Chepachet, el elefante estudioso

Parece ser que las historias de elefantes suelen tener un final trágico. Además de Chunee y Jumbo, se recuerda la historia del elefante de Chepachet, así recordado por el lugar donde este paquidermo terminó sus días.

Chepachet era un ejemplar asiático que fue llevado a Rhode Island para ser presentado ante el público como “El elefante estudioso”. Sagaz y dócil, asombraba a la audiencia con sus presentaciones donde exhibía conocimientos de matemáticas, historia y geografía, haciendo alardes de la memoria propia de su especie.

En 1822 Chepachet era un activo pueblo del Estado de Maine, cuya feria era lugar de encuentro de campesinos, mercaderes y charlatanes. Hasta allí llevaron a esta bestia colosal de casi tres mil kilos para ser exhibida ante la concurrencia. Durante el espectáculo el proboscidio se arrodillaba, se paraba sobre sus patas traseras, hacía uso de su trompa y cumplía órdenes de su amo. También respondía a las preguntas del público moviendo su cabeza en signo de afirmación o negación. Algunos tenían la suerte de montar al elefante, con sólo desembolsar pocos centavos.

Mientras todos se maravillaban con el animal, su dueño no se cansaba de ilustrar a la gentil audiencia sobre algunas características de la especie. Memoriosos y gentiles, los elefantes habían sido usados en batallas desde la antigüedad, célebres después de sus aplastantes (nunca mejor usado el término) victorias sobre los romanos. El secreto de su poder para soportar los rigores de los conflictos bélicos radicaba en su piel, de un grosor y fortaleza tal que ninguna bala podía atravesarla. “Así es, señores y señoras del amable público, estas bestias son inmunes a las balas, fueran del calibre que fueran”, proclamaba el señor con cierta soberbia en el tono de su alocución, mientras se afinaba la punta de sus bigotes engominados.

No acababa de pronunciar estas palabras cuando un disparo sonó sobre las cabezas del público. Todos los presentes se estaban preguntando de donde venía el tiro, cuando la bestia, sin emitir un sonido, cayó cuan largo y pesado era. Una bala había entrado por su ojo izquierdo e impactado en el cerebro. El elefante murió inmediatamente.

Después de la confusión y la desesperación inicial, el dueño ofreció una recompensa para que detuviesen a los autores del elefanticidio. No tardaron en encontrar a cinco muchachos que confesaron ser los victimarios. Su intención era demostrar la falsedad de lo afirmado por el presentador. Nadie es inmune a las balas, sostenían, y para demostrarlo dispararon con un rifle a escasos cincuenta metros, y de esa forma derrivaron la teoría del elefante blindado.

Los jóvenes fueron apresados, juzgados y condenados a pagar 1500 dólares al dueño del elefante muerto, en concepto de daños. Tardaron cinco años en juntar la suma requerida.

La piel del hasta ayer invencible elefante, fue curtida y expuesta en un museo de Boston. A la fecha nadie sabe donde se encuentran los restos del pobre elefante asesinado por una estúpida apuesta.

 

Texto extraído del libro ANIMALITOS DE DIOS, de Omar López Mato (Olmo Ediciones).

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