Es un prototipo de héroe romántico, tal como lo moldea Edmond Rostand en su drama de 1897. Cyrano de Bergerac, el protagonista que da título a la obra, es un soldado poco agraciado, deformado por su gigantesca nariz, pero de vivaz ingenio. Está enamorado de su prima, la hermosa Roxanne, que a su vez quiere al apuesto Christian de Neuvilette. Este joven sí es guapo, pero no demasiado ingenioso. Así que llega a un trato con Cyrano para que le escriba sus cartas de amor a Roxanne. Ella, sin sospechar la verdad, confiesa que ahora ama a Christian por su personalidad, no por su atractivo físico.
Hasta aquí una historia que ha sido varias veces llevada al cine, con José Ferrer o Gérard Depardieu en el papel principal. Como Rostand, las adaptaciones cinematográficas de su obra idealizaron al Cyrano de Bergerac de la vida real (1619-55), un personaje bastante menos generoso, aunque igualmente fascinante. Antes de entregarse a la literatura fue soldado, sobresaliente por su valentía en combate, pero también por su carácter pendenciero. Su habilidad para encontrar problemas lo condujo a protagonizar duelos una y otra vez.
Cuando dejó las armas, Cyrano se dedicó al estudio de la filosofía e inició su carrera literaria. Hoy se le considera un precursor de la ciencia ficción por su obra El otro mundo, en la que describe en primera persona un viaje a la Luna y otro al Sol. Los especialistas han discutido largo y tendido si fue o no el autor de las Mazarinadas, escritos satíricos contra el cardenal Mazarino, gobernante de Francia durante la minoría de edad de Luis XIV. Cyrano nunca reconoció su autoría, y parece ser, a juzgar por los últimos estudios, que no mintió al respecto. Sabemos, eso sí, que acabó, de hecho, al servicio del célebre cardenal.
El provocador
Su obra teatral La muerte de Agripina provocó un escándalo por la forma en que uno de los personajes expresaba su ateísmo. La pieza se retiró de la escena, pero se convirtió en un éxito en librerías. Todo el mundo quería saber qué “monstruosidades” había dicho el autor.
Su vida, sin duda novelesca, tuvo un fin misterioso. Murió con apenas treinta y seis años, después de que una viga le cayera encima, según la versión más extendida, aunque se habla también de un disparo de mosquete. ¿Accidente o asesinato? Ya nos gustaría conocer la respuesta.