Anglosajones

 Después de la caída del Imperio Romano de Occidente (476 d.C.) comenzó un período crítico en el desarrollo de Europa. Como consecuencia de las invasiones bárbaras y sus conquistas, las sociedades comenzaron a reacomodarse en forma de reinos más o menos estables en lo que antes había sido el Imperio Romano Occidental, y así se desarrolló un nuevo mapa político en Europa. Los pueblos germánicos, así como los francos (sobre todo bajo el gobierno de Carlomagno) tendrían gran resonancia en los siglos por venir. Era el comienzo de la Edad Media.   

    Mientras la parte occidental se acomodaba, en Europa oriental surgía otra gran creación política: el Imperio Bizantino.

      Pero volvamos a Europa occidental.

    Los pueblos que conquistaron y transformaron Europa occidental luego de ser partícipes fundamentales de la caída del Imperio romano fueron fundamentalmente de origen germánico, siendo dos de sus grupos principales los ostrogodos y los visigodos.* Los romanos, en los tiempos finales de su Imperio (año 451 d.C.), habían derrotado a los hunos con la ayuda de los “bárbaros”: godos, alanos, burgundios y francos. Esa victoria salvó a Europa (es un decir) pero no al Imperio, que caería treinta años después; Teodorico, rey de los ostrogodos (que después sería el rey unificado de todos los godos), sería el personaje dominante que buscó reconciliar godos y romanos.

     Los ostrogodos se instalaron en Italia, los visigodos en el sur de Galia e Hispania. Además estaban los vándalos (inicialmente derrotados por los godos pero que años después coexistieron con ellos en paz), que cruzaron desde el Rin (o Rhin) hacia la Galia, llegando hasta África del norte, estableciendo su ubicación principal en la antigua Cartago romana.   

     Aún con todos estos cambios, la impronta de la cultura romana seguía presente; el fin del dominio romano en Europa se desarrolló en forma de un cambio gradual y progresivo. El cristianismo seguía siendo una religión de gran alcance que proporcionaba vínculos con el pasado, las ciudades languidecieron, la economía basada en la moneda se retrajo, el comercio también; todos estos cambios mostraron como escenario de fondo el ascenso germánico al primer plano del escenario europeo.

    La decadencia económica y la fragmentación política fueron provocando poco a poco que cada región estimulara su propio desarrollo interno. Y en ninguna ex-provincia romana ocurrió este proceso de manera más pronunciada que en Britania (hoy, Gran Bretaña). Mientras ostrogodos, visigodos y vándalos estaban ocupados en el sur de Europa, una serie de sucesos se desencadenaban en la enorme isla.

    Hacia el siglo V, la guarnición romana de Britania –la más lejana de las provincias romanas– había sido transferida a Europa continental para participar en las guerras “dinásticas” (las múltiples guerras civiles romanas que ocurrieron en ese siglo). Así, Britania quedó “desprotegida” y a merced de los pueblos germánicos, no sólo para el asalto y el pillaje sino para su “colonización”. Y así fue como los pueblos germánicos llegaron a la isla.

     En la costa este se afincaron los anglos, en la costa sur dominaron los sajones y en el extremo sudeste (hoy, Kent) los jutos. Los anglos provenían de Anglia (sur de la península de Jutlandia, hoy Dinamarca continental); de hecho, “England” deriva del nombre de esa región. Los sajones llegaron desde la Baja Sajonia (hoy Alemania del norte) y los Países Bajos; los jutos provenían de la península de Jutlandia (hoy, Dinamarca continental).      

     En lugar de “ceder ante la conquista” como los pueblos de la Galia, Hispania o África del norte, muchos de los romano-britanios (o bretones) se fueron desplazando (o los pueblos germánicos “los iban empujando”, según como se mire) hacia el oeste. La migración de los anglosajones fue un proceso gradual y se llevó a cabo en varias oleadas a lo largo de varios siglos; durante este tiempo, los anglosajones se asentaron en la isla estableciendo varios reinos independientes que se fueron juntando progresivamente y que en los siglos posteriores formarían Inglaterra.

     Así, el oeste de la isla (hoy Gales) y las islas al oeste de la Gran Bretaña (hoy Irlanda) seguirían siendo habitados por los celtas, el norte de la isla por los pictos (hoy Escocia), y la “mitad este” de la isla quedó conformada por varios “reinos anglosajones”, siendo los principales los reinos de Northumbria, Mercia, Anglia Oriental, Anglia Media, Lindsey, Sussex, Essex, Wessex, Kent.

     Estos “reinos anglosajones” diferían de la Italia ostrogoda y la Hispania visigoda en el hecho de que en Britania no se encontraban grandes vestigios de la administración provincial romana, sino que eran completamente germánicos. En Britania, luego de que las guarniciones romanas se fueran prematuramente, las villas y las ciudades de impronta romana fueron algo así como “dejadas a su suerte” y por lo tanto fueron desapareciendo, y eso ocurrió bastante antes de que llegaran los anglos y los sajones. De hecho, ya en el año 410 d.C. (el Imperio romano caería en 476 d.C.) se interrumpió la acuñación de monedas y con ellos la economía de mercado. Así que cuando los anglos y sajones comenzaron a colonizar Britania –hacia 450 d.C.– el nuevo y rudimentario orden social era esencialmente germánico, sin vestigios romanos.

