Las islas más importantes que componen el archipiélago son Spitsbergen (la más importante y la más poblada), Nordaustlandet, Prins Karls Forland, Barentsøya y Edgeøya.
El 60% de la superficie de Svalbard está cubierta por glaciares. En Spitsbergen (también se escribe Spitzbergen) se encuentra Longyearbyen, que es la capital del archipiélago y, con algo menos de 2.700 habitantes, es el lugar poblado más septentrional del planeta, a una distancia de 1.338 km del Polo Norte. También en Spitsbergen se encuentra la montaña más alta del archipiélago, el Newtontoppen, de 1.713 metros de altura.
Comparada con otras áreas polares y considerando su latitud, el clima de Svalbard es bastante favorable. Se trata de un clima ártico, pero la cálida Corriente del Golfo hace sentir sus influencias principalmente en el lado suroeste del archipiélago, donde el mar está libre de hielo durante casi todo el año, mientras que a lo largo de las costas este y norte, el mar está congelado durante casi nueve meses al año. La influencia de la Corriente del Golfo hace que las temperaturas invernales en Svalbard sean más altas en comparación con otros lugares en Rusia y Canadá ubicados en la misma latitud. En invierno, las temperaturas medias en Svalbard varían entre -20°C y -13°C, mientras que en los meses de verano varían entre los 3°C y los 7ºC. La temperatura más baja en Svalbard fue registrada en 1917 y fue de -49.2ºC. La precipitación es casi exclusivamente en forma de nieve y varía entre menos de 300 mm en las regiones occidentales y más de 1.000 mm en las regiones orientales y meridionales.
Svalbard es un páramo; no hay árboles, la vegetación es escasa, hay muy pocos autos y aún en la ciudad uno puede escuchar sus propios pasos.
En Svalbard hay luz de día las 24 hs (“midnight sun” incluido) entre el 19 de abril y el 23 de agosto (durante el “polar summer”), y hay “noche polar” (noche durante las 24 hs) entre el 28 de octubre y el 14 de febrero. A principios de marzo, al final de esa larga noche de casi cuatro meses se festeja “la semana del sol”.
El suelo de Svalbard contiene permafrost, que es algo así como “una capa de suelo congelada”, una capa que ha permanecido congelada ininterrumpidamente, en la mayoría de los casos, durante cientos o miles de años. El permafrost está conformado por tierra, rocas y sedimentos amalgamados por el hielo, que actúa como cemento. Cuando el permafrost está en su estado natural actúa como un refrigerante de la tierra, manteniendo los restos de carbono orgánico helados y secos, sin generar ningún daño al medioambiente.
Esto lleva a la siguiente curiosidad: la gente que muere en Svalbard no es enterrada en Svalbard. Debido al permafrost, los cadáveres no se descomponen. Los cuerpos fallecidos en el archipiélago, si no son cremados, son trasladados al continente para ser enterrados. Otra curiosidad debida al permafrost es que las cañerías de la ciudad no son subterráneas sino que están a la vista, sobre la superficie. En Longyearbyen uno puede encontrarse con renos caminando plácidamente por la calle. Los renos no tienen depredadores en las zonas cercanas a la ciudad (y se cuidan bastante de acercarse a las zonas donde hay osos polares), por lo cual no son temerosos ni agresivos. También hay puffins, grouses (una especie de ave galliforme) y patos árticos (eider ducks), cuya particularidad es que los machos tienen plumaje blanco y negro y las hembras son marrones, lo que hace que parezcan especies diferentes aunque no lo sean. Hay más de 200 especies de aves en la región.
Es bastante curioso el hecho de que en los límites de la ciudad hay carteles que advierten sobre la eventual o posible presencia de osos polares. Los turistas no pueden salir solos de los límites de la ciudad; deben ir acompañados por un guía o un local, quien debe llevar un arma (suelen llevar una pistola de bengalas y un rifle) en prevención de un eventual ataque de un oso. Los osos polares no son agresivos salvo cuando tienen hambre (se alimentan de focas), y si se acercan a la ciudad se suele interpretar que están hambrientos. De todos modos, esos encuentros son más que esporádicos y no sólo no hay episodios de violencia hacia ellos sino que, si alguien llega a ver un oso, en el lugar que fuere, está prohibido por ley seguirlo. Los osos polares están protegidos por ley desde 1973; actualmente hay más de 3.000 osos polares (más que la cantidad de habitantes de Longyearbyen) en la región de Svalbard.
