Hoy se cumplen 61 años de la muerte del maestro, recopilador, investigador y músico santiagueño Andrés Chazarreta (1876-1960), pilar fundamental del folclore argentino, quien dejó un inmenso legado como difusor de un repertorio que estaba destinado al olvido y registró más de 400 canciones a lo largo de su vida.
“Chazarreta fue alguien que entendió la música y la identidad de lo que hacía, es un personaje que puede servir de inspiración para muchos; revalorizó la música nativa a partir de su trabajo como recopilador y colaboró en el estudio y sistematización de la enseñanza de las danzas folclóricas argentinas, dijo en charla con Télam, Federico Siciliano, docente, músico e investigador.
Figura indispensable que con su intenso trabajo permitió la construcción de un mapa folclórico regional, se crió junto a su abuela y a sus hermanos, ya que su madre murió cuando él tenía cuatro años. En 1895 se recibió de maestro y ejerció la docencia de niños y adultos hasta 1906.
También fue inspector de escuelas, un trabajo que inició en 1905 y que lo llevó a recorrer el país, experiencia que cambió el rumbo de su vida y que despertó en él la curiosidad para indagar en la cultura de cada región.
Ese mismo año comenzó a recopilar obras de autores anónimos, la mayoría surgidas de la transmisión oral, y trasladó esas músicas tradicionales al pentagrama, un gesto inédito hasta ese momento que salvó del olvido a gran parte de la música popular de raíz, principalmente de norte, noroeste y centro del país.
“Lo cierto es que conocemos músicas y danzas que sin su trabajo hoy no existirían”, subrayó Siciliano.
Desde 1906 Chazarreta y su conjunto Arte Nativo se dedicó a mostrar el folclore por todo la Argentina y puso en la consideración general una serie de estilos musicales: escondido, triunfo, llanto, marote, pala, palito, prado, mariquita, media caña, refalosa, aires, chacarera y salta conejo, entre otros.
En esos tiempos también inició su obra y creó los arreglos de “La zamba de Vargas”, que había aprendido en su infancia, considerada por mucho “la madre de las zambas”.
Hay material fílmico, resultado de una suerte de amistad que Chazarreta tuvo con Walt Disney, quien tomó imágenes y producciones suyas en 1943. – Federico Siciliano –
Paradójicamente, cuando tocó por primera vez esa canción en público en 1906, en un pequeño teatro de la ciudad de Santiago del Estero, las autoridades municipales y la clase aristocrática consideraron que la interpretación de la música nativa “era un retroceso para la cultura”.
En el repaso por la trayectoria de Chazarreta, Siciliano indicó que fue una persona inquieta con una larga vida activa: “Era instrumentista, tocaba guitarra, mandolín; también era maestro rural y funcionario gubernamental ligado a la cultura a principio de siglo”.
El momento que marcó un antes y un después en la música argentina fue en 1921, “cuando llega a Buenos Aires con un espectáculo de música y danza de Santiago del Estero: se presenta con su conjunto de Arte Nativo en el Politeama y se convierte en un éxito”, dijo Siciliano.
“Se trataba de la primera vez que la música del campo llegaba a la ciudad, al centro de la Argentina y a un teatro. Era la primera obra presentada en la gran ciudad, puesta a consideración de un público acostumbrado a las obras académicas, y esto tiene un éxito que lo lleva a hacer varias presentaciones”, subrayó el músico acerca de aquel suceso que para muchos fue una suerte de “fundación moral del folclore”.
Si bien aquellas funciones fueron una bisagra en su vida, Siciliano aclaró que por entonces Chazarreta ya era un artista consolidado. “En el 16 ya había publicado su primer álbum de danza y de música nativa y en 1911 formó su conjunto de Arte Nativo que tenía música y cantores santiagueños junto a quienes recorrió todo el país”.
Chazarreta registró más de 400 obras -algunas las compuso y otras las recopiló- , entre las que se destacan “Siete de abril” y “Criollita santiagueña”, por citar apenas un par de las que plasmó en una docena de álbumes.
El músico y docente recordó un dato curioso: “Hay material fílmico, resultado de una suerte de amistad que Chazarreta tuvo con Walt Disney, quien tomó imágenes y producciones suyas en 1943”.
Acerca de la importancia del legado de Chazarreta, Siciliano resaltó que su particularidad residía fundamentalmente en que “en esa época no había referentes que abordaran toda esa expresión que abarca la música, la danza, la proyección y el tema literario”.
“Además, a través de su conjunto -parte del elenco lo formaron algunos de los hermanos Ábalos cuando eran niños- se enseñaba a los más jóvenes, recuperando parte de nuestra cultura, y su aporte no solo fue ligado a la difusión sino que también inspiró a otros estudios y recopilaciones como el de Manuel Gómez Carrillo, que en los años 20 hizo un trabajo de investigación similar en el norte argentino”.