    Dos factores fueron los que contribuyeron a la consolidación territorial de los anglosajones: el primero fue su habilidad militar, lo que les permitió enfrentar y derrotar a otras tribus y pueblos vecinos, el segundo fue el uso de estrategias diplomáticas y políticas para expandir su territorio; establecieron alianzas y matrimonios con los britanios y eso les permitió ampliar su influencia y autoridad.

     Los anglosajones establecieron en Britania un sistema legal y político basado en la idea de los “witan” (asambleas o consejos donde se reunían las personas más importantes de la zona, los llamados “sabios”) y el anglosajón (idioma derivado del dialecto germánico occidental que se divide en cuatro dialectos principales: el sajón occidental, el  mercio, el northumbrio y el kéntrico) reemplazó al latín como idioma principal. En la sociedad anglosajona los roles de género estaban claramente definidos: los hombres tenían roles dominantes en la política, la guerra y las actividades económicas, mientras que las mujeres se dedicaban a ser madres y cuidadoras del hogar.

     Otro contraste con la Europa continental al sur fue la introducción en Britania del paganismo de los germanos. Los anglosajones practicaban una forma de paganismo conocida como anglosajonismo, el cual incluía la adoración de diferentes dioses que representaban diferentes aspectos de la vida y la naturaleza. Algunos de los dioses más importantes eran Woden, el dios principal, Thunor, el dios del trueno, y Frige, la diosa del amor y la fertilidad. Fue necesario que los misioneros cristianos realizaran una campaña en dos frentes (desde el oeste todavía cristiano de Britania y desde el reino franco cristianizado, cruzando el canal de la Mancha) para atraer los reinos anglosajones al redil de la Iglesia.      

     A partir del siglo VIII los reinos anglosajones se vieron debilitados por las constantes invasiones vikingas, además de verse afectados por luchas internas entre los diferentes gobernantes y nobles; estas disputas por el poder debilitaron la capacidad de los reinos para resistir las amenazas externas. Con las invasiones vikingas, muchas comunidades anglosajonas fueron saqueadas y sus habitantes asesinados o esclavizados; esto llevó a la progresiva pérdida de la identidad cultural anglosajona, así como a una disminución de la cohesión social y política.

     A medida que los reinos anglosajones se debilitaban comenzó a surgir un nuevo poder en el sur de Inglaterra: el reino de Wessex. En el siglo IX, bajo el liderazgo de Alfredo el Grande, Wessex logró resistir con éxito las invasiones vikingas y eventualmente unificar a los reinos anglosajones restantes.

     La unificación de Inglaterra bajo el reino de Wessex marcó el comienzo de una nueva era, pero finalmente llegó la invasión y conquista de Britania por los normandos, entre 1066 y 1071, bajo el mando de Guillermo el Conquistador (William the Conqueror), descendiente de vikingos (los normandos eran originalmente vikingos daneses), luego llamado Guillermo I, que terminó siendo el primer rey de Inglaterra.

    Esa ya es otra historia, pero vale apuntar que además de las muertes, la devastación generalizada y la construcción de castillos por todos lados, hubo muchas otras consecuencias de la conquista normanda en Inglaterra, y aún en el resto de Europa. El impacto más notable fue el casi total remplazo de los gobernantes anglosajones y la aristocracia terrateniente por un reducido número de normandos a quienes Guillermo les otorgó propiedades y títulos, lo cual derivó en el desarrollo del sistema de feudalismo, que consistía en el otorgamiento de tierras –feudo– a un noble que prometía lealtad y servicio militar al amo, ya fuera en persona o pagando caballeros para ello. Esta política se extendió a otros ámbitos, comenzando a emplearse la mano de obra de un hombre libre o de un siervo, que trabajaba la tierra al servicio de un amo que se llevaba las ganancias.

     La élite eclesiástica tampoco escapó de los normandos: casi todos los obispos fueron sustituidos por obispos normandos, y se construyeron nuevas catedrales de piedra y de estilo románico-normando como las de Winchester, York y Canterbury.

    La gente común percibió y acató esos cambios, aunque en realidad no hubo grandes desplazamientos de nuevos pobladores desde Normandía a Inglaterra. Sin embargo, algunas formas de gobierno anglosajona como los condados sí se mantuvieron (aunque los cargos eran para los normandos) y la política, economía y cultura de las dos regiones se mezclaron.

   Inglaterra ya estaba desarrollándose bajo los gobernantes anglosajones como un reino poderoso en Europa, pero la invasión normanda aceleró este proceso y convirtió a Inglaterra en un país dominante en las Islas Británicas y, a partir de entonces, en uno de los participantes principales en los asuntos de la Europa continental.

* Referencia: “Los Godos

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