España fue durante siglos el Imperio donde no se ponía el sol, cuna de grandes héroes y de exploradores del horizonte, dominador de los mares y de todo un continente. Cuando perdió el Imperio, únicamente le quedó el sol, lo que no es poca cosa. Sus envidiables condiciones meteorológicas y sus incentivos fiscales la convirtieron durante el franquismo en el Hollywood del Mediterráneo. Envidia de Europa, los estudios de cartón piedra erigidos por el judío Samuel Bronston prendieron un imperio cinematográfico en Las Rozas, pero bien podían ser, si querían, China -con una ajada Ava Gardner bajo la batuta inconclusa de Nicholas Ray en “55 días en Pekín”- o ese Egipto en el que uno de los fieles de Julio César fue el Cid, y Octavia, la María Magdalena sevillana.
El inédito cambio de cromos en el que la brújula del Sur apuntaba al Norte y la de Oriente a Occidente se produjo en 1972. Para entonces, Carmen Sevilla ya arrastraba cierta fama de actriz contrastada para los americanos tras interpretar a María Magdalena en “Rey de reyes” una década antes, por lo que no extrañó que Charlton Heston la fichara para “Marco Antonio y Cleopatra”. El ganador del Oscar por “Ben-Hur” no fue el único estadounidense en encapricharse con la folclórica andaluza, a la que un encandilado Frank Sinatra, ese mismo que visitó España atraído por su amor a Ava Gardner y que juró no volver a pisar el país tras sus calabazas, llegó a pasear por Hollywood.
La actriz era una de esas divas que acompañaron a esos exiliados de la meca del cine que venían a ahogar sus penas en los tablaos madrileños y en las copas que se servían en la España del aperturismo. Sin embargo, Carmen Sevilla poco tenía que envidiar a las grandes estrellas de ambos lados del charco. Si en 1954 Marilyn Monroe desfiló ante 100.000 soldados americanos durante la Guerra de Corea, la sevillana hizo lo propio tres años después, cuando visitó Marruecos durante el conflicto de Sidi Ifni para insuflar ánimo a los legionarios españoles, para los que cantó y bailó. También fue, y todavía es, la “novia de España”, mucho antes de que Estados Unidos, que lo hace todo más grande, acuñase el mismo término para Julia Roberts, a la que solíanapodar “la novia de América” durante sus mejores años. Cómo no iba a hacerlo, si, como decía su canción, ella es “Carmen de España valiente, Carmen con bata de cola, pero cristiana y decente”.
Charlton Heston “se sorprendió por la belleza inconmensurable de Carmen”, así como por su “profesionalidad” al rodar “Marco Antonio y Cleopatra”, escribieron José Aguilar y Miguel Losada en “Carmen Sevilla”, un libro que repasa la trayectoria de la española. A pesar de lo efímero de su papel, la actriz dejó su huella en el rodaje del drama histórico, especialmente en Heston, en quien despertó sus bajas pasiones. Cuentan las malas lenguas que el actor y director se propasó con la española, entregándose con más efusividad de la que establecía el guión al beso con la folclórica. Así se lo hizo ver quien sería la mujer del “cuponsito”, que tenía ya 42 años en el momento en el que se estrenó la película y, según se cuenta en los mentideros, abofeteó al americano. Sin embargo, con el tiempo solo halló buenos recuerdos de aquel entonces, con palabras llenas de cariño hacia el que llegó a ser, con el tiempo, su amigo. “Estuve en Hollywood, en la Paramount, y en España rodamos los exteriores. Fue maravilloso. Yo tenía que hablar inglés y lo aprendí de memoria: Charlton me enseñó y la película resultó preciosa. Aún no me lo creo”, escribió Carmen Sevilla para despedir al Cid norteamericano tras su muerte, en abril de 2008.
Una suerte de epitafio en el que la mujer del “cuponsito”, que rechazó un contrato de seis años con la Paramount por no dejar a su familia sola, “a mis padres y mis hermanitos”, bromea sobre una de las escenas más icónicas de “Marco Antonio y Cleopatra”. “Estábamos sentados en la cama, hablando, y de repente él empezó a tocarme los pechos, y a expresar el amor que me tenía, y ¡cómo me hablaba!, fue una maravilla”, reconoció en la también conocida como “Carmen de España”. “Cuando terminó, me dijo: “¡Oh, wonderful!, ¡Thank you, darling!, ¡Thank you, darling!” Y yo grité: “¡Corten!”. Y ya en español: “Oigan, ¡que me escuchen! Que Charlton me tocara los pechos, las tetas, no estaba en el guión“. Y, de repente, él repuso: “Sí, está””, recordó la actriz. No en vano, además de director y protagonista, Charlton Heston adaptó la obra de William Shakespeare en un guión que escribió junto al español Federico de Urrutia.
Una secuencia que ninguno de los dos olvidó a pesar de los años, como evidenciaría la inesperada visita del actor estadounidense al plató del “Sorpresa, sorpresa” presentado por Concha Velasco. Ante una atónita Carmen Sevilla, a la que le habían dicho que una persona que la quería y admiraba le iba a hacer un homenaje, comenzaron a sucederse los legionarios romanos, con sus lorigas y sus lanzas, y esos cascos adornados con penachos de crin de caballo. A la zaga, una cuadriga con un hombre ya vetusto enfundado en un traje que desentonaba en esa estampa militar. Era Charlton Heston, quién si no, arreando el carro con caballos como hiciera en “Ben-Hur” cuatro décadas antes.
Y la segunda vez… lágrimas
“Me puse a llorar. Y él quiso hacer, muchos años después, y sentado junto a mí, la misma secuencia de “Marco Antonio y Cleopatra”, la de los pechos y sus brazos abrazándome”, escribió Sevilla. “Pero yo le tomé el brazo -me acordaré toda mi vida- cuando ya estaba un poco “así” para tocarme el pecho, le di un beso en la mano, y le dije: “¡Thank you, darling! ¡Very much!”. Me puse a llorar porque no me esperaba que esta persona se acordara de mí, de aquellos tiempos de Hollywood”.