Alan Turing puede presumir de ser una de las personas más importantes de la historia de la humanidad. Matemático británico nacido el 23 de junio de 1912, desde muy pronto comenzó a demostrar su capacidad para entender los algoritmos y conseguir que una máquina también lo hiciera, lo que le llevó a ser considerado como uno de los padres de la computación. Pero su mayor logro fue ‘acabar’ con Hitler: 65 años después de su muerte, ha recibido su merecido reconocimiento.
Ha sido ahora cuando ‘The New York Times’ ha publicado un obituario de la muerte de Turing, en el que se le reconocen todos los méritos que alcanzó, especialmente el de acabar con el código secreto de la máquina Enigma, con la que los nazis se pasaban información secreta sin que Reino Unido fuera capaz de descifrarla. En una sección llamada ‘Overlooked’, el conocido diario ha publicado su obituario, que en su momento no vio la luz por dos motivos: los secretos y su homosexualidad.
El brillante matemático creó, en 1934, la máquina de Turing, considerada como un prototipo de los actuales ordenadores cuyas leyes son la base de la ciencia de la computación. Su amplia experiencia en este campo y su capacidad para entender códigos pronto le convirtieron en una pieza fundamental en la Segunda Guerra Mundial: poder entender el lenguaje variable a través del que se comunicaban los nazis pasó a ser una misión fundamental.
El principal problema que ofrecía Enigma tenía que ver con la capacidad para variar combinaciones de letras a la hora de comunicar un mensaje, lo que complicaba la labor de descifrar el mensaje si no se conocía el código. Alan Turing fue uno de los encargados de dar solución a estas transcripciones, un hecho que se calcula que ayudó a que la ‘gran guerra’ acabara unos cuatro años antes. Héroe de su nación, fue uno de los encargados de frenar el poder de Hitler.
Acabada la IIGM, Turing continuó innovando en el mundo de la informática: por un lado, fue capaz de construir varias computadoras electrónicas programables digitales, algo que no se había conseguido hasta la fecha; por otro, diseñar el famoso ‘Test de Touring’, un criterio a través del que se puede valorar la inteligencia que tiene una máquina comparando sus respuestas con las que ofrecería un ser humano. Pero un robo iba a ser el principio del fin.
Un robo acabó con su carrera
Era 1952 y, mientras trabajaba, alguien entró en su casa y robó algunas de las notas que tenía de sus proyectos. Cuando denunció ante las autoridades, reveló que mantenía una relación homosexual, lo que le valió un castigo a ‘castración química’ por ‘indecencia grave’ bajo las normas de la época y acabó con su carrera profesional: solo dos años después, en 1954, aparecía muerto tras ingerir cianuro. Unos, lo consideraron un suicidio; otros, un asesinato.
Lo cierto es que nunca se le hizo un obituario público, aduciendo que muchas de las grandes tareas que había llevado a cabo se encontraban clasificadas como secreto de Estado y, por tanto, no se podían contar, aunque las sospechas apuntan a que estaba relacionado con su tendencia sexual. Ahora, 65 años después de la muerte del genio que dio el pistoletazo de salida a la computación y que ‘acabó’ con Hitler, recibe el reconocimiento que merecía en el prestigioso ‘The New York Times’.