Si algo ha trascendido de la Segunda Guerra Mundial es el ferviente odio que sentía Adolf Hitler por la raza judía, a la que consideraba culpable de organizar una gigantesca trama contra Alemania y de orquestar el tratado de Versalles (el cual dañó soberanamente a Alemania). Esta aversión provocó la creación de grandes operaciones como la «Solución Final» (el asesinato masivo de miles de personas) o la « Reubicación» (como decían los nazis) de otros tantos individuos en campos de concentración y exterminio.
Sin embargo, de entre todos estos crueles planes, uno de los más descabellados fue el ideado por Franz Rademacher (jefe de la Oficina de Relaciones Exteriores de Alemania) en verano de 1940. Fue en ese año cuando, para asombro de muchos, propuso enviar a todos los judíos de Europa a la isla de Madagascar (ubicada al sur de África). La idea –que fue vendida posteriormente como una gran muestra de generosidad de Adolf Hitler- planteaba la creación de un gigantesco gueto que abarcase toda la región y de cuya organización y «seguridad» se encargarían las SS. Así lo afirma la versión digital del canal Historia.
Nace un plan absurdo
El nacimiento de este plan se produjo, concretamente, un 3 de junio hace 75 años. Ese día –con la guerra avanzando a buen rito para la « Wehrmacht» (a la que le faltaba poco para conquistar Francia)- Rademacher envió una carta al alto mando nazi en la explicaba su, cuanto menos, curioso plan: «La victoria se acerca y Alemania debería posibilitar –en mi opinión tendría que ser un deber- que todos los judíos se marchasen fuera de Europa». Este documento era seguido de varios folios en los que el oficial determinaba la forma en que Alemania enviaría a miles de judíos a Madagascar.
El plan incluía la sustracción a los judíos de cualquier ciudadanía que pudiesen tener en Europa y de sus fortunas, que serían usadas para llevarles a este gueto del Índico. Una vez allí, podrían construir una colonia que se regiría por las normas de las SS (las tropas más ideologizadas del nazismo) para asegurar que su comportamiento sería aceptable. A su vez, Rademacher argumentaba que esta idea podría venderse como una gran muestra de generosidad por parte de Hitler. Sin duda, algo delirante. La idea, según afirmaba el oficial, era que el concepto de «judío» desapareciese de Europa.
La propuesta de Rademacher se hizo rápidamente hueco entre la cúpula nazi y fue apoyada por miembros del partido como Adolf Eichmann y Joachim von Ribbentrop. Hasta Hitler llegó a informar de ella a Benito Mussolini. Se tomó tan en serio, que los alemanes dejaron durante algunos meses de construir guetos para los judíos en media Europa, pues consideraban que serían trasladados hasta Madagascar. La noticia llegó hasta Adam Czerniakow, un funcionario que profesaba esta religión y que, según afirmó, oyó corroborarla a un alto oficial alemán.
Sin embargo, el «Plan Madagascar» -como era conocido-, terminó por estancarse cuando Gran Bretaña logró resistir la gigantesca operación germana para hacerse con sus tierras. ¿La razón? Hitler pretendía utilizar los buques de la « Royal Navy» para trasladar a los judíos hasta la isla africana. Al no poder disponer de ella debido a la resistencia inglesa, no tuvo más remedio que recular. Tampoco ayudó la falta de rutas marítimas y el bloqueo de éstas por los ingleses. Así pues, a finales de 1940 el plan fue olvidado. Dos años después, los hombres de Churchill desembarcaron en Madagascar tomando posesión de ella, lo que hizo que Hitler se despidiese de su gueto.
Una idea recurrente
A pesar de lo extraño que puede parecer, lo cierto es que la idea de usar Madagascar como una gigantesca cárcel no fue pionera del régimen nazi. El plan fue propuesto por primera vez en 1885 por el erudito alemán Paul de Lagarde, cuyos escritos tuvieron una gran influencia sobre el alemán. De hecho, en 1937 el gobierno polaco envió una delegación a la región para conocer su habitabilidad y dirimir si sería factible crear allí una nueva patria judía. La idea fue desestimada debido a las altas temperaturas.