El 6 de febrero de 1788, James Madison, futuro presidente norteamericano, quien además de ser conocido como uno de los padres fundadores era considerado el promotor de la Constitución norteamericana, escribió en uno de sus artículos de la serie conocida como “Federalist Papers”: “Si los hombres fuesen ángeles, no sería necesario gobierno ni controles internos o externos…. en un gobierno de hombres, primero debes habilitar al gobierno a controlar a sus gobernados y, en segundo lugar, obligarlo a que se controle a sí mismo”.
Madison confiaba que la ética podría frenar a la amenazante selva del Leviatán de Thomas Hobbes (1588-1679) y su bellum omnium contra omnes (la guerra de todos contra todos). El ideal libertario de una “anarquía ordenada” sólo sería posible si los hombres se comportasen como ángeles (cosa que dista de ser así).
El mismo Madison aclaraba que “cualquier forma de gobierno que garantizará la libertad o la felicidad sin virtud alguna de las personas, es una idea quimérica”. La virtud de los ciudadanos es esencial para la prosperidad de una nación. De allí otra frase que inmortalizó: “la difusión y el avance de los conocimientos es el único guardián de la verdadera libertad”. Sin embargo, advertía que esa “libertad puede estar en peligro por el abuso de la misma libertad, pero también por el abuso de poder”.
Madison, como dijimos, es considerado el padre de la Constitución, pero estaba convencido de que si estas leyes eran tan voluminosas, abstrusas e incoherentes que no pueden ser entendidas por las personas comunes, solo asisten a crear desorden, confusión y desobediencia. Tener 40.000 leyes como las que coexisten en Argentina solo potencia los conflictos y la litigiosidad.
Gran defensor de las libertades individuales (aunque, como casi todos los padres fundadores, era dueño de esclavos pero creía que la esclavitud era “un estigma en una nación libre”), fue también un gran promotor del republicanismo. Para Madison era menester crear los medios para que las mayorías respeten las opiniones individuales, siempre que estén dentro de la ley y no promuevan la sedición.
“El gobierno que se concentra en satisfacer el anhelo de la mayoría, cae fácilmente en la opresión de las minorías”, era una máxima de Madison de raíz Aristotélica.
También sostenía que era “deber del gobierno respetar los derechos de las personas y de sus propiedades”, una tarea ineludible que se ha desdibujado por un populismo despilfarrador y prebendario.
Madison opinaba que era más frecuente violar la libertad mediante usurpaciones graduales y silenciosas por los que están en el poder que mediante usurpaciones bruscas y violentas. Un comentario de gran actualidad por el dominio de los medios de comunicación de aquellos que se valen del poder para imponer sus intereses.
Y, por último, para estos tiempos inflacionarios donde la moneda se devalúa por minuto, James Madison nos recuerda que ¡la circulación de la confianza es mejor que la circulación del dinero”.
Madison fue uno de los pensadores en los que se inspiró Juan Bautista Alberdi para redactar las bases de nuestra Constitución, pero Argentina terminó siendo una federación en las formas, aunque unitaria en el manejo de la economía, una República no siempre respetuosa de las minorías y una Democracia que fácilmente se convierte en la tiranía de la mitad más uno.
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Esta nota también fue publicada en CLARÍN