Los ilotas y la krypteia

 Con el fin de mantener el poder militar, Esparta necesitaba que sus espartiatas se dedicaran en forma exclusiva a la vida guerrera. En ese contexto, los jóvenes espartanos a partir de los siete años eran apartados de los brazos de sus madres; el Estado pasaba a hacerse cargo de ellos y se encargaba de su instrucción y formación incluyéndolos en un programa especial conocido como Agogé, en el cual permanecían hasta los veinte años, durante los cuales se les enseñaba a ser auténticos guerreros. Al terminar el Agogé se consideraba que los jóvenes habían alcanzado la madurez y pasaban a formar parte del ejército de la ciudad. El camino hasta llegar a ese punto era muy duro y complejo; de hecho, algunos jóvenes no lograban completarlo y se quedaban en el camino.

    Para garantizar ese compromiso con las leyes espartanas, que priorizaban absolutamente las actividades militares y la formación de guerreros, se impedía que los jóvenes desarrollaran cualquier actividad económica, de modo que era necesario que alguien garantizara su sustento.

    Para eso se recurría a dos clases inferiores: una de ellas era la de los periecos, hombres libres pero no ciudadanos de Esparta, que ejercían el comercio y la artesanía. Pero eso no era suficiente, ya que alguien tenía que hacerse cargo del trabajo duro. Para eso estaban los ilotas (o hilotas), esclavos que se incorporaron a Esparta con la mencionada conquista de Mesenia. Los ilotas eran esclavos sin derecho alguno que trabajaban en los campos de sus amos. Esparta nunca tuvo necesidad de un comercio de esclavos, ya que los hijos de los mesenios nacían bajo esa condición también, con lo cual estaban condenados a la esclavitud de por vida.

     Los ilotas, que debían llevar la cabeza rapada y vestían una sencilla prenda de cuero para ser fácilmente distinguibles, eran esclavos que, si bien estaban al servicio de los espartiatas, eran considerados esclavos públicos ya que sólo el Estado tenía derecho de vida y muerte sobre ellos.

     Los ilotas recibían un trato indigno. Se los usaba en forma pedagógica, por ejemplo, para enseñarle a los jóvenes las penosas consecuencias del exceso de consumo de licor, poniendo en evidencia la degradación que produce la ebriedad. A algunos ilotas rebeldes se los golpeaba y torturaba en el contexto del Agogé para que los jóvenes comprobaran el grado de tolerancia al dolor. Debían suplicar para que les dieran ropa cuando se les gastaba o rompían sus harapos y si sus amos no eran compasivos a veces se veían obligados a robar comida para subsistir. Estos siervos no podían ser vendidos pero sí podían ser “facilitados” a otros conciudadanos que los necesitaran, del mismo modo que los caballos, los perros o los bienes de labranza.

    A pesar de tal sometimiento, los ilotas se rebelaban con frecuencia y sus constantes revueltas amenazaban la estabilidad espartana. De hecho, cuando Esparta iba a la guerra tenía que dejar en la polis una fracción de su ejército ante la potencial rebelión de los ilotas esclavos.

   Para minimizar esa amenaza, Esparta institucionalizó una especie de “castigo anual” a los ilotas: la krypteia.

     Cuando los éforos (magistrados elegidos anualmente) tomaban posesión de su cargo, su primer acto era declarar a los ilotas como enemigos de la patria y decretaban la guerra a los ilotas rebeldes. Una vez al año, entonces, se escogía a los mejores jóvenes de la Agogé (sobre todo a los jóvenes mayores, quienes estaban terminando su formación) para que llevasen a cabo este extraño rito: una purga, que era a la vez una especie de bautismo de sangre para los futuros guerreros, a quienes se les entregaba un puñal, apenas algo de comida y, descalzos y casi sin ropa, se les instaba a perseguir a los esclavos y a darles caza como si fueran presas. Durante las horas de luz del día los jóvenes permanecían ocultos, y cuando anochecía comenzaba la cacería. Individualmente o en grupo, eso era lo de menos; la cuestión era matar ilotas. El joven en cuestión no era castigado durante esta prueba por el homicidio de los ilotas en tanto no fuese atrapado, ya que la cuestión en esta prueba era, además de infundir miedo en los esclavos ilotas, desarrollar destrezas de estrategia y sigilo en los jóvenes, así que si el joven espartano en cuestión era atrapado era duramente castigado.

   Los espartanos se informaban de cuáles eran los principales cabecillas y alborotadores entre los ilotas, que pasaban a ser objetivos de preferencia de la krypteia. Una vez hubieran acabado con estos rebeldes, los “jóvenes de la kryptia” (o criptia, cuyo significado es “esconder”, ya que se ocultaban en el monte) pasaban a ser espartiatas de pleno derecho. Así, el verdadero ritual de los futuros soldados era la krypteia espartana.    

    Cabe señalar que, bajo las leyes espartanas, como los esclavos eran considerados “propiedad pública”, el asesinato de un esclavo estaba penado. Así que para legalizar la muerte de ilotas, para justificar la krypteia, se declaraba una de excepción invocando una especie de “guerra sagrada”, que en realidad no era más que una asesinato permitido. Aquellos espartanos que deseaban demostrar su compromiso con el Estado (y ascender en el ejército, por ejemplo) también estaban autorizados a dar caza a los esclavos más fuertes o desleales.

     La duración de este rito no está claro, pero lo que sí es claro es que servía a los intereses del Estado.  

     Con este ritual anual se lograban tres objetivos. En primer lugar, era el rito iniciático para los jóvenes espartanos del Agogé y su compromiso para matar y morir en defensa del Estado. En segundo lugar, reforzaba los lazos de unión de los espartiatas, al compartir todos un enemigo común dentro de sus fronteras. Finalmente, se buscaba mantener a la población esclava bajo control a través del miedo y la eliminación de los más problemáticos. Una especie de terrorismo de Estado, podría decirse.

    A pesar de todo, el sanguinario ritual de la krypteia no logró detener las rebeliones, que fueron habituales en toda la historia de Esparta. Los ilotas continuaron alzándose contra Esparta, y en algunas ocasiones la amenaza llegó a ser tan grave que los espartanos debieron pedir ayuda a otras polis; en otras, los enemigos de Esparta ayudaron a los rebeldes (como bien es sabido, “los enemigos de mis enemigos son mis amigos”)

     El historiador Plutarco define así a la krypteia: “Los magistrados a cierto tiempo enviaban por diversas partes a los jóvenes con más juicio, los cuales llevaban sólo su espada, el alimento absolutamente preciso, y nada más. Éstos, esparcidos de día por lugares escondidos, se recataban y guardaban reposo; pero a la noche salían a los caminos, y a los que cogían de los ilotas les daban muerte; y muchas veces, yéndose por los campos, acababan con los más robustos y poderosos de ellos.”

    Mirá vos, los griegos, cuna de la civilización occidental…

    Ah no… esa era Atenas, ¿no?

    Bueno… en Atenas también tenían esclavos… después filosofaban, eso sí.

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