Ed Gein, el asesino en serie que inspiró a Hitchcock

La infancia y la adolescencia son las dos etapas claves en la vida de todo asesino en serie. En la mayoría de serial killers , aquellos años donde se cultiva no solo la educación, sino las normas, la ética y la personalidad, la familia donde crecen influye sobremanera en su comportamiento delictivo. En el caso de Edward Theodore Gein, más conocido como Ed Gein, no iba a ser menos. Su infancia claramente le marcó, y mucho.

De padre maltratador y madre estricta y fanática religiosa, el joven engendró una relación tortuosa e incestuosa con la matriarca. El complejo de Edipo que sufría derivó en una obsesión por la sangre y la tortura. La historia del conocido como ‘Carnicero de Plainfield’, ha inspirado series de televisión y películas como Psicosis de Alfred Hitchcock.

La moral y el pecado

Edward nació el 27 de agosto de 1906 en el condado de La Crosse en el estado de Wisconsin (EEUU). Con siete años, se trasladaron a la ciudad de Plainfield, a un pequeño rancho aislado a las afueras de la localidad para ejercer como granjeros. Uno de los primeros y más inquietantes recuerdos que Gein tuvo en su infancia: cuando, desde la puerta del matadero de la tienda de sus padres, observaba cómo abrían en canal a los cerdos con un cuchillo largo y afilado.

Al principio, Ed decía que la matanza le producía náuseas y que ver sangre le provocaba el desmayo. Aunque esa aversión chocaba con algunas de sus aficiones. Nos referimos a los cómics de terror y los libros dedicados a las torturas perpetradas en los campos de concentración nazis.

5fa522d8af443.png

Augusta, madre de Ed Gein, el

Augusta, madre de Ed Gein, el ‘Carnicero de Plainfield’

Durante los primeros dieciséis años de su vida, el único contacto del niño con la realidad fue el colegio. Pero Augusta le acaparaba tanto que le prohibía tener amigos para evitar que su pureza moral fuese manchada. De hecho, mientras citaba la Biblia, le recordaba que todos los hombres eran unos pecadores. Poco a poco se forjó una relación de lo más extraña, “una relación de amor-odio”, explica el psiquiatra George Amdt. Porque, el muchacho “la escuchaba, la adoraba y le hacía caso en todo”,

Sin embargo, con el tiempo aquella situación se convirtió en el “caldo de cultivo perfecto para una patología psiquiátrica”, asegura Harold Schechter autor de Deviant. “Eran cuatro personas bajo el dominio de esa mujer. Era el ambiente perfecto para la locura”.

En cuanto al maltrato paterno, terminó en cuanto falleció en 1940. No sería la única muerte que sufriría la familia Gein. Parece ser que el fallecimiento de su hermano Henry, en realidad fue el primer crimen que cometió este psicópata. Y pese a que nunca se logró demostrar, todo apuntaba a que tras la muerte del patriarca, las disputas entre hermanos fueron in crescendo. Henry veía que la dependencia de Ed hacia su madre le perjudicada, algo que él negaba taxativamente.

Poco después, Henry moría en extrañas circunstancias: un incendio en la granja familiar terminaba con su vida. Según explicó Ed a la policía, ambos intentaron apagar el fuego, pero su hermano no logró escapar de las llamas. Tras pedir ayuda, no solo indicó el lugar donde se encontraba el cadáver de su hermano, si no que éste apareció con un golpe en la cabeza. Finalmente, la investigación certificó muerte por asfixia. Era 1944.

Suplantando a su madre

Primero el padre, después el hermano y un año más tarde de la tragedia del incendio, Augusta también fallecía. Sufría problemas del corazón. Al contrario que con los dos primeros, la muerte de su madre afectó sobremanera a Gein. No tenía a nadie más con quien comunicarse. “Se dio cuenta que no sabía hacer nada sin su madre”, indica Amdt. Porque su madre era “su único vínculo con la cordura”.

A partir de entonces, Ed dio rienda suelta al instinto criminal que le atormentaba. Ya no tenía la guadaña inquisitiva de su madre reprobando su conducta inmoral. Pero sí su voz, continua y permanente, hablándole en su mente.

5fa52147e531d.png

Ed Gein pasó el resto de su vida internado en un psiquiátrico

Ed Gein pasó el resto de su vida internado en un psiquiátrico

La manera que Gein encontró de restituir la figura de Augusta fue la de profanar tumbas. Robaba cadáveres de mujeres de mediana edad que pudieran suplantar la imagen de su madre. Para ello, miraba la sección de esquelas del periódico local y seleccionaba a las víctimas. Después acudía al cementerio en el fragor de la noche, desenterraba los cadáveres, los cargaba en su furgoneta y los trasladaba hasta el sótano de su casa. Aquel lugar escondía los crímenes más horripilantes que podemos recordar.

Y aunque durante aquellos años, su hobbie se centró en el robo de personas muertas, a partir de 1947 se le atribuyen inexplicables desapariciones tanto en Plainfield como en sus alrededores.

