El americano más universal, Sebastián Francisco de Miranda y Rodríguez Espinoza seguirá siendo un aventurero de la libertad, el precursor del movimiento independentista americano. No solo se destacó como ideólogo, escritor y humanista, sino como militar, ostentando los grados de Mariscal de Francia, Generalísimo del ejército venezolano y coronel de los ejércitos de España, Estados Unidos y Rusia.
Participó en las guerras revolucionarias en Francia, Estados Unidos y América Latina, pero murió recluido en una cárcel española el 14 de julio de 1816. Curiosamente, además de los estudios de latín y teología que exigía la formación universitaria de su época, Miranda afirmaba haber obtenido el título de médico, aunque esa afirmación nunca quedó debidamente documentada.
Su padre lo envió a España, donde llegó en 1772. Aunque frecuentó el ambiente académico, fue esencialmente un autodidacta instruido bajo la tradición clásica, leyendo, entre otros, a Maquiavelo. En 1773 se graduó de capitán y como tal estuvo destinado a Madrid, Granada, Cádiz y Medellín, donde logró su primera hazaña militar al participar en la guerra contra el sultán de Marruecos. Sin embargo, sus logros no fueron reconocidos debido a frecuentes conflictos con sus superiores. Cuando España apoyó la Revolución norteamericana para debilitar el poderío britanico, Miranda fue destinado a servir en dichas colonias, destacándose en la batalla de Pensacola, donde logró el añorado ascenso.
Sin embargo y a pesar de haber llevado adelante con éxito una serie de trabajos como espía, le fue ordenado volver a España para rendir cuentas ante la Inquisición por la adquisición y lectura de libros que estaban en el Index librorum prohibitorum, sin el debido permiso. Gracias a la ayuda del comandante Cajigal, quien asistió al por entonces joven coronel, la orden inquisitoria no fue cumplida, y Mirada continuó en el Caribe, asistiendo en el ataque de Jamaica, entonces un baluarte británico.
Como el comandante Cajigal fue reemplazado, la orden de la Inquisición volvió a pesar sobre Miranda, circunstancia que evitó trasladándose a Estados Unidos, donde conoció a personajes destacados como George Washington y John Adams. Sin embargo, los estadounidenses sospechaban que Miranda era un espía del Imperio Español. Al sentirse perseguido y para evitar todo percance, decidió ir a Inglaterra donde pasó ocho años.
Allí profundizó su formación y concibió la idea de una gran nación americana, que abarcaría desde el Mississippi hasta Tierra del Fuego, bajo una monarquía constitucional incaica. Fue el sistema parlamentario británico el que inspiró su concepción de un gobierno independiente. Por esta razón, fue conocido como “El Precursor”.
En Londres ,los diplomáticos españoles no le perdieron pisada y, cuando decidió viajar a Prusia, le tendieron una trampa para poder capturarlo y llevarlo preso a España, donde ya lo consideraban un sedicioso. Sin embargo, logró escapar y comenzó un periplo que lo llevó a conocer a Federico el Grande de Prusia, al príncipe Esterhazy en Hungría –donde también conoció a Haydn– y a la emperatriz Catalina de Rusia, con quien, según se dice, mantuvo una relación romántica. Para mantenerlo a su lado, Catalina lo nombró coronel del ejército ruso, pero ni eso bastó para retenerlo.
Posteriormente viajó a Francia, donde se incorporó al ejército republicano. Miranda actuó bravamente en varias batallas y su labor fue reconocida con el grado de Mariscal. Sin embargo, por las diferencias ideológicas, fue sometido a un juicio por el tribunal revolucionario, que finalmente lo absolvió. Después de estas vivencias y con el apoyo de sus amigos americanos, consiguió una nave a la que bautizó con el nombre de su hijo, “Leander”. Se dirigió primero a Haití, donde formó una flotilla que atracó en tierra venezolana.
Este intento de conquista fracasó y Miranda y los suyos debieron huir
Con la ayuda británica, consiguió una segunda flota donde inició el proceso de liberar a la gran Colombia del yugo español. La independencia fue firmada el 5 de julio de 1811. Sin embargo, había cierta resistencia a las formas de gobierno propuestas por Miranda, que emulaban al gobierno británico. Como señala el poeta Andrés Bello: “Desde las orillas de Albión diste aliento al clarín que el largo sueño disipó de la América”.
Las fuerzas de la nueva república no alcanzaron a imponerse, más aún cuando un potente terremoto (el 26 de marzo de 1812), literalmente destruyó Caracas. Muchos interpretaron este desastre como una señal de la Providencia y desde los púlpitos hablaron de una nueva Babel conducida por Miranda. “El Precursor” veía como los aliados desconfiaban de su gobierno, al que no dudaron de llamar dictadura. Los españoles iniciaron una nueva ofensiva que concluyó con la caída del castillo de San Felipe, defendido por Simón Bolívar. Miranda se vio acorralado e inició negociaciones con los realistas, que culminaron con el armisticio de San Martín.
Bolívar y otros oficiales consideraron a este un acto de traición y apresaron a Miranda. Bolívar creyó que era necesario fusilarlo como escarmiento, aunque lo convencieron que era mejor entregarlo a las autoridades españolas. Después de décadas de haberlo perseguido, los españoles habían logrado capturarlo y ponerlo en prisión, en el arsenal de Carraca a las afueras de Cádiz. Miranda, este aventurero de la libertad, murió en un fecha propicia, el 14 de julio de 1816, una fecha que conmemoraba su gesta revolucionaria en Francia. Fue enterrado en una fosa común donde resultó imposible identificar sus restos.
Un triste final para un hombre que luchó por la libertad de un continente
Miranda solía decir: “El tamaño del éxito será el tamaño del esfuerzo”. Aunque el final de sus días haya sido una excepción a su máxima.
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Este texto fue publicado en MDZ