Entre marzo y octubre de 1787 Mozart compuso esta ópera basada en la novela Convidado de piedra del escritor español Antonio de Zamora, basada en el mito del Don Juan (que, a su vez, había desarrollado Tirso de Molina entre otros tantos autores). Sobre este texto Lorenzo da Ponte redactó el libreto de Don Giovani.
Aunque Lorenzo da Ponto había tomado los hábitos, su vida en Venecia remedaba la de un donjuán. Tan escandalosa llegó a ser que en 1779 fue expulsado de dicha ciudad. En Viena lo introdujeron al compositor como libretista por recomendación de Antonio Salieri (que algunos indican como el asesino de Mozart sin mayores fundamentos). Entre da Ponte y Mozart no solo se establece no solo se estableció un vínculo artístico sino que ambos compartían el ideario masónico.
Da Ponte llegó a ser el poeta oficial de la corte de José II. Como entonces todas las operas “debían” ser cantadas en italiano, da Ponte era muy requerido por otros compositores como Vicente Martín y Soler. Sin embargo, fue de la mano de Mozart con quien accedió a la fama gracias a tres obras que se encuentran entre las más famosas del repertorio. Le nozze di Figaro (1786) a partir de la comedia de Pierre-Augustin de Beaumarchais (otro seductor consumado), Così fan tutte (1790) y Don Giovanni, ópera que según la leyenda, Wolfgang Amadeus terminó de componer el mismo día del estreno.
La obra cuenta las aventuras de un joven noble, arrogante y promiscuo que después de intentar seducir a Anna, mata a su padre, el Comendador. Al ver a su progenitor muerto Anna jura vengarlo y para eso traza un plan que culmina en el cementerio de Sevilla ante la estatua del Comendador. Este cobra vida para arrastrar al libertino a los infiernos mientras los demás personajes cantan “Tal es el fin de quienes hacen mal: la muerte del pecador siempre refleja su vida”, como moraleja de esta ópera bufa que debe tener un fin edificante.