En el fatídico año 1937, Picasso radicalize su mensaje y pintó Sueño y Mentira de Franco, una especie de tira cómica que ridiculizaba al generalísimo.
Entonces, Picasso declaró a un periodista del New York Times: “En todas mis obras expreso claramente mi horror contra la casta militar que ha hundido a España en un océano de dolor y muerte”.
La monocromía del cuadro asiste al mensaje: la guerra es gris y negra, los colores de la muerte.
Para concluir el Guernica, Picasso realizó no menos de 90 bocetos, uno de los cuales incorpora una hoz y un martillo que obvió en la versión final.
La obra, después de exhibirse en la Exposición Internacional de París (en 1937), viajó extensamente por Europa y actuó como medio para denunciar los excesos cometidos durante la Guerra Civil por los franquistas. En breve, Europa habría de conocer peores horrores en carne propia.
Sin embargo, no todos compartían el entusiasmo por el Guernica. Para los más comprometidos políticamente el cuadro resumía resignación. Los personajes se quejan, lloran y se lamentan pero no luchan. Para algunos miembros del Partido Comunista, la obra era antisocial, ridícula y “ajena a la mentalidad del proletariado”.
Algunos críticos, más crueles, hablaron del “gemido autoindulgente de un burgués”.
El Guernica permaneció varios años en el MOMA de Nueva York, hasta que en 1981 volvió a España y, desde 1992, se expone en el Museo Reina Sofía de Madrid.
Picasso permaneció en París durante la ocupación, por ese entonces vivía en la rue de la Boetie. Según se cuenta, no fue molestado por los nazis, hasta que un grupo de la Gestapo decidió visitar el taller del artista. Al ver los bocetos del Guernica, uno de los oficiales le preguntó quién había hecho esto, a lo dicen que Picasso contestó: “¡Ustedes lo han hecho!” A pesar de la respuesta (créase o no), el artista continuó tranquilamente con su vida parisina.
Antes de la guerra y durante sus primeros años en Francia, Picasso había pintado algunas obras donde retrata un mundo de pobreza, pero sin un claro mensaje político ni una denuncia social. Señalaba la miseria de los artistas y saltimbanquis, con un dejo de melancolía, como la consecuencia natural de la vida bohemia. No había una protesta explícita. “Pobres siempre habrá”, dijo Jesucristo… y Picasso solo señalaba esta circunstancia.
Por más que Picasso, desde hacía años, había expresado su afinidad por los partidos de izquierda, recién se afilió al Partido Comunista francés después de finalizada la Segunda Guerra. Este gesto, generó el comentario irónico y surrealista de Salvador Dalí: “Picasso es pintor. Yo también. Picasso es español. Yo también. Picasso es comunista. Yo tampoco”
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Texto extraído del libro La Marea de los Tiempos de Omar López Mato. Disponible en librerías y en OLMO EDICIONES.