Hoy que todos estamos atentos a la salud y hacemos cualquier cosa para preservarla, vale recordar que aun en pleno siglo XXI hay gente que tiene déficit de vitaminas, no porque no tenga que comer sino por una dieta que no siempre esta balanceada ni tiene todos los elementos necesarios para mantener el cuerpo saludable. A lo largo de la historia de la humanidad millones de personas murieron por avitaminosis, se calcula que antes de 1850 fueron más de dos millones los marinos que murieron de escorbuto, afección que hoy sabemos que se debe a la falta de vitamina C, pero tomó siglos llegar a conocer su origen. Típicamente afectaba a los marinos embarcados en largas travesías. Casi la mitad de la tripulación se veía afectada por esta enfermedad que ocasionaba sangrado de encías, hinchazón en las articulaciones y muerte. Los marineros recurrían a cualquier cosa era buena para evitar que sus huesos terminaran arrojados al mar. Hipólito Bouchard en su largo periplo oceánico, enterraba con la arena hasta el cuello a los marinos afectados. Curiosamente la mayoría se recuperó.
Vasco da Gama creía que beber la propia orina era la mejor forma de evitar al escorbuto. Lo único que logró es que sus marinos pasasen al más allá con un gusto amargo en la boca… El almirante George Anson, durante la circunvalación que duró 3 años, perdió 1.400 hombres de los 2.000 que iniciaron el periplo. Solo 4 murieron en acción contra el enemigo; todos los demás por escorbuto.
Desde hacía tiempo se sabía que los marinos que llegaban a tierra e ingerían alimentos frescos se recuperaban prontamente, pero nadie estaba seguro a qué se debía. ¿Los vegetales? ¿Cuáles? En 1760 un médico escocés amigo de Benjamín Franklin, llamado William Stark, decidió probar en su propio cuerpo distintos productos. Ante todo, se privó de cualquier elemento nutritivo, comiendo pan y agua por 1 mes y paulatinamente agregaba elementos a la dieta, de forma tan aleatoria que al cabo de los 6 meses estaba muerto.
Casi al mismo tiempo un cirujano naval llamado James Lind condujo una experiencia más científica y menos autodestructiva. Encontró a doce marineros que ya padecían escorbuto, los dividió en 6 grupos y a cada uno le dio distintos productos para medir sus efectos terapéuticos, a unos les dio mostaza, vinagre a otros, mostaza al tercero y jugo de naranjas y limones a los que restaban. Justamente estos últimos tuvieron la recuperación espectacular. A pesar de la evidencia, Lind continuó sosteniendo su teoría de que el escorbuto se debía a toxinas producidas por la mala digestión de los alimentos. Otro triunfo del fundamentalismo sobre la experiencia …
Fue el famoso Capitán Cook quien comprendió la importancia de los estudios de Lind y en su circunvalación al mundo en 1768, llevó 30 galones de zanahorias y cien libras de chucrut (repollo) para cada miembro de la tripulación. Ninguno murió de escorbuto. Este hallazgo fue tan espectacular como su descubrimiento de Australia. La Academia de Ciencia de Londres le dio un premio por esta comprobación, aunque la Marina británica fue menos entusiasta y demoró décadas (y varias miles de muertes) antes de incorporar cítricos a la dieta de sus tripulaciones.
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