Adam Smith, filósofo antes que economista

Adam Smith nació en Kirkcaldy, un pueblo de la costa este de Escocia, al norte de Edimburgo. No hay certeza sobre el día de su nacimiento; se suele aceptar que fue el 5 de junio de 1723, pero en realidad esa fue la fecha de su bautismo. Al igual que su admirado Isaac Newton, fue un niño póstumo: su padre (también llamado Adam Smith) había muerto pocas semanas antes.

Esta dramática circunstancia y la débil salud del niño generaron una estrechísima relación entre éste y su madre, Margaret Douglas. Adam vivió siempre con ella, nunca se casó y de hecho la sobrevivió apenas seis años.

En 1737 ingresa en la Universidad de Glasgow y recibe la influencia de la ilustración escocesa; en 1740 continúa su formación en Oxford, donde permanecería seis años. En 1748 es invitado a dictar conferencias sobre retórica, literatura y otros temas en Edimburgo. El muy buen resultado de esta experiencia le significó un nombramiento como catedrático en la Universidad de Glasgow en 1751 en Lógica y en Filosofía Moral, una amplia denominación que incluía no sólo ética sino también derecho y ciencias humanas, sociales, económicas y políticas; por entonces inicia además una firme amistad con David Hume.

En 1759 publica su primer libro: “La teoría de los sentimientos morales”. Este libro, que es una obra notable, tuvo gran éxito y cambió la vida de Smith. A causa de esta obra le ofrecen ser el tutor del duque de Buccleugh, lo que es aceptado por Smith; en 1764 abandona la universidad y durante tres años se convierte en el tutor del joven duque, con quien viaja por Suiza y Francia. Aprovecha el viaje para desplazarse a Ginebra, donde conoce a Voltaire y se relaciona con figuras importantes del pensamiento francés en el ámbito económico y político como Diderot y D’Alembert.

De regreso en Kirkcaldy en 1767, y gracias a una pensión vitalicia de trescientas libras al año que le concedió el duque, Smith dedica los diez años siguientes a escribir su gran obra económica, cuyo título completo es “Una investigación sobre la naturaleza y las causas de la riqueza de las naciones” (esta obra es conocida mundialmente como “La riqueza de las naciones”), que fue publicada en 1776.

Smith escribió y publicó además numerosos ensayos filosóficos. A la muerte de su amigo David Hume, Smith publica su obituario; es atacado por elogiar la obra de Hume, que era criticado por ser antirreligioso. “Una simple e inofensiva hoja de papel… me causó diez veces más insultos que mi ataque contra de todo el sistema comercial de Gran Bretaña”.

En 1778, Adam Smith es designado Comisario de Aduanas en Edimburgo; su padre y otros antepasados habían trabajado también para el servicio aduanero. Smith cumplió con su tarea a conciencia; tareas que no eran contradictorias a su doctrina económica, ya que Smith no era partidario de la eliminación de los aranceles sino de su moderación y de establecer una reforma a las pautas existentes.

En 1787 fue nombrado rector honorífico de su antigua casa académica, donde había estudiado y enseñado: la Universidad de Glasgow. Smith consideró ese nombamiento un gran honor, ya que solía decir que la etapa más feliz de su vida fue la de los trece años en que fue profesor allí.

Las ideas económicas de Adam Smith, así como su obra “La riqueza de las naciones”, son consideradas fundacionales para la economía como la conocemos; más aún, Smith es considerado el padre de la economía moderna. Sin embargo, la atención sobre su pensamiento filosófico y sus escritos sobre eetica y moral ha sido siempre menos trascendente. Esa asimetría en cuanto a la consideración de su obra refleja la percepción equivocada que se suele tener sobre Adam Smith.

Es una idea muy extendida que Smith es el padre de una ciencia, la económica, y de una doctrina: el liberalismo. La sabiduría popular (poco sabia, habitualmente) asocia a Smith con la más conocida explicación de la teoría económica, según la cual “la libertad de mercado” actúa como una mano invisible que maximiza el bienestar general. Sin embargo, esta es sólo una visión parcial de sus teorías. Smith plantea que es el interés propio de cada individuo el que conduce al bienestar general (eso es lo que él denomina “la doctrina de la mano invisible”). Smith afirma que el hombre necesita casi constantemente la ayuda de sus semejantes, y es inútil pensar que estos le prestarán atención o lo ayudarán solamente por bondad. “No es la benevolencia del carnicero o del panadero la que los lleva a procurarnos nuestra comida, sino el cuidado que ellos prestan a sus propios intereses”.

Esto ha sido interpretado frecuentemente de forma errónea, dejando traslucir como que sólo el egoísmo y el interés propio lleva al bienestar general. Sin embargo, lo que Adam Smith pretendía transmitir es que el interés propio de cada persona por satisfacer sus necesidades, en un sistema económico libre, acabaría favoreciendo también al resto de las personas. También deja claro en su obra que, en un sistema económico, el interés personal no es la única motivación, ya que si así fuera, toda negociación resultaría imposible.

Smith ha escrito sobre temas importantes en el ámbito de las relaciones económicas, como la acumulación del capital como fuente para el desarrollo económico, el reconocimiento de la división del trabajo (especialización de tareas) para la reducción de costos de producción, la predicción de posibles conflictos entre los dueños de las fábricas y los trabajadores mal asalariados y la defensa del mercado competitivo como el mecanismo económico más eficiente.

En ocasiones, además, se exagera y se lo muestra a Smith como un economista contemporáneo o como un liberal extremo, y ambas imágenes son falsas. Pero la distorsión más grave es creer (y muchas veces difundir intencionalmente) que Smith fue algo así como el profeta del “capitalismo salvaje”, entendiendo por eso un contexto que incluye un mercado sin justicia ni valores éticos, sólo orientado por el egoísmo y la codicia.

A quien más indignarían estos conceptos y afirmaciones sería al propio Adam Smith, que fue ante todo un moralista, un hombre de una ética intachable, un admirador y ejecutor de la severidad estoica, que se preocupó siempre por las normas que limitan y buscan disciplinar la conducta humana.

Adam Smith no era únicamente un economista, ni siquiera era esa su displina principal; de hecho, en sus tiempos la economía aún no se había desarrollado como disciplina independiente. Sus intereses abarcaban no sólo economía, ética, filosofía, política y jurisprudencia, sino también literatura, lingüística, psicología e historia. Pero el ámbito principal de Smith era la filosofía, fundamentalmente en la ética, en cuyo marco incluía la economía como un aspecto particular.

Adam Smith murió en Edimburgo el 17 de julio de 1790, a los sesenta y siete años.

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