Adolf Eichmann: el caso del operario secuestrado

¡GUTEN ABEND, HERR OBERSTURMBANNFÜHER!

El sujeto era un hombre muy común, un empleado más. De orejas prominentes y frente ancha debido a su calvicie. Ese 11 de mayo de 1.960, tal como lo hacía todos los días, a las 21.00 horas bajó del transporte público y caminó en dirección a su casa por una calle del tranquilo pueblo de San Fernando, en la provincia de Buenos Aires. Toda la jornada había sido lluviosa y desapacible, anunciando el invierno cercano en Buenos Aires. Buen vecino, y hombre pacífico y trabajador, Ricardo Klement pensó en su próximo aniversario de bodas. De repente, todo ocurrió vertiginosamente. El automóvil apareció por la calle y frenó bruscamente frente a él. Descendieron tres sujetos de traje y sombrero y oyó unas palabras lejanamente familiares: “¡Guten abend, Herr Obersturmbannfüher!” (Buenas noches, señor Jefe Superior). Fue lo último que percibió antes de perder el conocimiento debido al golpe que recibió en su cabeza dado con una cachiporra. Otra versión indica que los agentes israelíes fingían arreglar un auto descompuesto y al pasar el hombre frente a ellos, lo tomaron del cuello y lo subieron por la fuerza al automóvil y lo taparon con una frazada. Más allá de cómo hayan sido realmente los acontecimientos, los agentes del Mossad, el Servicio Secreto Israelí, habían actuado rápida y eficientemente. Tenían al hombre. Quince largos años de espera y paciente investigación habían dado sus frutos. David Ben Gurión, en la lejana tierra, sonreiría satisfecho al conocer la noticia.

 

ACERCA DE QUIEN ERA EN REALIDAD RICARDO KLEMENT Y COMO LLEGÓ A LA ARGENTINA

Adolf Eichmann había nacido en 1.906 en Solingen, Alemania, y había pasado su niñez en Linz, por aquel entonces Imperio Austrohúngaro. Durante su adolescencia tuvo un amigo llamado Salomón, de origen hebreo, que le enseñó a hablar el yidish a la perfección. En su juventud, a principios del régimen Nazi se afilió a las SS. En el año 1.935 se casó con Verónica Liebdl y tuvieron cuatro hijos, el menor de ellos nacido durante su estadía en Argentina.

Este hombre, de personalidad un tanto compleja y desconcertante, fue ascendiendo dentro de las SS hasta llegar al grado de Teniente Coronel. Sin embargo, en los años próximos a la Segunda Guerra Mundial, cuando los nazis alemanes sopesaban las distintas posibilidades de tratamiento del “problema judío” se mostró partidario de la deportación en masa. Incluso llegó a apoyar la idea de la creación de un estado judío fuera de Europa. No era un antisemita fanático en sus comienzos. Para él, tal como declaró en el juicio que se le hizo en Israel, “los judíos eran meros números, una cuestión de estadística”. Finalmente, cuando los alemanes luego de la reclusión de los hebreos en los llamados “ghetos”, deciden la llamada “solución final” (que consistía en el exterminio liso y llano) Adolf Eichmann es el encargado de la logística del traslado de aquellos hacia los campos de concentración. Él fue el artífice de la creación de los “Judenräte”, es decir los consejos formados por judíos, que actuaban como colaboracionistas, facilitando las deportaciones y aportando las identificaciones necesarias, o sea, practicando directamente la delación.

Tuvo responsabilidad directa y participación activa en el Holocausto, incluso en los últimos tiempos, cuando hasta el mismo Himmler, viendo la inminente catástrofe final de Alemania, decidió terminar con los asesinatos masivos. Eichmann siguió, no obstante, llevando a cabo su macabra tarea con precisión y celo “ejemplar” en el cumplimiento de su deber.

