A 80 años del hundimiento del Athenia

Son las 20 horas del 3 de septiembre de 1939. Hace instantes que Gran Bretaña y Francia han declarado la guerra a la Alemania nazi. El submarino alemán U-30 navega silencioso a 200 millas al oeste de las islas Hébridas. La niebla es muy espesa; por más esfuerzo que hagan los vigías en la torre no logran penetrarla.

El comandante Lemp está en la torre junto al primer oficial, sus ojos están más entrenados que los de sus mejores marineros…

De pronto una enorme masa grisácea comienza a recortarse en la bruma. Como un fantasma que emerge desde la nada un enorme barco viene hacia ellos. Tiene las luces apagadas y navega en zigzag, una táctica empleada desde la gran guerra para dificultar el lanzamiento de torpedos. Todos se agitan en la cubierta. Lemp cree que la suerte le sonríe; es el primer día de la guerra y piensa que un enorme crucero auxiliar inglés se presenta alegremente ante sus tubos de torpedos. “¡Alarma de combate! ¡Sumergirse!”

En solo un momento el comandante está frente el periscopio. El gran vapor está en el centro de su mira y comienzan los cálculos de distancia, velocidad y rumbo del enemigo. Los datos son ingresados al complejo calculador mecánico que da la “solución de tiro” en forma automática. Un innovador sistema envía esos datos a los torpedos en forma instantánea. Algo impensado pocos años antes. La misma operación se repite varias veces en pocos minutos.

“¡Fuego!” Un leve vaivén indica que tres proyectiles han dejado la nave. El ingeniero trabaja denodadamente para compensar con lastre el peso perdido y de esa forma mantener la nave a una profundidad constante. Se oye una única y estremecedora explosión. Solo uno de los torpedos ha funcionado, un problema recurrente para los alemanes en los inicios del conflicto.

El U-30 emerge de inmediato. El comandante de un salto sale a la torre y toma sus prismáticos. La niebla ha cedido bastante y los rayos mortecinos de la luna iluminan un barco gigantesco que se hunde de popa en las aguas gélidas del norte. En ese momento el radiotelegrafista de a bordo capta una señal estremecedora. Es el llamado de auxilio de la presa del sumergible alemán. Abrumado, el marinero informa al oficial que han atacado al barco de pasajeros inglés “SS Athenia”, de 13.500 toneladas de desplazamiento. El comandante Lemp siente que sus piernas le flaquean ¿¡Qué es lo que ha hecho!? Ha desobedecido la orden expresa de no atacar barcos de línea.

El Athenia era uno de aquellos lujosos transatlánticos que marcaron una época. Pertenecía a la Donaldson Atlantic Line Ltd. Mientras los tanques de Hitler violaban la frontera polaca el 1 de septiembre y daban comienzo a la Segunda Guerra Mundial, el barco de pasajeros se encontraba embarcando pasajeros canadienses y americanos en Glasgow. El hecho de que muchos pasajeros estadounidenses viajaran a bordo esa fatídica noche, algo que el capitán del U-30 desconocía, agravaba considerablemente el incidente.

Ciento doce personas perdieron la vida en el hundimiento, entre ellas sesenta y nueve mujeres y dieciséis niños. Era el primer torpedeamiento de la guerra y los fantasmas del “Lusitania”, un caso similar de 1915 que casi hace ingresar a Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial, amenazaban con resurgir desde el pasado.

Lemp, aterrado, decidió no informar por radio de su error. Simplemente sumergió su nave y se largó de allí. Esta actitud enrareció todavía más la serie de versiones que comenzaron a rodear el desastre naval. Mientras Estados Unidos y Gran Bretaña denunciaban el vandálico hundimiento, la Marina de Guerra de Alemania comunicaba a Hitler que ellos nada tenían que ver con ese hecho.

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Marinos observan el hundimiento del Athenia.

Marinos observan el hundimiento del Athenia.

Mientras tanto, el 27 de septiembre, el U-30 retornó a puerto y su comandante no tuvo más remedio que reconocer los que había hecho. A esa altura de los acontecimientos, los alemanes no tuvieron otra opción que mantener todo en un absoluto secreto, y así siguieron negando su responsabilidad en el hundimiento. Incluso ordenaron suprimir el libro de navegación del submarino para borrar toda prueba. Lemp, por su parte, no fue sometido a una corte marcial.

El 22 de octubre, el ministro de propaganda nazi Joseph Goebbels informó a la prensa que el hundimiento del “Athenia” había sido ordenado por los mismos ingleses, es decir por Winston Churchill en persona. Según el macabro personaje, los perpetradores británicos buscaban crear un incidente entre Estados Unidos y Alemania para que los americanos ingresaran en la guerra. “Miente y miente que algo queda”.

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