El objetivismo defiende el “egoísmo racional”, el individualismo y el capitalismo, argumentando que es el único sistema de ideas y económico que le permite al ser humano, haciendo uso de su capacidad de razonar, vivir como tal y alcanzar la libertad, el valor supremo. De igual modo, y como consecuencia de la cadena de pensamientos que ello conlleva, rechaza enfáticamente el socialismo, el altruismo y la religión.
Entre sus principios sostenía que el hombre debe elegir sus valores y sus acciones solo mediante la razón; que cada individuo tiene derecho a existir por sí mismo, sin sacrificarse por los demás ni sacrificar a otros para sí, y que nadie tiene derecho a obtener valores provenientes de otros recurriendo a la fuerza física, la cual, considera, solo es atinente al Estado, institución que Ayn Rand sostiene que no debe tener una injerencia más que mínima en la vida de una sociedad o un país.
Es mucho lo que se ha escrito sobre Ayn Rand. A fines del siglo XX, su obra “Atlas Shrugged” (“La rebelión de Atlas”) fue el segundo libro más solicitado en la Biblioteca del Congreso en los Estados Unidos, después de La Biblia.
Denostada en forma impiadosa y elogiada hasta lo dogmático, las ideas que impulsó Ayn Rand están en la primera plana del poder real de occidente y han sido material de consulta de muchos de los líderes mundiales en los últimos 50 o 60 años. También han despertado el odio y el desprecio de quienes sostienen ideas y dogmas opuestos, tanto aquellos basados en el socialismo como las organizaciones sociales basadas en la ayuda y la caridad. Enemiga de los eufemismos, polémica y dispuesta a discutir sus ideas en cualquier ámbito, desde los círculos intelectuales hasta los programas de televisión, las ideas de Ayn Rand nunca han pasado desapercibidas.
Estas novelas, de estructura similar en forma y en argumento, son utilizadas por Ayn Rand para dar a conocer sus ideas y creencias, las cuales pone en boca de sus personajes principales. En el caso de “El manantial”, el personaje principal es Howard Roark, un arquitecto que se mantiene tozudamente fiel a sus convicciones éticas y profesionales hasta el extremo de rechazar no solo ayuda ajena, sino cualquier tipo de injerencia que intentara torcer sus ideas originales, las que defendía aunque tuviera que ir a la cárcel por ello. A su alrededor, el ámbito de la arquitectura, la filantropía, los medios de comunicación y las organizaciones sociales y políticas dan marco a una exposición de las ideas de Rand y a sus continuas polémicas con… todo el resto del mundo, digamos. En “La rebelión de Atlas”, extensa novela de más de 1200 páginas y más de 40 personajes, aparece John Galt, una especie de adalid misterioso de la libertad de quien todos hablan pero que aparece recién en la parte final de la novela y que en el capítulo 26 (la novela tiene 30) hace una extensa exposición ideológica-filosófica de los valores que la autora sostiene. A su alrededor, Dagny Taggart, dueña de una empresa de trenes, Hank Rearden, empresario del acero, y Francisco D’Anconia, un argentino millonario empresario minero, sostienen su afinidad con Galt, mientras mantienen una permanente lucha y disputa con el Estado y sus funcionarios, el Estado y sus leyes, el Estado y sus políticas… ah, y con la intelectualidad en general.
En un género que podría definirse como “novela-discurso”, Rand se despacha sin ningún miramiento a favor de la libertad a rajatabla como valor supremo y el razonamiento, la creatividad individual y el trabajo como las virtudes para llegar a ella. Y con la misma fiereza que defiende sus convicciones, ataca a aquellas que se oponen.
