Enrique Telémaco Susini, una inteligencia superior

Cuando en 1925, Albert Einstein conoció a Enrique Telémaco Susini, no dudó en destacar su preclara inteligencia, “una de las primeras de Argentina”. Para entonces, el Dr. Susini tenía 34 años y no solo se había destacado en la medicina y composición musical, sino también era uno de los pioneros de la radiofonía nacional.

Hijo del Dr. Telémaco Susini, prominente profesional discípulo de Louis Pasteur y Robert Koch, como sus maestros introdujo varias vacunas a la Argentino como la del carbunclo que producía estragos entre los trabajadores de la carne y productores agropecuarios. Si bien especializó en otorrinolaringología, como más tarde lo haría su hijo, también se destacó como docente de anatomía patológica y fue interventor de la Universidad de Córdoba, con el apoyo de alumnos y el mismo presidente de la República, Hipólito Yrigoyen. Además, fue un ferviente anticlerical y escribió un libro titulado “Los problemas sociales y la Iglesia Católica”.

En 1906, el Dr. Telémaco Susini fue enviado como cónsul a Viena, llevando consigo a su hijo Enrique, quien recibió una magnifica educación, especialmente musical. Viena era entonces un centro en ebullición cultural y científica, de Freud a Bleuler, de Egon Schiele a Klimt. Enrique tuvo oportunidad de presenciar el primer vuelo de los hermanos Wright en Europa. Sabía que el mundo estaba cambiando en forma precipitada …

Vuelto a la Argentina, Enrique se graduó de médico con honores a los 23 años .

En 1910 Guillermo Marconi ganó el Premio Nobel de Física por el desarrollo de la radiofónica. Un año antes, Marconi había visitado Argentina y entusiasmó a varios jóvenes con su invento, entre ellos al joven Enrique. Durante la Primera Guerra Mundial la radiofónica tuvo un desarrollo impresionante pero su uso fue limitado a  fines bélicos. En 1916, ya siendo médico, Enrique viajó a Francia enviado por la Armada Argentina para estudiar los efectos de los gases tóxico que hacían estragos entre los combatientes. También aprovechó su permanencia para conocer los adelantos técnico en radiofónica y adquirió una serie de equipos para traer al país.

En 1920, Enrique, con un grupo de amigos que incluía a Miguel Mujica (su primo), César Guerrico y Luis Romero Carranza, de aquí en más conocidos como “Los locos de la azotea”, realizaron la primera transmisión de radiodifusión pública en Argentina. Desde entonces, el 27 de agosto se conmemora el Día de la Radiodifusión Argentina. Ese día, el mismo Susini actuó de locutor antes de transmitir “Parsifal” de Wagner. La audiencia fue muy limitada, probablemente pocas docenas de personas, ya que eran pocos los dueños de las radios a galera, como se usaban entonces.

La tarea de estos jóvenes no carecía de peligros porque el tendido de cables entre edificios para mejorar la transmisión eran un riesgo que estos “locos” corrían permanentemente.

Las primeras transmisiones contaban con el Dr. Susini como locutor políglota, quien por su permanencia en Europa dominaba varios idiomas. También cantaba y tocaba el violín muy bien gracias a sus años de estudio en la Academia de Viena Esta primitiva radio argentina transmitió la asunción de Marcelo T. de Alvear en 1922 y continuó promoviendo la difusión cultural, especialmente de óperas, que así podían llegar al gran público. Susini era un entusiasta de la lírica, conoció a grandes figuras del canto en su doble carácter de regisseur y también como especialista de nariz, garganta y oído.

El desarrollo que causó la admiración de Einstein fue la creación de Via Radar, una feliz conjunción de onda corta y telegrafía que facilitaba y abarataba las comunicaciones intercontinentales. Ya no se necesitaban los cables interoceánicos para enviar telegramas, estos se hacían por onda corta usando el código Morse. En un país de inmigrantes, la posibilidad de mantener una comunicación rápida y barata con las familias que habían quedado en su país de origen se convirtió en un éxito instantáneo.

 Todo el mundo comenzó a ver al multifacético Susini como un genio, a punto tal que el doctor debía cuidarse de lo que hacía o decía en público, ya que varias empresas contrataron detectives para seguir sus pasos y tratar de saber en qué andaba este mago de las comunicaciones.

Al  final Vía Radar fue adquirida por ITT por una cifra millonaria.

Otra actividad que Susini comenzó con los otros “locos de la azotea” fue una compañía de cine llamada “Lumiton” (a imagen y semejanza de la Metro Goldwyn Mayer que el doctor había visitado en California), que se convertiría en uno de los grandes emprendimientos que culminaron con la llamada “era de oro del cine argentino”. “Lumiton” fue el estudios de cine más moderno del país, ubicado en la localidad de Munro, con amplias instalaciones y hasta contaba un predio  que reproducía un fortín con mangrullo para las películas que transcurrían en la pampa Argentina, como los fuertes que aparecían en los films del Far West.

