John Dos Passos, como parte de la “generación perdida”, es uno de los nombres más importantes de la literatura del siglo XX. Vuelto de la guerra, cambiado y lanzado de lleno a la modernidad realizó sus trabajos más vanguardistas como Manhattan Transfer (1925) o las novelas de la Trilogía USA (aparecidas entre 1930 y 1936). De su vasto corpus literario del periodo de entre guerras, estas obras son especialmente novedosas por la invención de un nuevo estilo coral que intentaba combinar varias voces aplicando la lógica de la edición cinematográfica a la narrativa.
Pero Dos Passos fue mucho más que un novedoso autor. Como su amigo (y luego enemigo) Ernest Hemingway, se sintió atraído por todo tipo de situaciones a lo largo y ancho del planeta, y más de una vez se comprometió con causas extranjeras. En esta línea, son legendarios sus viajes al Medio Oriente, a la España de la guerra civil y a la URSS, a donde fue con la idea de ver el comunismo en acción y de dónde volvió desencantado.
Con estos antecedentes viajeros y como parte de esta trayectoria, no sorprende que su trabajo también lo acercada al periodismo y al reportaje de sucesos internacionales, algo que caracterizó especialmente su carrera en los años de la segunda posguerra. Para finales de la década del cuarenta, Dos Passos renegó de su pasado de izquierda y empezó a interesarse en las democracias en el mundo. El eje de su trabajo teórico pasaba, especialmente, por ver en que situación habían quedado los Estados después de la Segunda Guerra Mundial más allá de la incipiente lógica comunismo vs. capitalismo, y entender la forma en la que los Estados Unidos habían influenciado estos gobiernos. En esta línea, no es sorprendente entonces que propusiera a la revista Life viajar a América Latina para escribir una serie de artículos sobre los regímenes allí establecidos.
De esta forma, para octubre de 1948, en pleno auge del gobierno peronista, John Dos Passos llegó por primera vez a la Argentina, luego de pasar dos meses en Colombia y en Brasil. Su paso por el país fue relativamente corto, pero de esta estadía quedaron varios testimonios interesantísimos de sus experiencias y sus impresiones acerca la realidad nacional.
Dentro de su correspondencia personal, hay varios testimonios que dejan ver que la Argentina lo sorprendió favorablemente, por lo menos después de haber pasado un mes en Brasil. Aquí, a diferencia de lo que había visto en otros países de Sudamérica, no percibía una situación de miseria generalizada. Los estándares de prosperidad de la capital argentina le llamaron la atención al punto de comentar en una carta que acá, aunque sea, “todos usan zapatos y tienen el aspecto de haber consumido tres comidas en el día”. Buenos Aires, además, le produjo una sensación extraña y la describió como una ciudad “grande y sintética”, un lugar en el cual pareciera que “no está permitido sacarse el saco en la calle” por más calor que haga. Este escenario agobiante resultaba además imponente en otro sentido ya que, según Dos Passos, todo estaba “dominado por las extraordinarias figuras del Sr. y la Sra. Perón”.
Como parte de sus investigaciones, entrevistó al presidente y a su esposa y dio cuenta de los rencores que existían dentro del gobierno especialmente hacia la figura de Eva y su rol, percibido como cada vez más predominante. Luego de pasar un día con ella, sus impresiones sobre la primera dama se preservaron en un documento famosísimo titulado “Visit to Evita” que se publicó en la revista Life del 11 de abril de 1949. En esta crónica, Dos Passos desarrolló una perspectiva doble, en el sentido de que no termina de quedar claro si Evita le parecía un ser monstruoso o sublime. A lo largo del texto él relató con maestría los entretelones de un día pasado dentro de la Secretaría de Trabajo. Dos Passos recuperó hábilmente todo tipo de detalles, pero más que nada, en su artículo está presente el temor y el estupor que “la Señora” produce en todo tipo de individuos. Al mismo tiempo, Eva Perón es presentada como una especie de Deus Ex Machina que aparece y desaparece a su antojo, casi como un truco de magia, siempre ataviada de formas diferentes y eternamente rodeada de aplausos y flashes de cámaras fotográficas.
En este artículo, más allá de algunas connotaciones negativas, nunca termina de quedar claro exactamente qué opinaba Dos Passos del régimen peronista, pero de lo que no queda duda es que Evita lo hipnotizó, llegando a sentenciar que “incluso en una crisis es impresionante observarla”.
Aún teniendo en cuenta este factor seductor de “la señora” y su marido, la experiencia de Dos Passos en Argentina también habría tenido algunos momentos de coerción. De acuerdo a su biógrafa Virginia Spencer Carr, durante toda su estadía el autor fue constantemente presionado por personas del gobierno que le insistían que no describiera al régimen argentino como una dictadura y que mostrara, en cambio, los esfuerzos que Perón estaba haciendo para crear una Tercera Posición, más allá de la división internacional de capitalismo-comunismo. De acuerdo a su nieto, el investigador John Dos Passos Coggin, su abuelo no reaccionó bien a estas demandas y “claramente se notaba molesto por los peronistas”. Por estas razones, resulta llamativo que Dos Passos se dejara fotografiar junto a Perón. En esta curiosa imagen, el autor no parece estar tan contento como el presidente, quién probablemente solicitó la foto, y, de todos modos, no deja de ser elocuente que el norteamericano decidiera preservar la imagen entre sus archivos personales, quizás como un recuerdo de un momento bizarro.
Una vez terminada la visita en noviembre de 1948, Dos Passos siguió su viaje y retornó finalmente a los Estados Unidos. De vuelta en su país puso manos a la obra y se dedicó a hacer un balance de su experiencia en Sudamérica titulado The Prospect Before Us (1950). En este libro, donde básicamente se mostró un tanto decepcionado con la situación latinoamericana, queda claro que el autor no se fue contento de la Argentina, a la que dedica algunas páginas. Especialmente le preocupaba una tendencia que él veía análoga a lo que estaba sucediendo en Estados Unidos e Inglaterra en el contexto de posguerra: la existencia de “poderes enquistados”, exaltados en Sudamérica por el personalismo, que quitaban libertad de acción al ciudadano.
En todo caso, la relación de Dos Passos con el país no quedó en esa primera impresión y volvió en por lo menos dos oportunidades más en la década del ’60. Cuando durante su última visita, realizada en 1969, poco antes de su muerte el 28 de septiembre de 1970, le preguntaron que le diría a la juventud argentina, dejó en claro algo que parecía encapsular toda su vida y que resonaba especialmente en el país del peronismo: “Hay que ver la vida como está. Después de las verdades puede salir alguna ideología, pero ver la verdad desde la ideología resulta siempre mal”.