea de investigación y las declaraciones pertinentes demostraron lo que ya sabían las autoridades, que el ‘Carnicero de Rostov’ disfrutaba planeando e infligiendo dolor y muerte a sus víctimas.

Durante la vista, los familiares salieron aterrorizados de la sala. Ver a aquel hombre con el pelo rapado, los ojos saltones y pose de persona ida encerrado en una jaula les provocaba escalofríos. “Fíjense qué inutilidad. ¿Qué pensaban que podía hacer con esto?”, gritó Andréi mientras se bajaba los pantalones y mostraba su pene a los allí presentes.

Una de sus declaraciones más impactantes fue cuando afirmó que: “En los actos sexuales perversos experimentaba siempre una especie de furor, una sensación de no tener freno. […] Lo que hice no fue por el placer sexual, sino porque me proporcionaba paz mental y espiritual durante largos períodos”.

La sentencia llegó dos meses después, cuando le declararon culpable de cincuenta y tres asesinatos y cinco violaciones. Fue condenado a la pena de muerte. Aunque apelaron para evitar la ejecución del preso, ésta se produjo el 15 de febrero de 1994. Andréi Chikatilo murió de un tiro en la cabeza. Ahora se cumplen 25 años de su ajusticiamiento.

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