Este apacible maestro se convirtió en un feroz promotor de las ideas racistas, exaltando el Völkisch o populismo nórdico con una visión romántica y exaltada del pueblo.
Había sido oficial en el ejército alemán durante la Primera Guerra Mundial donde recibió la Cruz de Hierro; cuando fue dado de baja del ejército participó del grupo nacionalista Schutz und Trutzbund, militó en el Partido Socialista Alemán, aunque pocos meses más tarde se integró al Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, el NSAP, precursor del Partido Nazi. Fue entonces cuando funda Der Stürmer, el medio que dispersó esta ideología, especialmente el antisemitismo.
Este periódico llegó a distribuir medio millón de ejemplares y editó tres libros antisemitas para niños (Der Giftpilz o “El hongo venenoso”).A diferencia del órgano oficial del partido, el Völkischer Beobachter que tenía una apariencia más seria, Der Stürmer publicaba caricaturas obscenas, insultos y material no solo antisemita sino también material anticatólico y anticomunista. El lema del diario era “Los judíos son una desgracia”. Der Stürmer se publicó desde 1925 hasta 1945.
Streicher participó en el Putsch de Munich que intentó tomar el gobierno de Baviera. El grupo que lideraba sufrió 16 bajas, sin embargo, a pesar de estar acusado de seducción, no llegó a ser encarcelado. Por años, en cada aniversario del Putsch, Steicher dirigía la marcha de “La bandera de la sangre”, enarbolando una enseña del partido manchada con la sangre de una de las víctimas.
Cuando el partido llegó al poder, fue nombrado Gauleiter (algo así como gobernador) de Franconia. En ese entonces se lo llamaba “el Rey de Núremberg”,
En 1940 se vio involucrado en un escándalo relacionado con el destino de las propiedades incautadas a familias judías durante la Noche de los Cristales Rotos.
Detrás de esta acusación estaba el odio que tenía con Göring y una serie de libelos difamatorios que habían aparecido contra él y en las que percibía la mano de Streicher.
De allí en más no tuvo participación activa en el gobierno, siguió dirigiendo su diario y se retiró a vivir en su casa de campo hasta el fin de la guerra cuando fue hecho prisionero de las fuerzas americanas.
Aunque no había participado del holocausto ni de la conducción del conflicto armado, su trabajo como difusor de ideas antisemitas le valió la condena del tribunal internacional formado por Ad hoc. Fue condenado a la horca el 16 de octubre de 1946. Sus últimas palabras para sus verdugos fueron “algún día los bolches los colgaran a uds; marcho hacia Dios”.
Su cuerpo fue cremado en el campo de concentración de Dachau donde habían muertos tantos judíos que él había asistido a condenar.