5fa51702da953.jpeg

Recorte de la muerte de Bernice Worden y la foto de Mary Hogan

Recorte de la muerte de Bernice Worden y la foto de Mary Hogan

Una niña de 8 años a la puerta de su casa; una adolescente de 15 mientras cuidaba a los hijos de un vecino; un granjero y su amigo que iban a cazar… Pero nadie sabía quién era el artífice de estas ausencias. Tuvieron que morir dos mujeres, Mary Hogan y Bernice Worden, para que las autoridades señalaran a Ed Gein como el asesino.

Según los exámenes psicológicos que le realizaron una vez detenido, estos ratificaron que Edward era un hombre inteligente, por encima incluso de la media. Que infundía respeto y confianza en algunos de sus vecinos, pero con un trastorno emocional por el que a veces se comportaba de forma irracional. Otras en cambio, tenía períodos más lúcidos y de calma durante los cuales, sentía remordimientos.

Todo ello unido a un desarrollo sexual y emocional tardío producido a causa de la represión ejercida por su madre, hizo que Gein creara un mundo de extrañas fantasías. En él, sus sentimientos con respecto a las mujeres se confundían con el dolor que sentía por la muerte de su madre y el temor a transgredir su propio y peculiar código moral.

Aquel conflicto se reflejaba en su mirada. Vecinas como Lena Trickey, afirma que se sentía muy incómoda en su presencia. “Había algo en sus ojos que me molestaba”, relata. “No era el tipo de persona en la que yo confiaría”, recalca. Curiosamente, aquel sentimiento solo lo tenían las féminas de la localidad.

A la luz de la luna

Así que con aquella patología, sumada a su irrefrenable impulso de matar, el asesino en serio eligió a su primera víctima. Mary Hogan, dueña de la taberna del pueblo, sufrió toda clase de vejaciones y disecciones. Era noche de luna llena, su favorita, porque se vestía con su particular disfraz de mujer confeccionado con la piel humana de sus víctimas.

Mientras el asesino perpetraba aquel macabro ritual en el sótano de su finca, un granjero de la zona, Seymour Lester, entraba a la taberna de la mujer. Era la tarde del 8 de diciembre de 1954. Seymour entró al local que estaba abierto e iluminado, pero completamente vacío. Todo era muy raro. Comenzó a llamar a Mary y nadie contestaba.

5fa525fd54e8c.png

Imagen de la cocina de Ed Gein

Imagen de la cocina de Ed Gein

Fue entonces cuando vio una gran mancha de sangre en la puerta que daba a la habitación trasera. Llamó al sheriff para pedir ayuda y cuando llegó con sus ayudantes, siguieron esas manchas de sangre que conducían al aparcamiento.

El coche de Mary seguía aparcado, y la mancha de sangre terminaba al lado de unas huellas recientes de un camión. Junto a ellas se toparon con un cartucho de pistola calibre 32. Las evidencias apuntaban a que Mary había sido asesinada y que habían arrastrado su cuerpo hasta un coche que esperaba fuera. No había señal alguna de lucha, no habían robado dinero de la caja registradora y tampoco parecía haber ningún motivo para tal crimen.

Las noticias sobre este misterio se propagaron con rapidez y a medida que pasaban las semanas sin que las autoridades encontraran nada nuevo, una pregunta surgía en todas las conversaciones: “¿Qué le pasó a Mary Hogan?”. Un mes después de los hechos, el mismísimo Ed Gein participó en uno de lo corrillos. Su antiguo vecino, Fred Rein, recuerda que dijo: “Está en casa, en la granja”. Pero nadie le hizo caso. Todos pensaron que bromeaba. Desgraciadamente, decía la verdad. Él la había asesinado.

Mary Hogan no fue la única víctima que pasó por la sala de operaciones de su sótano. La ferretera Bernice Worden fue su siguiente ‘invitada’ en la denominada “Granja de los horrores”. Bernice y Mary tenían algo en común para Gein: “No eran buenas mujeres”. O eso decía él.

A sangre fría

Era la mañana del sábado del 16 de noviembre de 1957 cuando el criminal arribó hasta la ferretería del pueblo propiedad de Bernice para comprar anticongelante. La mujer, de mediana edad y separada recientemente, se sorprendió cuando Ed le pidió salir. No le tomaba muy en serio. Así que tras apuntar su nombre en el libro de registros –lo hacía con cada comprador por tema de contabilidad-, Gein sacó su escopeta y la disparó. Cargó su cuerpo hasta el sótano y realizó el mismo ritual que con Mary.

Nadie echó en falta a la ferretera hasta bien entrada la tarde, cuando el encargado de la gasolinera vio la puerta cerrada con las luces encendidas. Cuando las autoridades llegaron, se encontraron con un gran reguero de sangre que llegaba a la parte trasera y se perdía tras unas huellas de furgoneta. Una vez registrado el local, se percataron del último apunte de Bernice. El nombre de Ed Gein aparecía como su último cliente.