Al final de la guerra fue capturado por el Ejército Norteamericano, pero no pudo ser identificado pues se hizo pasar por un cabo de la Lutwaffe (Fuerza Aérea Alemana), es decir un hombre sin importancia, por lo cual, estando recluido tras una simple empalizada pudo evadirse. Luego estuvo algún tiempo escondido en algún lugar del norte de la misma Alemania, haciéndose pasar por leñador, para aparecer a principios de 1.950 en Génova (Italia) bajo el nombre de Ricardo Klement. Allí habría obtenido, aparentemente, un pasaporte emitido por la Cruz Roja y un visado del gobierno argentino.

Ricardo Klement se embarcó hacia la Argentina el 15 de junio de 1.950 y al llegar comenzó a trabajar en una empresa en Tucumán, luego, en 1.952 se reunió con su familia y alternó su trabajo como operario en la fábrica Mercedes Benz, en González Catán, y vendedor de jugos de frutas en Acassuso, provincia de Buenos Aires.

 

LA CACERÍA: “¡POBRE EICHMANN! ¡HACIENDO PIEZAS DE AUTOMÓVILES, DESPUÉS DE HABER SIDO UNO DE LOS HOMBRES MAS PODEROSOS DEL REICH!”

Luego de finalizada la guerra, los judíos refugiados en Palestina se preocuparon especialmente en no dejar de lado la búsqueda de Eichmann. Parecía que se lo hubiese tragado la tierra, incluso se especulaba con la idea de que hubiese muerto. Su mujer vivía en Linz, Austria, y dedicaron agentes especiales a vigilarla permanentemente, incluso rentaron una vivienda cerca de la casa de ella con la esperanza de que el hombre apareciese en cualquier momento. Pero el tiempo pasaba y no asomaba la más mínima pista que indicara donde se encontraba Adolf Eichmann. Algunas versiones indicaron que había sido localizado en Egipto, Turquía, en la España de Franco incluso, pero ninguna tuvo confirmación fehaciente y todas fueron descartadas.

Hacia principios de 1.960, ya con el estado de Israel establecido en parte de lo que había sido Palestina, se enviaron a la Argentina algunos agentes, pues se había tenido noticias fehacientes que aseguraban que Adolf Eichmann se encontraba en nuestro país. Los agentes judíos llegaron, alquilaron varios inmuebles y automóviles, y de manera inmediata comenzaron a mezclarse con algunos círculos de alemanes, cuidando de no despertar sospechas; para ello fueron muy cuidadosos de seleccionar personal que en lo físico no tuviese rasgos hebreos. Luego de algunos meses de infructuosa búsqueda, inopinadamente dieron con la punta del ovillo. Una noche, en un bar, y luego de varias cervezas, oyeron a un residente alemán mencionar con total naturalidad: “¡Pobre Eichmann! ¡Haciendo piezas de automóviles, después de haber sido uno de los hombres más poderosos del Reich!”.

Adolf Eichmann trabajaba como operario en la Mercedes Benz y vivía en San Fernando, junto a su esposa, al norte de la ciudad de Buenos Aires, en una tranquila calle de tierra de nombre “Garibaldi”.

Para atraparlo, fueron importantes los datos aportados por Simón Wisenthal, el famoso cazador de nazis, e intervino también quien fuera en aquel tiempo Jefe del Mossad, un tal Isser Harel.

Una de las versiones indica que un vecino suyo, un judío alemán de nombre Lothar Hermann habría aportado datos importantísimos y ayudado en la identificación. Finalmente, en la noche del 11 de mayo de 1.960 se encontraba todo listo para atraparlo ni bien descendiera del transporte público del cual regresaría a su casa luego de una jornada de trabajo en la fábrica Mercedes Benz.

Esa noche, los agentes esperaron el colectivo, y estaban listos para echarle mano al hombre ni bien bajara, pero el transporte aminoró su marcha al acercarse a la parada, y…sin detenerse continuó su marcha.

