Cuando hablamos de impresionismo siempre pensamos en hombres barbudos, pero en el grupo también había mujeres. Una de ellas fue Mary Stevenson Cassatt, y aunque era una americana nacida en Pensilvania, pasó gran parte de su vida en Francia, donde conoció a los artistas que cambiarían el arte moderno.
Nacida en el seno de una familia de clase media alta, se mudó a menudo de hogar, pero siempre en un ambiente acomodado. Pasó su infancia entre los EEUU y Europa. En todas partes aprendió en idioma, y de paso recibió sus primeras lecciones de dibujo y música. En París visitó la Exposición Universal de París de 1855, donde vio en vivo la obra de los maestros franceses. En la exposición estuvieron también Degas y Pissarro, quienes más tarde serían sus colegas y mentores.
Cassatt decidió entonces ser artista, frente a la oposición de sus padres. Se matriculó en la academia de arte, donde ya permitían la entrada a las mujeres más “frescas”. Además siempre que podía se metía en discusiones feministas, nada comunes en la época, y tenía un comportamiento bohemio. Más de un disgusto le causó a su familia eso de que la joven Mary se fuera por ahí de juerga con sus compañeros varones (entre sus compañeros de estudios se encontraba, por cierto, nuestro admirado Thomas Eakins).
Lo cierto es que en el fondo Mary Cassatt despreciaba la Academia. No aprendía demasiado en ella. Incluso no se le permitía trabajar con modelos desnudos, por eso de ser mujer. Sólo podía dibujar moldes. Mary decidió poner fin a sus estudios antes de obtener un título y se marchó a París en 1866.
Dado que las mujeres aún no podían asistir a la École des Beaux-Arts, Mary recibió clases particulares de nada menos que Jean-Léon Gérôme, y se iba todos los días al Louvre. Poco a poco, fue mejorando muchísimo y en 1868, por primera vez, una de sus pinturas fue aceptada por el jurado para el Salón de París.
Cassatt se une al impresionimo
Pero el estilo de la academia tenía los días contados. Los jóvenes ya tiraban por otro lado. Mary continuó con el rollo tradicional, pero en los años 70 el impresionismo había llegado,como el punk 100 años después. Cassatt era consciente de que al ser mujer, su obra no era tomada en serio. Una mujer no desarrollaba una carrera artística a menos que tuviera un amigo o protector en el jurado o coqueteara con sus miembros.
La pintora se volvió más cínica y su obra empezó a hablar de temas de actualidad. En el Salón ya no querían a “esa loca”, pero Degas la invitó a mostrar sus obras a los impresionistas, un grupo de artistas que habían comenzado a exponer de forma independiente en 1874 con mucha notoriedad y habían cosechado la ira de los críticos desde hacía varios años.
Se hizo desde el principio parte del grupo de los impresionistas y se unió a su causa con entusiasmo. Aún así no podía asistir a las reuniones en los cafés, por lo que se reunía con ellos en privado y en las exposiciones. Degas se convirtió en su gran aliado. Se ha especulado mucho sobre su amistad, y que probablemente fuera a mayores la cosa, pero no hay pruebas de ello más allá de los poco creíbles rumores de la época y especulaciones.
La pintura de Cassatt era de una gran calidad, fruto de su talento. Si no fuera mujer estaríamos hablando de una artista al nivel de cualquiera de sus compañeros impresionistas. Su obra fue amplia, y pasó por varias fases, pero destacan en su producción imágenes de la vida social y privada de las mujeres, maternidades, y demás pinturas donde casi siempre está la presencia de la figura femenina, como reivindicándola.
Mary Cassatt siempre fue una feminista, y apoyó activamente el sufragio femenino. Francia lo conseguiría en 1944. En su país natal habría que esperar a 1967 (las negras… las mujeres blancas podían votar desde 1920).