Mirando hacia atrás, quizá podría decirse que los gérmenes de lo que terminaría haciendo explosión en cada choque irlandés-británico están dados, ni más ni menos, que por la necesidad irlandesa de marcar su identidad propia y diferenciarse de los británicos después de más de 700 años de ser gobernados (pero no conquistados, eh) por ellos. En 1905, la Liga Gaélica abogaba por el uso de la lengua irlandesa (suprimida “oficialmente” por los británicos), la Asociación Atlética Gaélica fomentaba los deportes nativos como el hurling o el fútbol gaélico, y se producía un renacimiento literario en Dublin con obras genuinamente irlandesas. Junto a estos acontecimientos que empapaban la vida cotidiana, nace una agrupación política llamada Sinn Féin (en gaélico “nosotros mismos”). Inicialmente de orientación monárquica irlandesa (declamaba por la restitución de la monarquía irlandesa vacante), esta agrupación permanece en penumbras hasta 1917, año en que su política viró hacia el apoyo a la creación de una república irlandesa (hoy, el Sinn Féin es el principal partido republicano de Irlanda del Norte). En 1916, siguiendo la escalada de acontecimientos, llega la llamada “sublevación de Pascua”, en la que un grupo de nacionalistas irlandeses toma por asalto la oficina de correos y proclama la independencia irlandesa. Dicho levantamiento duró una semana, hubo más de 450 muertos y más de 2500 heridos, lo que se dice una masacre. Parecía que la cosa había quedado ahí luego de que el ejército británico pusiera nuevamente las cosas en “su” lugar (el de los británicos, claro), pero la decisión del ejército británico de ejecutar a 15 insurrectos y encarcelar a centenares de miembros del Sinn Féin inyectó un inusitado (para los brits) patriotismo en el pueblo irlandés, que convirtió a sus muertos en mártires y símbolos, mientras se unían masivamente al Sinn Féin, convirtiéndolo en la organización política más poderosa de Irlanda de aquel momento. En 1919 nace el IRA (Ejército Republicano Irlandés), con sus múltiples divisiones y cambios, proclives al uso de la violencia con sus fines independentistas, y al cual el Sinn Féin no solo se acerca sino que se comporta como su brazo político en determinados momentos. Y así llegamos a 1920. En un intento fallido (uno más) por solucionar la “cuestión irlandesa”, el Parlamento británico aprueba un decreto del gobierno de Irlanda por el cual la isla quedaba “dividida” en dos regiones administrativas con autonomía “limitada”. Esa medida sembró un terreno en el que la violencia no tardaría en aparecer. Esa decisión de Gran Bretaña buscaba apaciguar a la comunidad internacional (cada vez más crítica), pero el caos estalló en las calles irlandesas. El IRA (en su estilo de guerra de guerrillas y ataques imprevistos) atacó a las fuerzas armadas británicas (la policía, sus comandos auxiliares y el ejército); Gran Bretaña impuso la ley marcial y creó dos cuerpos armados paramilitares: los “Black and Tans” (algo así como “los negros y caquis”), apodados así por los colores de sus uniformes, y la “Auxiliary Division” (“División Auxiliar”, un comando especial contra manifestaciones y vandalismo organizado, digamos). Tanto unos como otros actuaban con similar brutalidad, en una competencia de violencia que crecía a diario. El comportamiento de ambos grupos fue muy cuestionado (pero nunca sancionado) por su brutalidad y violencia, no sólo contra los sospechosos de pertenecer al IRA sino contra los irlandeses en general. Y así se llega al trágico Domingo Sangriento.
El domingo 21 de noviembre de 1920, el jefe del IRB (Irish Repulican Brotherhood), Michael Collins, ordenó el asesinato de todos los miembros de un grupo llamado “La Patrulla de El Cairo” (The Cairo Gang), dieciocho altos cargos del Servicio de Inteligencia Británica enviados para infiltrarse en las organizaciones nacionalistas irlandesas. Durante la mañana, once de los dieciocho integrantes de dicho grupo de “espías” fueron asesinados por la gente de Collins, algunos de manera especialmente brutal, delante de sus familias. Dos miembros de la División Auxiliar británica también fueron asesinados mientras trataban de ayudar a escapar a algunos de los miembros de la Patrulla (algunos de los que lograron escapar se refugiaron en el castillo de Dublin). Esta acción inesperada por parte de los irlandeses enfureció a la Inteligencia Británica en Irlanda provocando un verdadero shock y una inmediata decisión de respuesta por parte de la administración británica.
Estaba previsto que el equipo de Dublin de fútbol gaélico jugase ese mismo domingo por la tarde un partido contra el equipo de Tipperary, en el estadio Croke Park. Y la División Auxiliar eligió ese lugar (la otra opción contemplada había sido la calle Sackville) para efectuar una inmediata represalia. Aproximadamente 10.000 espectadores fueron a Croke Park para ver el partido. Minutos antes de que empezara el encuentro un avión sobrevoló el estadio y desde allí vinieron los primeros disparos. Algunos miembros de los comandos de la División Auxiliar (y algunos de los Black and Tans también) invadieron el terreno de juego y comenzaron a disparar desde allí, mientras un oficial encima del muro de las tribunas también comenzaba a disparar y otro comando le tiraba a la gente desde una de las puertas de entrada al estadio. El gentío empezó a correr huyendo de los disparos. Dos jugadores de fútbol fueron alcanzados por disparos, y uno de ellos murió. En total, 14 personas murieron y más de 70 fueron heridas. Las víctimas fueron en su mayoría personas muy jóvenes, siendo las menores de ellas de 10 y 11 años.
Tanto las acciones de los comandos de la División Auxiliar como las de los Black and Tans fueron “oficialmente” no autorizadas (son geniales esos términos) y fueron percibidas “con horror público” (otra definición memorable) por las autoridades británicas. En un esfuerzo para justificar el comportamiento de las “fuerzas de la Corona”, un boletín de prensa afirmó que “varios hombres vinieron a Dublin el sábado con la excusa de ir a un partido de fútbol, pero sus intenciones reales eran las de tomar parte en una serie de actos crueles que efectivamente llevaron a cabo en dicha ciudad durante esa mañana. Sabiendo que algunos de esos asesinos estaban presentes en Croke Park, las fuerzas de la Corona fueron enviadas a invadir el campo. La intención original era que un oficial fuera al centro del terreno y hablando desde un megáfono, invitase a los asesinos a dar un paso al frente (o sea: el que lo hizo, ¡póngase de pie!… ¿no es genial?). Pero en su acercamiento, se dispararon balas para avisar a los hombres requeridos, lo que causó una estampida y escaparon en la confusión.” Esta declaración fue recibida con la indignación y la furia que puede imaginarse. Después vino el consabido “bla bla bla”, el rey y algunos políticos británicos expresaron sin tapujos su horror ante el comportamiento de las fuerzas de la Corona, etc etc. El asesinato en masa de hombres, mujeres y niños, fue reflejado en los titulares internacionales de los medios de comunicación, dañando de esta manera la credibilidad británica. La combinación de los crímenes de la mañana, que destruyeron la Inteligencia Británica en Irlanda, y el desastre en las relaciones públicas resultante del Domingo Sangriento, dañaron seriamente el mandato británico en Irlanda y se incrementó el apoyo para un gobierno republicano bajo la guía de Éamon de Valera. Ya nada sería igual después de ese domingo. ¿Seguro? El 30 de enero de 1972 quedaría demostrado que… no.
Escena de la película Michael Collins (1996).