Hoy es el Día del Médico (3 de diciembre), fecha consagrada por la Confederación Médica Panamericana en 1926, para homenajear al médico cubano Carlos Juan Finlay y Barrés. En 1886, Finlay propuso que el trasmisor de la fiebre amarilla era el mosquito Aedes aegypti, uno de los asesinos seriales que más muerte ha ocasionado en la historia de la humanidad.
En realidad, la hipótesis de Finlay fue confirmada 20 años más tarde cuando el gobierno norteamericano encomendó al Dr. Walter Reed la misión de erradicar esta fiebre que afectaba a miles de trabajadores ocupados en la construcción del Canal de Panamá. Médicos de su equipo se ofrecieron como voluntarios para ser picados por este mosquito. A raíz de esta inoculación, el Dr. Jesse William Lazear y la enfermera Clara Maass murieron durante la experiencia, pero con su sacrificio lograron confirmar la hipótesis y así lograr que millones de personas salvaran su vida.
La historia de la medicina es la del esfuerzo, la búsqueda del conocimiento y la entrega altruista al prójimo. Obvio que hubo errores y excesos y, a veces, un desmedido afán de lucro pero hasta principios del siglo XX, cuando la medicina era aún una “profesión liberal”, abundaban ejemplos como los de Reed, Lazear y Finlay.
La Medicina argentina no fue una excepción. Los médicos que pelearon contra la fiebre amarilla como Eduardo Wilde, la entrega del doctor Francisco Javier Muñiz frente al cuerpo de salud del ejército argentino con 70 años a cuesta, Salvador Mazza y su lucha contra el Chagas, y tantos otros que tratamos de rescatar en estas páginas ya que no deben ser olvidados porque el reconocimiento y el agradecimiento no son la moneda corriente. Son más célebres los generales victoriosos que los médicos que trataron de salvar la vida de las víctimas de esa violencia… pero es así y ha sido así desde hace milenios.
Los romanos en el tiempo de Galeno consideraban a los médicos individuos “infra dignitatem”, es decir, apenas mejor que un esclavo (de hecho, los conocimientos médicos salvaban a los esclavos de la servidumbre).
Digamos que la suerte de los médicos no ha mejorado. De una forma u otra, son tratados como ciudadanos de segunda. Mientras a un delincuente se le debe demostrar el crimen, a un médico se le exige aportar las pruebas de que actuó según las reglas del arte de curar.
Por estas y muchas otras razones, hoy los médicos argentinos estamos hartos, cansados, molestos por el destrato de autoridades y gerenciadores (que seguramente publicarán avisos de agradecimiento, pero pagarán 2 dólares la consulta, es decir, 10 a 15 veces menos que a colegas de países vecinos).
Estamos cansados de la falta de empatía, de reclamar sin ser escuchados y de las promesas incumplidas. Estamos podridos de explicar nuestros problemas con números y costos, solo para recibir la explicación con indiferencia, porque en última instancia todos entienden el planteo: no podemos trabajar por un puñado de caramelos, ni por dos empanadas a cobrar en 90 a 120 días cuando no más.
Nuestro trabajo se ha bastardeado; trabajamos por debajo de los costos sin considerar amortizaciones, ni recambio y menos aún modernizar la tecnología. En los últimos doce años el arancel a los profesionales ha aumentado 3859%, mientras que el valor de aumentos a los gerenciadores fue del 5070%, y el convenio colectivo de trabajadores de salud, un 5568%. ¡Esto nos convierte en los verdaderos financiadores de salud! Y sin nuestro aporte, la excelencia de atención se pierde porque la salud pública no aporta innovación en tecnología.
Siguiendo con estos números, verán que en este tiempo el índice general de precios es del 7292% mientras que el dólar subió 11504%. Lo más curioso del tema que las mismas autoridades reconocen que el PMO (Programa Médico Obligatorio) aumentó un 7901% y el costo de la salud, un 10460%. A todas vistas la situación es perdidosa y al borde del quiebre, pero aún nuestro reclamo no ha sido escuchado o solo hemos recibido evasivas. Estamos cansados, hartos, molestos, despreciados e indefensos.
Desde antes de la pandemia el deterioro era manifiesto, pero de entonces hasta al momento, nadie ha dado una respuesta efectiva a este descalabro conducido por la posición dominante de algunos gerenciadores.
Es el tiempo de terminar con esta desproporción. Entiendan que no solo habrá déficit asistencial y deterioro de la calidad en la atención sino que esta situación traerá desempleo y quiebre de prestadores.
Por todo esto, en este Día del Médico convocamos a las autoridades a un diálogo abierto, con atención a estos números que muestran el deterioro que hoy nos hostiga.
Los médicos estamos cansados. Y eso no es bueno para la sociedad.