La personalidad conflictiva del sanjuanino creaba odios y amores, adeptos y contrincantes. Nada le era indiferente y a su vez él se jactaba de no resultarle indiferente a nadie. Bien lo llamó García Hamilton “cuyano alborotador”.
Las afirmaciones exageradas y fuera de lugar en las que incurrió Sarmiento como presidente, tenían preocupado a todo el espectro político. De hecho, Sarmiento, llamado “el loco” por sus coetáneos (tanto amigos como enemigos), durante su mandato estuvo a punto de ser interpelado por insania. Fue el único mandatario que llegó a una situación tan comprometida (hecha la excepción de Ortiz por su ceguera ). Sus constantes exabruptos, más su hipoacusia que asistía a su mal humor, hacían poner en duda su equilibrio emocional. Él mismo se reconocía disruptivo.
Lucio García Mansilla fue uno de los más entusiastas promotores de la candidatura de Sarmiento a la presidencia, pero cuando el sanjuanino accedió a la misma a Lucio no lo colocó en ningún puesto de mando. Cuando Lucio le preguntó porque no había pensado en el para un puesto jerárquico, Sarmiento le fue muy sincero: “Dos locos no tienen cabida en este gobierno”.
A lo largo de su vida, Sarmiento abundó en frases que hacían poner en tela de juicio su equilibrio psíquico. Veamos algunas de ellas:
“Si los pobres se han de morir, que se mueran, porque el Estado no tiene caridad, no tiene alma. El mendigo es un insecto…”
“Tengo odio a la barbarie popular…mientras haya un chiripá no habrá ciudadanos”.
“Por los salvajes de América siento una invencible repugnancia”.
“El Chacho Peñaloza ha sido perseguido… y le han cortado la cabeza. Yo he aplaudido el hecho precisamente por la forma”.
“La sangre (del gaucho)… es lo único que tienen de seres humanos”.
“Es preciso emplear el terror para triunfar”.
“Si el coronel Sandes (uno de los coroneles de Mitre enviado a pacificar el interior) mata gente, cállese la boca, son animales bípedos de tan perversa condición que no sé qué obtenga por tratarlos mejor”.
“Para ganar las elecciones de 1857, nuestra base de operaciones ha consistido en la audacia y el terror”.
“Es preciso acogotar a Alberdi, del Carril, Gutiérrez y Fraguero con Vicente Fidel López, Cané, Luis Domínguez y Tejedor” (un precoz “Que se vayan todos”).
No le caían en gracia ni los españoles, ni los italianos …entonces no había chinos ..
Paul Groussac, quien bien lo conocía, lo llamaba “Don Yo”. Decía de él que era “desbordante, desbrochado, francote, exabruptal, henchido de legítimo orgullo y de grotesca vanidad”. Aunque también lo llamaba “el más atrevido de los baqueanos intelectuales”, en reconocimiento de sus méritos, ingenio y espíritu innovador. Nadie podía soslayar su ánimo batallador, que apenas se adormecía para brotar con nuevas ínfulas minutos más tarde. Nunca escarmentaba, no había derrota que lo amilanara, no había excusas, no pedía perdón, seguía adelante con lo suyo. Ordenó fusilamientos sumarios, como el del general Andrés Arredondo en 1874, que se salvó gracias a que Julio Argentino Roca se hizo el distraído y lo dejó escapar.
En Montevideo ridiculizó a las hermanas docentes de la Santa Unión, circunstancia que Pedro Goyena aprovechó para tildarlo de “animalis homo”.
Celebró la muerte del Chacho Peñaloza y puso precio a la cabeza de López Jordán además de la de su secretario, un joven llamado José Hernández.
Acusó a Mitre de cohecho (revolución de 1874) cuando bien sabía que el general no había tocado un peso.
La discusión con Alberdi, que si bien fue el punto cúlmine en el debate institucional de nuestra incipiente democracia, degeneró en un ataque personal, un discurso “ad hominem”, teñido por la disimulada envidia que Sarmiento sentía hacia Alberdi. Sarmiento no tenía título universitario que lucir, cosa que si podía esgrimir el tucumano.
Alberdi fue quien mejor pudo captar las intrínsecas contradicciones del sanjuanino que era educacionista sin educación . Justamente por su educación, poco sistematizada, Sarmiento tenía cierto complejo de inferioridad que ocultaba bajo el sayo del self made man. Su espíritu confrontativo lo llevó a enfrentamientos innecesarios, recurriendo a mentiras y exageraciones que utilizó en perjuicio de sus opositores.
“El loco” fue atemperando sus actitudes con el tiempo para convertirse en el venerado patriarca de las letras, el educador de un continente, el polemista que sólo de vez en cuando sorprendía a sus interlocutores con un exabrupto.
“La pasión es pues una cualidad fundamental del genio y ella es justamente un signo característico de la personalidad de Sarmiento que bajo la sugestión de aquella, exalta toda sus potencias y se identifica con la patria cuya organización, lucha, sufre y sueña” afirmó el doctor Nerio Rojas, que estudió los antecedentes psiquiátricos del estadista. Este “estado pasional” lo llevaba fácilmente a situaciones extremas en que perdía el equilibrio y caía en instantes de verdadera alienación.
Así fue Sarmiento, el hombre, el estadista, adorado por muchos, denostado por otros y que nos evoca las conductas algo bizarras del actual presidente. Curiosamente, Javier Milei es recordado como guardavallas de Chacarita Juniors, pero pocos mencionan que fue el mejor promedio de su promoción, tiene dos maestrías en ciencias económicas y un doctorado honoris causae.
Hay una cosa que hermana al palermitano (de ese barrio porteño es oriundo Milei) con el sanjuanino y es que, evidentemente, hay que tener cierto grado de insania para aspirar a sentarse en el sillón de Rivadavia, lo más parecido a un silla eléctrica que existe en Argentina.
Mientras leía la nota me preguntaba si el autor no cometeria el exabrupto de comparar a Sarmiento con el actual presidente electo. Pero supongo que el tono de la nota tenía que derivar por allí.
Por otra parte la mayoría de las frases de Sarmiento que se citan no revelan desequilibrio alguno, Salvo moral. Al fin para aplaudir crímenes como el de Peñaloza tenía que haber otros “locos” que los cometieran. Lo mismo con el desprecio por la voluntad popular, el desprecio por los criollos y la impiedad por los caídos. Eran sellos de su época y de su clase.
En cuanto a los títulos académicos de Milei, su cita no guarda coherencia con la nota, y justamente desbarata el paralelo con el sanjuanino, que careció de educación formal. Lo que era tolerable en el siglo XIX no lo es hoy. Lo aprenderemos con dolor.