Eichmann no viajaba en él. Desazonados, estaban a punto de retirarse del lugar, luego de parlamentar entre sí, y convencidos de que el sujeto había sido advertido. Entonces apareció otro colectivo por la calle. Decidieron esperar. El vehículo detuvo su marcha, y de él descendió un hombre algo calvo, y de orejas prominentes que comenzó a caminar por la calle de tierra…

EL ESCAPE: UN GOLPE MAESTRO APROVECHANDO UN FESTEJO Y ALGO DE INGENUIDAD DEL GOBIERNO DE ARTURO FRONDIZI

En mayo de 1.960 nuestro país se preparaba para festejar los ciento cincuenta años de la Revolución de Mayo (en algunas publicaciones extranjeras se habla de “Independencia” por desconocimiento), entonces habían sido invitadas delegaciones de varios países a que participaran en los festejos. El Estado de Israel había enviado a su delegación en la línea aérea EL-AL a asociarse a la celebración, mostrando los buenos términos en que se encontraban ambos gobiernos. Varios agentes israelíes aprovechando la ocasión viajaron al país con el objeto de aprovechar las permisividades que se otorgaban en cuanto a controles, y embarcar en un vuelo de vuelta al hombre secuestrado. De esa manera se lo llevarían a Israel para ser juzgado por sus crímenes.

Adolf Eichmann había permanecido algunos días siendo interrogado por agentes del Mossad, escondido en un departamento, luego, cuando llegó el momento de embarcar en un avión de la línea aérea israelí, fue trasladado al lugar y convenientemente narcotizado, para aparentar que se trataba de un integrante de la delegación que se hallaba borracho.

Así fue sacado del país, aprovechando el escaso control de las autoridades argentinas. El 19 de mayo del avión turborreactor “Britannia” de la línea aérea “El-Al” aterrizaba en Argentina trayendo la delegación israelí para asociarse a nuestros festejos, Al día siguiente el avión despegó de vuelta a Israel con un manifiesto diciendo que iban 19 tripulantes. Nadie se tomó el trabajo de comprobar si eso era cierto…

Luego el asunto, al conocerse, traería algunos roces a nivel diplomático. Argentina protestaría firmemente por lo que consideraría una violación a la soberanía, Israel trataría el tema con algunas dilaciones, luego explicaría el secuestro basándose en que no existía en ese tiempo tratado de extradición entre ambos países. Finalmente, todo terminaría con un pedido de disculpas oficial de Israel hacia nuestro país para salvar las formalidades y todos en paz.

EL JUICIO: “¡LARGA VIDA A AUSTRIA, LARGA VIDA A ALEMANIA, LARGA VIDA A LA REPÚBLICA ARGENTINA!”

El 23 de mayo de 1.960 Adolf Eichmann compareció ante un Tribunal de Tel Aviv- Jaffa, acusado de crímenes de guerra. El acusado basó su defensa en el principio “Befehl ist befehl” (órdenes son órdenes). Sin embargo, contó con las debidas garantías del proceso, tuvo a su abogado defensor, el prestigioso letrado de nacionalidad suiza Robert Servatius, cuyos honorarios fueron pagados por el estado de Israel. El tribunal encontró a Eichmann culpable de por lo menos quince crímenes contra la humanidad. Finalmente fue condenado a morir en la horca, y ejecutado el día 31 de mayo de 1.962. Sus cenizas fueron esparcidas en algún lugar del mar Mediterráneo, para que su tumba no sirviera para monumento o recordatorio de naturaleza alguna. Es la única sentencia de muerte que se ha llevado a cabo hasta la fecha en Israel. La escritora Hannah Arendt escribió un célebre ensayo sobre la banalidad del mal, en el cual reflexiona acerca de la circunstancia terrible de que el mal no solo se encuentra en grandes personajes como Hitler, sino en seres comunes como Eichmann, que cometieron las mayores atrocidades pensando en que sólo cumplían con su deber; y el grado de sujeción al cual llega un individuo dentro de un régimen totalitario.

Las últimas palabras de Adolf Eichmann antes de morir fueron: “Larga vida a Austria, larga vida a Alemania, larga vida a la Argentina. Estos son los países con los que más me identifico y nunca los voy a olvidar. Tuve que obedecer las reglas de la guerra y de mi bandera. Estoy listo.”

 

 

 

 

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