Cuando yo sucumba: La heroica defensa de Paysandú de Leonardo Gómez

Hasta 1904, la República Oriental del Uruguay había sufrido más de 70 revoluciones en sus casi idénticos años de existencia. Cada año había una excusa para que los miembros de los dos bandos políticos que dominaban el escenario nacional se trenzasen en una nueva contienda fratricida con sus secuelas de víctimas que aseguraban venganzas y retaliaciones. Muchas de estas eran solo una banda de pocos hombres con lanzas, sables y algún Colt sostenida por una rastra.

Otras veces contaban con el apoyo de sus poderosos vecinos argentinos o brasileros que le otorgaban otra dimensión a la contienda. Tal la iniciada por el jefe colorado Venancio Flores contra el gobierno blanco de Atanasio de la Cruz Aguirre, quien había asumido la presidencia al fin del mandato de Bernardo Prudencio Berro, en abril de 1863.

Pocos días después, el general colorado Venancio Flores desembarcó con unos pocos hombres en Fray Bentos al frente de lo que dio en llamar “Cruzada Libertadora”, en franca alusión a la gesta de los 33 orientales acontecida 38 años antes. Esgrimían como razón del alzamiento vengar  la matanza de sus correligionarios colorados en la conocida “Hecatombe de Quinteros”, acontecida en 1850, cuando 158 seguidores del partido  habían sido fusilados en forma sumaria.

Como siempre, la venganza lleva a más venganzas. Aunque en este caso también había intereses internacionales que apoyaban a la movida colorada. La extensa y permeable frontera norte de la República Oriental se había convertido en la vía de escape de miles de esclavos brasileros que buscaban el amparo de la ley uruguaya, cuya constitución de 1830 abolía la esclavitud en el territorio de esta nueva nación. A su vez, se tramaba una política de agresión contra la posición dominante del mariscal Francisco Solano López en Paraguay. De resultar Flores presidente de la República Oriental, se comprometía con Brasil a participar en la contienda contra el pueblo guaraní.

Fue con el apoyo de los brasileros por tierra y en el río que Flores fue conquistando el interior del país para después concentrarse en Montevideo. Las ciudades caían ante el avance del ejército colorado hasta que encontraron una insospechada resistencia en Paysandú, pujante ciudad del litoral, cuyas defensas era dirigidas por el coronel Leandro Gómez, un oficial estrechamente ligado al brigadier Manuel Oribe, fundador del Partido Nacional.

Después de la estrepitosa caída de Salto, tomada sin que se hubiese disparado ni un tiro, Paysandú era el último escollo que debían sortear los colorados y brasileros antes de atacar Montevideo. Y Leandro Gómez estaba dispuesto a resistir ante el último hombre.

De lado brasilero, el almirante Tamandaré bloqueaba el acceso al puerto y el general José Luis Mena Barreto​ sitiaba por tierra a la ciudad junto a los 2500 hombre que disponía Flores.

La fuerza invasora contaba con  8 naves, fuertemente pertrechadas, y casi 10.000 hombres entre infantería y caballería. Las tropas de Gómez escasamente llegaban al millar, con cuatro cañones de bajo calibre. Era, sin dudas, un enfrentamiento dispar.

Del lado argentino, el presidente Mitre tenía estrechos vínculos con Venancio Flores desde su juventud, compartiendo ideología y aspiraciones. Por otro lado, muchos argentinos simpatizantes de los blancos, asistieron a defender la ciudad de Paysandú en desigual lucha contra un imperio. Rafael Hernández, leal hermano de José, autor del Martín Fierro, estaba dispuesto a inmolarse por la causa de los nacionales uruguayos, hasta que José lo fue a buscar cuando los extranjeros fueron trasladados a la Isla de la Caridad junto a mujeres y niños para impedir ser víctimas del bombardeo de la escuadra brasilera.

Otro partícipe fue el puntano Juan Saá (ancestro de los Rodríguez Saa, conocido como Lanza Seca), quien durante su forzado exilio en tierras orientales había sido convocado a dirigir las  tropas de refuerzo que debían asistir a Gómez en  Paysandú. No pudo llegar a tiempo y la ciudad quedó reducida a polvo después del ataque brasilero.

Quien podría haber intercedido o intervenido para evitar la contienda era el general Justo José de Urquiza, que tenía una estrecha relación con distintos miembros de los partidos en pugna en Uruguay, pero prefirió no inmiscuirse en la política local. Aunque se rumoreaba que le había vendido caballos al ejército imperial, su asistencia se limitó a prestar ayuda a los evacuados en la Isla de la Caridad.

Antes de atacar Paysandú, el almirante Tamandaré escribió una nota a las autoridades diplomáticas justificando su accionar. Para sorpresa de los brasileros, los cónsules de Italia, Inglaterra, Francia y España encontraron injustificada la agresión a Paysandú y expresaron su preocupación por la integridad física y los bienes de sus súbditos.

Antes de atacar Paysandú, también le fue llevada una misiva a Leandro Gómez intimando la rendición de la plaza. Su respuesta no se hizo esperar: “Cuando yo sucumba”, escribió en la esquela.

Para mediados de diciembre, Paysandú fue bombardeada por río y por tierra. La próspera ciudad quedó reducida a escombros. Ni así pudieron doblegar a sus defensores que gritaban a viva voz : “Independencia o Muerte…”, y la muerte debieron escoger ante la abrumadora superioridad y a pesar de la heroica resistencia.

El 1° de enero de 1864, Leandro Gómez pidió una tregua para enterrar a sus muertos, pudriéndose bajo el impiadoso sol de enero. La respuesta de Flores fue terminante: “Ni un minuto de tregua”. El 2 de enero por la madruga, el coronel Leandro Gómez se entregó a dos oficiales brasileros que le garantizaron su vida y la de sus hombres. Fue un juramento vano… El coronel fue arrastrado por las tropas de Flores y brutalmente asesinado por el coronel José Gregorio Suárez, vengando otros muertos perdidos en la memorias de los pueblos …

Días después, caía el gobierno de Montevideo y el 20 de febrero de 1865 (el aniversario de Ituzaingó), Flores entraba triunfante a Montevideo. En su discurso convocaba a la concordia –después de haber fusilado a oficiales y degollado a prisioneros– y vitoreaba al emperador de Brasil. Siempre invocan que no hay vencedores ni vencidos …

Días después, Uruguay se sumaba al esfuerzo bélico contra Paraguay, subsidiado su costo con dinero brasilero y sostenida la contienda por sangre oriental.

 Así culminaba la defensa de Paysandú, cantada por los versos de Gabino Ezeiza.

              Heroica Paysandú, yo te saludo

              La Troya americana porque lo es;

               saludo a este pueblo de valientes,

               y cuna de los bravos Treinta y Tres

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