El Comité que más tarde sería el Comité Internacional de la Cruz Roja se reunió por primera vez en febrero de 1863, en Ginebra, Suiza. Entre sus cinco miembros había un hombre del lugar llamado Henry Dunant, quien un año antes había publicado un libro con el cual hizo campaña, Recuerdo de Solferino, en el que hacía un llamamiento para mejorar la asistencia a los soldados heridos en tiempo de guerra.
A finales de año, el Comité había congregado a representantes para convenir, según la propuesta de Dunant, en el establecimiento de Sociedades Nacionales de socorro a fin de que fueran auxiliares de los servicios sanitarios de los ejércitos. Y, en agosto de 1864, persuadió a los Gobiernos a que aprueben el primer Convenio de Ginebra. Por ese tratado los ejércitos tenían la obligación prestar asistencia a los soldados heridos, independientemente del bando al que pertenecían, y se introdujo un emblema uniforme para los servicios sanitarios: una cruz roja sobre fondo blanco.
El cometido del CICR era al principio el de coordinar. Pero, paulatinamente, se iba implicando más en las actividades operacionales sobre el terreno, en tanto que descollaba la necesidad de un intermediario neutral entre los beligerantes. Los siguientes 50 años, el CICR expandió su labor, en tanto que se iban estableciendo las Sociedades Nacionales (la primera, en el estado alemán de Württemberg, en noviembre de 1863) y se adaptó el Convenio de Ginebra para incluir la guerra en el mar.
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Henry Dunant
Primera Guerra Mundial, 1914-1918
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial, basándose en la experiencia adquirida en otros conflictos, el CICR abrió una Agencia Central de Prisioneros de Guerra, en Ginebra, cuya finalidad era restablecer el contacto entre los soldados capturados y sus familiares.
Siguió innovando: sus visitas a los prisioneros de guerra aumentaron durante este período; intervino acerca del uso de armas que causan sufrimientos excesivos: en 1918, hizo un llamamiento a los beligerantes para que renuncien al uso del gas mostaza. Ese mismo año, en Hungría, visitó por primera vez a prisioneros políticos.
Las mismas Sociedades Nacionales emprendieron una movilización sin precedentes, en la cual voluntarios dirigían los servicios de ambulancia sobre campo de batalla y prestaban asistencia los heridos en los hospitales. Para la Cruz Roja de muchos países, era su hora más pura.
1918-1939
Después de la guerra, muchas Sociedades Nacionales consideraron que, con el advenimiento de la paz y las esperanzas de un nuevo orden mundial, el cometido de la Cruz Roja tenía que cambiar. En 1919, fundaron la Liga de Sociedades de la Cruz Roja, prevista como el futuro órgano de coordinación y de apoyo para el Movimiento. Pero los conflictos durante los decenios de 1920 y de 1930 pusieron de relieve la necesidad de un intermediario neutral, y el CICR siguió activo, cada vez más fuera de Europa (Etiopía, América del Sur, Lejano Oriente) y en las guerras civiles (especialmente en España).
En 1929, el CICR persuadió a los Gobiernos a que aprueben un nuevo Convenio de Ginebra, a fin de prestar mayor protección a los prisioneros de guerra. Pero, a pesar de las evidentes amenazas mayores que entrañaba la guerra moderna, no pudo lograr a tiempo que convinieran en nuevas leyes para proteger a los civiles, para prevenir las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial.
Segunda Guerra Mundial, 1939-1945
En la Segunda Guerra Mundial se registró una gran expansión de actividades, cuando la Institución intentó obrar para prestar asistencia y proteger a las víctimas de todos los bandos. El CICR y la Liga trabajaron conjuntamente para enviar socorros en todo el mundo, en favor de prisioneros de guerra y de la población civil. Los delegados del CICR visitaron a prisioneros de guerra en todo el mundo y ayudaron en el intercambio de millones de mensajes de Cruz Roja entre familiares. Durante años, tras la guerra, el CICR gestionó solicitudes de noticias acerca de familiares desaparecidos.
Sin embargo, en este período también se registró el mayor fracaso del CICR: su falta de acción en favor de las víctimas del Holocausto y otros grupos perseguidos. Carente de una base jurídica específica, vinculado por sus procedimientos tradicionales y trabado por sus vínculos con la clase política suiza, fue incapaz de tomar una acción decisiva o manifestarse públicamente. Se dejó a los delegados del CICR que hicieran por su cuenta lo podían para salvar a grupos de judíos.
Desde 1945
Desde 1945, el CICR, ha continuado instando a los Gobiernos a que fortalecieran el derecho internacional humanitario, y lo respeten. Ha intentado afrontar las consecuencias de índole humanitaria de los conflictos que marcaron un hito en la segunda mitad del siglo XX, comenzando por Israel y Palestina, en 1948.
En 1949, tras iniciativa del CICR, los Estados acordaron examinar los tres Convenios de Ginebra vigentes (que versan sobre los heridos y los enfermos en el campo de batalla, las víctimas de la guerra en el mar y los prisioneros de guerra) y añadir un cuarto Convenio, a fin de proteger a los civiles que viven bajo el control del enemigo. En los Convenios se dispone el cometido principal del CICR en situaciones de conflicto armado.
Y en 1977, se aprobaron dos Protocolos adicionales a los Convenios. El Protocolo I es aplicable en conflictos armados internacionales; el segundo, en conflictos internos, un progreso importante. En los Protocolos también se sentaron normas relativas a la conducción de las hostilidades.
Desde 1863, el CICR -tres veces galardonado con el premio Nobel de de la paz- se ha desarrollado de manera insospechada para sus fundadores. Sin embargo, su perspectiva es la misma: prestar asistencia, y procurar proteger, a las víctimas de la guerra y de la violencia interna.