Nació en Paso de los Libres (Corrientes), el 20 de diciembre de 1859. Dedicado al estudio se decidió por la medicina, doctorándose en la Universidad de Buenos Aires en 1881, con una tesis sobre Contribución al estudio de la locura refleja. Demostró versación en la especialidad médica vinculada con las enfermedades mentales. Durante tres años había sido practicante interno del Hospicio de Mujeres; luego fue médico interno del Hospicio de las Mercedes; subdirector del mismo, y director del establecimiento, por concurso, desde 1892. Aplicó en su funcionamiento nuevos métodos y perfeccionó otros. Fue incorporado a las misma Escuela de Medicina en que se formara como profesor sustituto de enfermedades mentales, por concurso, en 1887, y más tarde, como profesor titular desde 1892. Representó oficialmente al país en el Congreso Internacional de medicina Mental, celebrado en París, en 1889, y recibió la distinción de ser elegido entre los presidentes de honor de la misma reunión.
En 1888, desempeñó en Europa una misión oficial para estudiar la organización de los asilos de alienados y los institutos de sordomudos. Volvió a Europa en 1896, como comisionado oficial, debiendo visitar los asilos abiertos y las clínicas de psiquiatría. Asistió como representante oficial de nuestro país al Congreso Nacional de Antropología Criminal, celebrado en Ginebra en 1896, donde fue aprobado el voto que presentó sobre tratamiento de los “alienados delincuentes”, para que dichos enfermos fuesen asistidos en los asilos generales, y no en secciones especiales de las cárceles. Su moción logró éxito al fundarse el departamento especial para alienados delincuentes que luego se inauguró en el Hospicio de las Mercedes, siendo el primero de esa clase, abierto en Sudamérica. Fue también presidente de honor del mismo Congreso, y miembro honorario del Departamento Nacional de Higiene. Se le consideraba en los círculos universitarios del país y del extranjero como un neurólogo ilustre, y desempeñó cargos importantes que se le confiaron en atención a su notoria capacidad. Por espacio de muchos años fue director del Hospicio de las Mercedes, donde desarrolló las posibilidades de atención del establecimiento, actuando con probidad y esfuerzo en el empeño de lograr las mejores condiciones de asistencia. Asoció asimismo a su obra a jóvenes estudiosos que habían de colaborar con él, en todas las tareas, con lo cual mostró a muchos discípulos caminos de investigación que luego facilitarían su competencia. Además fundó el Open Door, que respondía en su origen a una vasta concepción científica. Médicos eminentes que visitaron este instituto tuvieron ocasión de elogiar sus métodos y un sistema paralelo al de los mejores establecimientos del género en el mundo. El general Roca, que había designado al doctor Cabred para la dirección del Open Door, pudo afirmar que esa era la obra de su ciencia, de su propaganda y de su fe. Agregaba: “Me felicito por haber encontrado en el doctor Cabred al hombre que el país necesitaba”. Sin duda, era merecido de elogio que ello implicaba, pues no sólo en ese terreno hizo mucho, sino que trabajó con perseverante celo por hallar soluciones a problemas de la salud.
Convencido de que el alcohol suministrado en elevadas dosis era nocivo para la salud, lo que aumentaba el número de locos y delincuentes, fundó la “Liga Argentina contra el Alcoholismo”, el 26 de octubre de 1903. Escribió numerosos informes médico-legales, relativos principalmente a la psiquiatría, publicados en periódicos científicos que resumen su intensa preparación. Un ejemplo lo constituyen sus informes del sonado proceso Wankeyn-Etchegaray, a cuya exposición le tributaron francos elogios sus mismos adversarios en la litis y en la investigación psiquiátrica. Sus principales publicaciones son: Efectos terapéuticos de la estricnina, en el alcoholismo; La edad en la parálisis general; Memoria sobre la organización de los asilos de alienados en Francia; Memoria sobre los asilos de Inglaterra; Memoria sobre los asilos de Italia; Memoria sobre los institutos de sordo-mudos en Francia; Memoria sobre los institutos de sordo-mudos en Italia; Informe oficial sobre el Congreso Internacional de Medicina Mental, celebrado en París, en 1889, y estudio sobre la clasificación de enfermedades mentales presentado en dicho Congreso; Informe oficial sobre el Congreso Nacional de Antropología Criminal celebrado en Ginebra, en 1896; Estudio sobre enseñanza de la psiquiatría en Alemania; Estudio sobre el “Open Door” y organización de los asilos abiertos de Alemania; Discurso inaugural de la Colonia Nacional de Alienados, y otras.
Fue la suya una labor de más de treinta años, y si en oportunidades de algunas convulsiones universitarias se le quiso separar de la cátedra, fueron expresivas las demostraciones que tras una reclamación prolongada recibió el maestro de tantas generaciones, hasta el homenaje con que alcanzó su más notable manifestación el respeto de todos. La Academia de Medicina le dedicó por su parte un acto inolvidable, y todo no fue sino la consagración del doctor Cabred como admirable servidor del país. Murió en Buenos Aires, el 27 de noviembre de 1929. Estaba casado con doña Lía González Chaves. Fue un trabajador infatigable, hombre de ciencia y distinguido catedrático que dejó un recuerdo permanente en los centros de estudios y en los de investigación.