Como muestra, algunos botones…
“Has oído decir que esta es una época de crisis moral. Y en nombre de la vuelta a la moralidad, has sacrificado todo aquello que creías la causa de tus sufrimientos. Has sacrificado a la justicia… por la misericordia. Has sacrificado a la independencia por la unidad. Has sacrificado a la razón por la fe. Has sacrificado a la autoestima por la negación de ti mismo. Has sacrificado a la felicidad por el deber. Has destruido todo lo que considerabas malo y has obtenido todo lo que considerabas bueno. ¿Por qué, entonces, te horrorizas al ver el mundo que ahora te rodea?” (John Galt)
“Nunca has escuchado otros conceptos morales que no sean los místicos o los sociales. Te han enseñado que la moral es una especie de código de comportamiento impuesto sobre ti por el capricho de un poder sobrenatural o por el capricho de la sociedad, para servir ya sea al propósito de Dios o el bienestar del prójimo, para complacer a una autoridad de ultratumba o de la casa de al lado; pero no para servir a tu propia y única vida. Te han enseñado que tu placer y tu felicidad personal solo se encontrará en la inmoralidad, y que tu interés personal solo lo lograrás satisfacerlo mediante el mal.” (John Galt)
“Durante siglos, la batalla moral fue librada entre quienes sostenían que sus vidas le pertenecen a Dios y quienes sostenían que les pertenecen a sus vecinos.” (John Galt)
“No, no estás obligado a vivir; hacerlo o no es una elección básica. Pero si eliges vivir, debes hacerlo como ser humano: a través de la razón y el juicio de tu mente.” (John Galt)
Sobre la piedad: “Debe haber algo terriblemente mal en el mundo para que un sentimiento tan monstruoso sea llamado virtud”. (Howard Roark)
“Ahora sé en qué consiste la única cualidad que respeto en las personas, y en base a la cual elijo a mis amigos: en un ego autosuficiente. Ninguna otra tiene importancia.” (Howard Roark)
“Es su naturaleza lo que requiere el hombre para sobrevivir, y esto no queda sometido a su arbitrio. Lo que sí está abierto a su elección es si lo descubrirá o no, si habrá de elegir las metas y valores correctos o no. ¿Cuáles son éstas? Esa pregunta debe ser contestada por la ciencia de la ética. Y esa es la razón por la cual el ser humano necesita un código de ética. (…) Los dos factores esenciales del método de supervivencia apropiada de un ser racional son el pensamiento y el trabajo productivo.” (Ayn Rand)
“Los tres valores cardinales de la ética objetivista, es decir, el medio para realizar el valor supremo de una persona, es decir, su propia vida, y al mismo tiempo su realización, son: Razón, Propósito, Autoestima; con sus tres virtudes correspondientes: Racionalidad, Productividad, Orgullo.” (Ayn Rand)
“En el uso popular, la palabra “egoísmo” es sinónimo de maldad; la imagen que evoca es la de un bruto sanguinario capaz de pisotear un sinnúmero de cadáveres para lograr sus fines, que no se preocupa por ningún ser viviente y que solo persigue la satisfacción de caprichos súbitos e insensatos. Sin embargo, el significado exacto de la palabra “egoísmo”, su definición de acuerdo al diccionario, es: “la preocupación por los intereses personales”. Este concepto no incluye una calificación moral; no nos dice si la preocupación sobre lo que a uno le interesa es buena o mala, ni qué es lo que constituye los intereses reales del hombre. La respuesta a esa pregunta corresponde a la ética.” “Egoísmo no es hacer lo que a uno se le antoje, eso es un capricho; es hacer algo que ha sido decidido racionalmente y de acuerdo a su interés personal, el cual está establecido de acuerdo a la escala de valores personal, a los que se llega a través de las virtudes personales.” (Ayn Rand)
“El principio social básico de la ética objetivista es que, así como la vida es un fin en sí misma, todo ser humano es un fin en sí mismo, y no el medio para los fines o el bienestar de otros, ni de Dios ni del prójimo; en consecuencia, el hombre debe vivir para su propio provecho, sin sacrificarse “por” los demás ni sacrificar “a” los demás para su beneficio. Vivir para el provecho propio significa que el propósito moral más elevado del hombre es el logro de su propia felicidad. (…) La felicidad es aquel estado de conciencia que surge de los logros obtenidos con los propios valores.” (Ayn Rand)
“El choque entre el egoísmo y el altruismo reside en las respuestas conflictivas a esas preguntas. El egoísmo sostiene que el hombre es un fin en sí mismo; según el altruismo, es un medio para los fines de otros. El egoísmo implica, primero, una jerarquía de valores fijada por el interés personal de cada uno, y segundo, la negativa a sacrificar un valor más elevado en favor de un valor menos elevado o de algo sin valor.” (Ayn Rand)
Ayn Rand falleció en New York el 6 de marzo de 1982. “Llámenlo destino o ironía, pero yo nací, de entre todos los países de la Tierra, en el menos conveniente para una fanática del individualismo: Rusia. Decidí ser escritora a la edad de nueve años, y todo lo que he hecho se ha circunscrito a tal propósito. Soy estadounidense por elección y convicción. Nací en Europa, pero emigré a Estados Unidos porque este era el país donde una podía sentirse totalmente libre para escribir.”
Seductora y chocante, coherente y provocadora, Ayn Rand generó durante años rechazo y adhesión en forma variable. Y los seguirá generando, seguramente.