Cuando estamos en problemas, existe una natural tendencia a buscar ayuda, especialmente si se tienen inclinaciones religiosas y se promete una curación, por más remota que fuera. Como siempre, la esperanza es lo último que se pierde.
La Iglesia, desde tiempo inmemorial, recurre a la intermediación de los santos para la concesión de los milagros. De esta forma surgieron los santos patronos. Estos se especializaron en distintas partes de la anatomía antes que los médicos.
Veremos a continuación una lista de santos y sus especialidades que les conviene tener a mano en caso de urgencia.
Empezamos por el dolor de cabeza, y ¡qué mejor para su eliminación que sacarse la cabeza! Por eso se ha elegido como santo patrono a San Denis, obispo de París, que murió decapitado, circunstancia que no le impidió continuar caminando unos diez kilómetros mientras terminaba de predicar su sermón. Fue enterrado donde hoy se levanta la basílica que lleva su nombre, lugar en el que se alojan los cuerpos de los Reyes de Francia, incluidos, obviamente, Luis XVI y María Antonieta, que no tuvieron tanta suerte como el Santo y murieron pocos instantes después de que la guillotina seccionó su cuello (y digo “pocos instantes” y no “inmediatamente” porque está demostrado que la consciencia se pierde unos minutos después del corte (como quedó demostrado con los guillotinados, proceso que fue prohibido en Francia hacia 1960.
Ya que hablamos de cabeza, mencionemos la enfermedad de Alzheimer. El patrono protector contra esta enfermedad es San Alberto el Grande, un intelectual de la doctrina católica… En realidad, nadie se acuerda porqué lo nombraron.
La santa del dolor de muelas es Santa Caritina, a la que le volaron los dientes durante su tormento.
San Blas, como el lector adivinará, es el patrono de los que padecen dolores de garganta. Este médico armenio murió en el año 316 a. C., después de haber sido torturado con un rastrillo de cardar. Su condición de precoz gargantólogo se debe a que salvó a un niño que se había atorado con una espina de pescado.
Santa Lucía (cuyo santo es el 13 de diciembre, fecha elegida para celebrar el Día del Oftalmólogo) es la patrona de los ojos, a pesar de habérselos quitado para no pecar. Por eso aparece con sus globos oculares al plato.
San Lorenzo fue tostado en una parrilla y se convirtió por esa razón en patrono de los dolores de espalda. El Escorial fue construido con forma de parrilla para honrar a este santo y recordar su suplicio.
Domninus de Fidenza es el santo patrón de la rabia. También fue decapitado y, al igual que San Denis, caminó sosteniendo su cabeza en las manos por un trecho. Después de Pasteur y su vacuna, Domninus perdió seguidores.
Santiago Apóstol (el Mayor, hermano de San Juan) fue también decapitado por orden de Herodes Agripa, pero antes de morir curó a un hombre aquejado por un severo caso de artritis. Por ello es el santo de las enfermedades reumáticas. Su cuerpo, como todos saben, yace en Galicia y es patrono de España. Fue conocido como “El Matamoros”: su imagen lo mostraba liderando las huestes cristianas que peleaban contra el invasor musulmán.
En caso de esterilidad femenina, obviamente invoque a Santa Ana, la madre de la Virgen María. Ahora, si se concreta la concepción y logra dar a luz, para evitar las fiebres puerperales es menester rezarle a San Ramón Nonato.
Peregrino de Auxerre, aunque nacido en Italia, se dedicó a convertir paganos al cristianismo en la zona de Burgandia, hoy Francia. Entre las divinidades paganas había serpientes como en tantos otros cultos. Al evitar que los bárbaros adorasen a estos reptiles, Peregrino se convirtió en el patrono de las picaduras de víbora.
Si tiene una fractura, no se olvide de San Cosme y de San Damián, patronos de los cirujanos (que en la iconografía aparecen realizando un injerto de pierna).
De todos estos santos, quizás el más curioso de todos sea San Fiacro, hijo del rey Eugenio de Escocia. Llevó vida de ermitaño en un lugar hoy llamado, obviamente, Saint Fiacre. Cultivó extensos terrenos, y se convirtió en patrono de los jardineros. Como esperó sentado sobre una piedra la llamada del Señor, se divulgó la leyenda de que aquellos que sentasen sus reales sobre la misma roca habrían de curar sus hemorroides. Vale recordar que entonces las hemorroides se cauterizaban con un hierro candente sin mediar anestesia; de allí que los afectados por este mal prefiriesen peregrinar grandes distancias y sentarse sobre cualquier piedra milagrosa antes de someter su procto a semejante tortura.
No acaba acá la condición milagrosa de este santo un tanto olvidado (su celebración es el 30 de agosto: agéndeselo). Al parecer no se llevaba bien con las mujeres a las que había expulsado de los lugares que él frecuentaba (hoy tendría problemas por discriminación). Sus feligreses eran exclusivamente varones. Por esta razón es que también fue consagrado el santo patrono de las enfermedades de transmisión sexual, como los chancros sifilíticos, la uretritis gonocócica y los condilomas acuminados, en la errónea convicción de que estas afecciones solo eran de transmisión heterosexual… de allí que con los años San Fiacro ha quedado algo descolocado y apenas recordado por algunos jardineros.
Los santos patronos curan, porque está en la fe del creyente los mecanismos bioquímicos que facilitarán el proceso terapéutico… De allí el ¡gracias a Dios! con que muchos pacientes premian a su médico.