Emilie Mayer: la Beethoven femenina. 

Emilie Mayer nació el 14 de mayo de 1812 en la ciudad alemana Friedland. A poco de haber cumplido 2 años, su madre, Henrietta Carolina Louisa, falleció, quedando la vástaga al cuidado de su padre, el farmacéutico August Friedrich Mayer. La educación de Emilie fue como la de cualquier señorita burguesa de la época, con estudios en manos de profesores privados, siendo uno de ellos el organista Carl Driver, quien la inició en el arte del piano, aunque, por supuesto, sin aspiraciones profesionales. Al parecer, Driver ya podía observar que la joven poseía dotes compositivas y, aparentemente, escribía pequeñas piezas para su uso privado, por diversión, pero ninguna de ellas ha llegado hasta nuestros días.

Emilie vivía una vida poco apasionante, soltera y centrada especialmente en el cuidado de su progenitor hasta que cuando estaba a punto de cumplir 30 años, un hecho trágico sacudió su cotidianeidad: August se suicidó (el mismo día, 26 años después de la muerte de su esposa). A pesar del impacto que esto supuso para ella, fue también un hecho de alguna forma liberador, ya que fue el detonante de una importante decisión: dejar su hogar y buscar emprender carrera como compositora.

En 1841, gracias a la herencia que el farmacéutico le dejó, huérfana se fue a Szczecin. Allí, entre libros polvorientos y profesores excéntricos, estudió composición con Carl Loewe. Entre 1842 y 1844 compuso sus sinfonías 1 y 2, las cuales el 4 de marzo de 1847 fueron interpretadas por la Sociedad Instrumental de Szczecin.  Según el melómano catalán Francesc Serracanta: “estas sinfonías en Do menor y Mi menor tienen cuatro movimientos y muestran, desde el principio, una personalidad tan fuerte que podría partir piedras”.

Después de su aventura en Szczecin, Emilie aterrizó en Berlín buscando nuevos horizontes musicales. Allí, el extravagante Wilhelm Wieprecht (gracias al pedido de Loewe) devino su mentor. Fue él quien le enseñó a construir sonidos increíbles y le presentó al enigmático Adolf Bernhard Marx, quien la preparó para llegar a tejer melodías complejas como intrincados nudos. Si bien fue gracias a Wieprecht que se le abrieron las puertas de la sociedad berlinesa, fue su talento el que la lanzó a la fama. El 21 de abril de 1850 un concierto solo con sus obras: una obertura explosiva y su Sinfonía núm. 3 “Militaire”, dirigida por el mismísimo Wieprecht la impelió a la nombradía. Según el crítico californiano Aaron Neuwirth: “la reacción del público fue alucinante, estaban fascinados con la idea de una mujer componiendo sinfonías; era algo tan insólito para la época como si una ardilla escribiera una novela de mil páginas…”.

Tras su arrollador éxito, ese mismo año, Mayer escribió, además de otras cosas, tres sinfonías más. La última la tocó ante la realeza prusiana. Para el filósofo francés y fundador de la revista Espirit Jean Lacroix: “esa pieza ubicó a Emilie Mayer en la escuela de Beethoven”. Según él, en ella, “la compositora, juega con la emoción, el ritmo y la grandeza con una maestría inusual”, apreciación que conllevó a que la apodasen: “la Beethoven con faldas”.

Si bien su prestigio se acrecentó magnificentemente entre los musicómanos berlineses no así su economía; sus conciertos advinieron en una suerte de agujero negro financiero y la vida en esa capital se convirtió en un lujo inasequible, coyuntura que la llevó de retorno a Szczecin.

De vuelta en la ciudad donde nació su talento musical, Mayer, se dedicó a componer música de cámara. Durante esos días nacieron sus Opus 38, 40 y 47. Fue su momento de despegue, donde su estilo se hizo único, pero si bien su vida en Szczecin era venturosa, Emile sentía que Berlín la llamaba y a ese llamamiento acudiendo terminó.

Una vez instalada de vuelta en la capital germana, en 1880, con casi 70 años, compuso la “Obertura a Fausto” (Opus 46), una obra orquestal que sonó hasta en las orejas de los emperadores. Casi al final de sus días, escribió piezas para jóvenes músicos, publicadas en Bremen en 1882: “Sechs Klavierstücke für die Kinderwelt” -un título tan largo como su legado musical-.


Emilie Mayer murió en Berlín el 10 de abril de 1883 a los 71 años y fue enterrada en un lugar de honor, cerca de Felix y Fanny Mendelssohn. Su corpus de obra manuscrito perpetúa en la Biblioteca Estatal de Berlín desde 1931 y la mayoría de sus composiciones están en la gran biblioteca de Babel tecnoparasitaria denominada YouTube. Gesegnet sei sie und ihre Kunst, und glücklich sind wir, die wir weiterhin Freude an ihrer Musik haben können. (Bendita sea ella y su arte, y felices nosotros que podremos seguir disfrutando de su música).

Link a toda la obra de E. Mayer:

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