Cortando las coletas

El 1ero. de diciembre de 1811 Rivadavia hizo jurar solemnemente a las tropas su Estatuto Provisional de neto corte unitario. Poco después se produjo el motín en el cuartel de Patricios conocido simplistamente como “la rebelión de las trenzas” y cuyas causas merecen estudiarse. Luego de firmar el “Tratado de Amistad y Unión Perpetua”, con el Paraguay el 12 de octubre de 1811, Belgrano había regresado de allí, siendo nombrado por Rivadavia comandante de Patricios en reemplazo de Saavedra, destituido por el Triunvirato de todos sus cargos. Los soldados y suboficiales de ese cuerpo mantenían viva lealtad a Saavedra: con él habían combatido a los ingleses y veían con malos ojos a su nuevo jefe, el cual, en vez de luchar, se había retirado a su estancia en la Banda Oriental durante las invasiones. Este regimiento había apoyado el movimiento popular del 5 de abril, conocido despectivamente como “de los orilleros” y también el pedido de que Belgrano rindiera cuentas de su anterior y fracasada expedición militar al Paraguay. Pero el 6 de agosto Belgrano había sido exculpado de todos los cargos declarándosele en la sentencia que se había conducido “con valor, celo y constancia dignos del reconocimiento de la patria”.

Que se les impusiera como jefe un general improvisado, que no era militar de carrera sino abogado de profesión, monárquico y carlotista ferviente, y al cual ellos habían cuestionado anteriormente, provocó un justificado resentimiento. Para colmo de males, Belgrano tenía una voz atiplada que no imponía respeto (pocos años después, San Martín desterró a Manuel Dorrego, de Salta a Santiago del Estero, por reírse de la voz de Belgrano).

Como una forma, por demás impolítica, de afirmar su autoridad, Belgrano ordenó a la tropa cortarse las coletas que eran el orgullo distintivo de ese Regimiento (como una estrella en el uniforme distinguía al Regimiento de la Estrella organizado por French). La orden no fue obedecida de inmediato por considerársela como una afrenta premeditada. Entonces Belgrano les dio ocho días de plazo para cumplirla, amenazándolos, en caso contrario, con hacerles cortar las coletas por soldados de otro Regimiento. Esta amenaza fue tomada como un nuevo insulto por la tropa, la cual se rebeló, expulsó a sus oficiales y se atrincheró en su cuartel de las Temporalidades (actual Colegio Nacional Buenos Aires). El 7 de diciembre Chiclana, que era uno de los triunviros, se apersonó a los amotinados e invocando su anterior amistad con Saavedra les ofreció dejarle las coletas. Pero los ánimos ya estaban enardecidos y la tropa no se contentaba con eso si no que pretendía un cambio del gobierno.

El alarmado Triunvirato utilizó entonces las tropas de Rondeau, recién llegadas de la Banda Oriental e ignorantes de las causas profundas de la rebelión, para aplastarla sangrientamente. Rondeau quedó sordo por el estruendo de los cañones que derribaron las puertas. Hubo cincuenta muertos en la toma del cuartel y Rivadavia, como Secretario de Guerra, mandó fusilar a once suboficiales y soldados sublevados (se conversa aún el menú que recibieron para despedirse de esta vida). Parte de la tropa vencida fue condenada a prisión en Martín García y el resto se distribuyó en otros regimientos. Para celebrar el triunfo Rivadavia hizo exponer en la Plaza de la Victoria los cadáveres de los ejecutados y dispuso tres días de iluminación extraordinaria en la ciudad. El Regimiento de Patricios desapareció hasta que poco después de la muerte de Saavedra, en 1830 se lo reconstituyó como los cívicos de Buenos Aires.

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