Mientras tanto, el asesino recibía la visita de unos amigos de la infancia. Bob y Darlene Hill llamaron a su puerta y Ed salió con las manos manchadas de sangre. Su excusa: estaba despedazando un ciervo. Les invitó a entrar, se lavó, se cambió de ropa y se dirigieron cenar a casa de la madre de los Hill. Fue allí cuando otro vecino apareció informando de la desaparición de Bernice. En ese instante, Gein reaccionó con un: “Debe tratarse de alguien con mucha sangre fría”.

Su amigo instó a que fuesen al pueblo para informarse y ayudar a la policía, pero en ese instante, varias unidades del sheriff irrumpieron en la propiedad. Iban a detenerle. Cuando Gein les vio, lo primero que soltó fue: “Alguien me ha incriminado”.

La granja de los horrores

En cuanto uno de los agentes confirmó por radio la detención del asesino, el sheriff junto al capitán del condado comenzaron a inspeccionar la casa de Gein. Durante el rastreo, se toparon con cadáveres colgando, restos de cuerpos humanos, montañas de basura, excrementos, libros de medicina y anatomía, y toda clase de elementos fabricados con piel humana. Por no mencionar cabezas reducidas al estilo jíbaro. Un apunte importante: el cadáver de su madre, Augusta, yacía aún en la cama de su habitación. Jamás fue enterrada.

Mientras investigaban su granja, Ed esperaba tranquilamente en la Prisión del Estado de Wautoma custodiado por dos policías. A las 2:30 de la madrugada del sábado 17 de noviembre, el sheriff regresó del escenario del crimen y le interrogó durante doce horas. No abrió la boca. Permaneció en silencio.

5fa51be4eb6b3.jpeg

Ed Gein,

Ed Gein, ‘Carnicero de Plainfield’, detenido

Fue a la mañana siguiente cuando el sospechoso confesó haber matado a Bernice y Mary Hogan. Sin embargo, siempre negó haber practicado canibalismo con los cadáveres, tal y como le insistieron los investigadores tras ver las múltiples mutilaciones que poseían los cuerpos.

Por otro lado, cuando los detectives le preguntaron sobre los otros cadáveres que encontraron en el sótano, Ed Gein afirmó que los había sacado del cementerio tras profanar sus tumbas. Eso sí, negó haber practicado sexo con ellos. Ahí cuando la prensa pasó a bautizarle con el apodo de “El Carnicero de Plainfield”. Acababan de destapar a un monstruo que estaba escondido.

Inspiración para el cine y la televisión

Tras varios exámenes psicológicos, el 18 de diciembre los médicos concluyeron que Gein sufría esquizofrenia y que por consiguiente, no estaba en condiciones de asistir a un juicio. Pero aquello no reconfortaba a los ciudadanos de Plainfield.

Después de pasar las navidades en un hospital psiquiátrico, el 6 de enero de 1958 el acusado escuchó impasible, comiendo chicle, el testimonio de tres psicólogos. Finalmente, el juez aceptó las recomendaciones de los expertos, y Ed Gein fue internado en el manicomio del Estado por tiempo indefinido. Pero aquella decisión judicial levantó tal oleada de protestas entre los habitantes de la localidad, que un día antes del domingo de ramos, en marzo de 1958, la famosa “Granja de los horrores” acabó en llamas.

5fa51f5363647.png

Los vecinos queman la granja de Ed Gein

Los vecinos queman la granja de Ed Gein

Los crímenes de Ed Gein y sobre todo la extraña y enfermiza relación que mantenía con su madre, inspiraron directamente la novela Psicosis de Robert Bloch, que más tarde sería adaptada al cine gracias a Alfred Hitchcock. De hecho, el cineasta recuperó la truculenta personalidad de este asesino en serie para crear el personaje de Norman Bates, interpretado por Anthony Perkins, y cuya precuela, la serie Bates Motel, está encarnada por el jovencísimo Freddie Highmore.

Otras cintas que también están basadas en el carnicero son: La Matanza de Texas; la película Deranged de 1974, protagonizada por Roberts Blossom; o el personaje de Buffalo Bill de El silencio de los corderos.

El 26 de julio de 1984 Ed Gein murió en el Mendota Mental Health Institute víctima de un cáncer e insuficiencia respiratoria. Su cuerpo fue enterrado en el cementerio de Plainfield, en una tumba sin marcar, para evitar más tensiones entre la población local.

Nunca podremos saber realmente qué es lo que convirtió a Ed Gein en lo que era, un verdadero psicópata. Pero tras los homicidios perpetrados por el ‘Carnicero de Plainfield’, esta pequeña ciudad americana jamás volvió a ser la misma. Nada volvió a ser como antes. Aquellos crímenes los cambió para siempre.

Artículo anterior
Artículo siguiente
Ultimos Artículos

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

TE PUEDE INTERESAR

    SUSCRIBITE AL
    NEWSLETTER