Baldur Benedikt von Schirach era descendiente de una noble familia alemana, sin embargo, su madre, Emma Lynah Bailey Middleton, era nieta de dos firmantes de la declaración de independencia de los Estados Unidos. Baldur no habló alemán hasta los 5 años.
La derrota de Alemania en la Primera Guerra fue un golpe terrible para su familia. Su padre perdió el puesto de director del Teatro Nacional de Weimar y su hermano mayor se suicidó. Joven culto, de espíritu romántico y aventurero, Baldur vio en el movimiento nazi el orden necesario para salvar a la nación alemana sumergida en el caos de la anarquía posbélica. La lectura del libro de Henry Ford “El judío internacional“, según declaró años más tarde, incentivó su espíritu antisemita, mientras que el libro de Stewart Chamberlain, “Los fundamentos del siglo XIX“, dio una base pseudocientífica a su racismo.
Entusiasta de la cultura germana, conoció a Hitler mientras estudiaba en Múnich. Este quedó impresionado por los poemas escritos por von Schirach quien, a su vez, se inspiró en la figura del líder nazi para elaborar poesías en las que exalta al “mayor hijo de Alemania… y su genio que brilla entre las estrellas”. Al casarse con Henriette Hoffman, la hija del fotógrafo del Führer, Baldur ingresa al círculo íntimo del jerarca. El matrimonio tuvo 4 hijos (algunos de ellos destacados profesionales y uno de sus nietos es un famoso escritor). Hitler fue el padrino de la boda.
Sin embargo, siempre circularon versiones sobre sus inclinaciones sexuales que crearon suspicacias entre los miembros del partido de este “aristócrata afeminado “. A pesar de los rumores , Hitler le confío la conducción de la rama juvenil del partido.
Von Schirach tenia una notable capacidad organizativa y en poco tiempo se abocó a la misión encomendada. Con solo 25 años se consagró como ídolo de la juventud alemana a la figura de Hitler, el salvador de la patria, única esperanza de un país que hasta entonces había avanzado de forma errática. La pluma de von Schirach asistió a este endiosamiento, los jóvenes repetían a diario los versos escritos por von Schirarch alabando al jefe de este movimiento.
Hitler estaba convencido que su meta era la juventud, ellos eran el campo fértil para la proliferación de sus ideas, a los adultos “les pesa la humillación del pasado”. Debía crear una juventud “violentamente activa, dominante, intrépida y brutal”. Von Schirach había demostrado pasión por este llamado y fue convocado por el Führer para que los jóvenes alemanes “proyectasen el nacional socialismo a la eternidad”. La única organización juvenil quedó bajo su mando. Organizaba campamentos, promovía una vida saludable, predicaba el amor por Alemania y los jóvenes eran adoctrinados en los principios del partido. Cuando egresaban le eran concedidas unas dagas con la inscripción “Sangre y Honor“. De esta forma Hitler conseguía leales seguidores dispuestos a dar la vida por él.
En 1940 von Schirach se incorporó al ejército como oficial y participó de la invasión de Francia, donde fue condecorado con la Cruz de Hierro. Hitler redobló la confianza en este joven aristócrata y lo nombró Gauleiter de Viena, cargo que mantuvo hasta el final de la guerra, a pesar de las discrepancias que tuvo con la conducción nazi.
En Viena deportó a más de 60.000 judíos, tarea que definió como “la mayor contribución a la cultura europea”. El compositor Richard Strauss, director del Festival de Bayreuth (de enorme importancia en la cultura alemana por lo que representaba Wagner para la conducción nazi), sus hijos y su nuera judía, gozaron de la protección de von Schirach, aunque decenas de sus familiares murieron en campos de concentración.
Concluida la contienda, von Schirach fue capturado por las fuerzas aliadas y juzgado en Núremberg junto a otros jerarcas nazis. En su declaración von Schirarch sostuvo que Hitler era “el mayor y más satánico genocida de la historia”. Fue junto a Albert Speer el único hombre allegado al Führer que mostró arrepentimiento. Decía desconocer la existencia de los campos de exterminio, pero reconocía su error al haber adoctrinado a la juventud alemana en la fe de Hitler. Esta confesión no fue suficiente para exculparlo y pasó 20 años en la cárcel de Spandau. Fue liberado en 1966 y se retiró a vivir en el sur de Alemania, dedicándose a escribir sus memorias tituladas “Yo creí en Hitler“.