La primera película fue “Los tres berretines”, el segundo film sonoro de la historia. La dirección de esta película estuvo a cargo del mismo Susini. “Lumiton” realizó casi 100 films y uno de ellos, “La chismosa”, participó en el festival de Venecia y obtuvo el Primer Premio Internacional de una película argentina. Por estos estudios pasaron las grandes luminarias del cine nacional.

La apertura de las películas de Lumitón
Los 3 berretines, la primera película del sello Lumitón que dirigió Susini

Al mismo tiempo, el doctor actuaba como director técnico del Teatro Colón, además de poner en escena una ópera en Roma y en La Scala de Milán.

Susini escribió 70 obras de teatro y compuso la música para varias películas (¿Dónde están esas partituras?), fundó una compañía telefónica en Pinamar y actuó como director general de la primera transmisión de televisión de canal 7 (el 17 de octubre de 1951) a instancias de la señora del general Perón. No solo fue director sino que también el primer camarógrafo.

En medio de esta incansable actividad, Susini nunca dejó de trabajar como otorrinolaringólogo. Amaba la profesión, que era casi una marca familiar. Su prestigio era tal que operó, nada más y nada menos que a Caruso, Gardel y a María Callas. Es decir las grandes voces del siglo XX .

A Caruso no solo lo operó sino que también lo dirigió en escena.

La caricatura de Susini que hizo y le regaló el famoso cantante de ópera Enrico Caruso

La amistad con Gardel llegó a tal extremo de confianza que, según cuentan, fue Susini quien le recomendó a Gardel que lo mejor era separase de José Razzano “porque es diferente el tono de voz de uno con el otro”. Y el Zorzal que quería orientarse al canto lirico, le hizo caso a Susini y continuo con su carrera tanguera.

Gracias a otra iniciativa de Susini, se inició el festival de Cine de Mar del Plata.

Cualquiera de estos logros le hubiese valido el reconocimiento del público y recuerdo en grado heroico, pero hoy, el Dr. Enrique Telémaco Susini es una figura que, a pesar de sus proezas, va cayendo en el olvido. No hay monumento, ni calles que recuerden al médico, al productor y al artista.

Fue Susini uno de esos médicos que unieron la ciencia con colegas y  artistas como lo fueron  Ricardo Gutiérrez, Eduardo Wilde, Carlos Damel, Pedro Lagleyze, Florencio Escardó, Marcos Aguinis, y tantos otros que enumerar no quiero para evitar omisiones involuntarias.

La medicina es (o era en sus principios) el arte de curar. Un arte noble, de entrega al otro, un arte que ennoblece al individuo. El arte, por su lado, también apunta a mejorar al semejante atravesó de la estética y el mensaje sublime ..

Que muchos  médicos hayan abrazado otras actividades creativas, asiste al profesional a tener una perspectiva distintas cuando se acerca al paciente, ayuda  a un ejercicio más humano de la profesión, los hace, según Sheather, mejores médicos …

Cómo en todos estos  asuntos personales hay distintas aristas y otros barajan la hipótesis que el desarrollo del lado artístico puede ser una evasión o, en el mejor de los casos ,la sublimación de las limitaciones y frustraciones del ejercicio de la profesión.

Algunos médicos que cultivaron  una veta literaria lo expresaron de distintas formas.

David Hilfiker, médico de familia norteamericano, dijo: “La medicina es mi raíz, la literatura mis alas”.

A.J. Cronin sostenía: “No habría escrito los libros que publiqué de no haber ejercido la medicina por once años”. Somerset Maugham coincide con que “no hay mejor escuela para un escritor que la práctica de la medicina”.

Antón Chejov decía que la medicina era su esposa legal mientras que la literatura era su amante…. Y agregaba: “cuando me canso de una, paso a la otra”.

También hubo músicos médicos, como Susini y Giuseppe Sinopoli, destacado director de orquesta italiano, y uno de los mejores intérpretes de Malher.

Pintores médicos también los hubo, como Jakob van Ruisdael, quien fue un reconocido pintor en su tiempo, como lo fue Cupertino del Campo entre nosotros, Pedro Lagleyze, fiel amigo de Ángel della Valle y el Profesor Roberto Sampaolesi.

Son muchos, muchos más, pero el espacio es finito y la memoria endeble.

En suma, el arte de curar, asistir al semejante a vivir mejor, tiene un punto en común con la actividad creadora, un nexo profundamente humano, intrínsecamente espiritual que los une por esos enmarañados caminos de los sentidos y el intelecto.

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