En Svalbard se crían perros “de nieve y de trineo” y se mezclan las razas husky, alaskan, spiz, groenlandés. Son perros de una gran fortaleza, incansables, muy nobles y muy amigables, que son usados en invierno para tirar de los trineos, tanto turísticos como de trabajo. Sin embargo, la mayoría de los locales utiliza el snowmobile, un vehículo a motor con esquíes, que realiza en 15 minutos un trayecto que a los perros tirando de un trineo les llevaría una hora.
Más al norte en el archipiélago se encuentran los fiordos helados que muestran los imponentes glaciares y en los que pueden encontrarse zorros árticos, osos y todo tipo de aves en icebergs a la deriva en un mar en el que hay focas, morsas (otra especie protegida, desde 1952), ballenas y belugas.
En Longyearbyen se encuentra el Global Seed Vault (“The Doomsday Vault”), que es una reserva mundial de semillas de todo el mundo. Hoy se encuentran allí más de 1,2 millones de variedades de semillas y cultivos provistas por más de 1.750 bancos de semillas de más de 100 países. El Global Seed Vault es una estructura de acero reforzado y concreto. Tras la enorme puerta se accede a un túnel que se hunde 150 metros en la montaña hasta llegar a una cámara que deriva en tres enormes bóvedas de almacenamiento. La capacidad del lugar permite almacenar hasta 4,5 millones de variedades de semillas; hasta ahora algo más de una cuarta parte de su capacidad está ocupada, por lo cual sólo una de las bóvedas está en uso. La temperatura dentro de las bóvedas es de -18 ºC, y las semillas están envasadas al vacío en triple packaging y adecuadamente protegidas.
El lugar donde se encuentra el Global Seed Vault tiene un aspecto apocalíptico, surrealista, conmovedor. La enorme estructura gris enclavada en la montaña genera sensaciones tan diversas como imborrables ante la idea de que se guarden duplicados de semillas en previsión de un holocausto nuclear, de una desaparición de cultivos a causa de una catástrofe climática, de una hambruna mundial o desastres planetarios. Parece una imagen de ciencia ficción, tan aterradora como portadora de esperanza a la vez.
Si bien Svalbard pertenece a Noruega, cualquier persona proveniente de cualquier lugar del mundo puede instalarse y vivir allí sin tener que cumplir ningún requisito exigido por el gobierno noruego. De hecho, en Barentsburg, por ejemplo (segunda ciudad de Spitsbergen, con 600 habitantes, a 60 km de Longyearbyen), los habitantes son rusos (mayoría) y ucranianos (minoría), y no hay noruegos. Cabe mencionar que como consecuencia de la reciente invasión de Rusia a Ucrania se produjo un conflicto en la ciudad y los ucranianos fueron prácticamente expulsados de Barentsburg por los rusos. En represalia, el alcalde de Longyearbyen decidió aislar a Barentsburg y canceló todo contacto comercial con esa ciudad (“si necesitan algo, que le pidan a Rusia”, expresó).
Para trabajar en Svalbard no es necesario tener una visa de residencia ni una visa de trabajo emitida o autorizada por el gobierno noruego, y quien pueda acreditar tres años de residencia en Svalbard ya tiene derecho a votar en las elecciones locales. En Svalbard todos hablan inglés; los noruegos hablan también en noruego, por supuesto.
La bandera noruega flamea en Svalbard pero los impuestos que se cobran en Svalbard quedan en Svalbard, no se comparte ni una sola NOK (corona noruega, la moneda de curso legal) con Noruega continental; por esa razón, la vida en Svalbard es un poco más barata que en Noruega continental. Y si alguien viaja desde Noruega continental hacia Svalbard debe mostrar su pasaporte en Migraciones antes de embarcar; lo mismo ocurre si viaja desde Svalbard al continente. Un detalle peculiar, cuya razón es que Noruega continental pertenece al “Espacio Schengen”, pero Svalbard no (lo que no deja de ser un contrasentido, ya que Svalbard pertenece a Noruega).
En Svalbard viven personas de 53 nacionalidades diferentes que trabajan en las tres principales actividades del archipiélago: la minería de carbón, la investigación (relacionada con el Mar Ártico, el medio ambiente, la geología, los océanos y el clima) y el turismo. La ciudad más poblada, como se mencionó, es Longyearbyen, donde según el último censo casi el 70% de habitantes es de nacionalidad noruega.
La minería de carbón y el procesamiento del mismo ha sido históricamente la principal fuente de trabajo y de recursos de Svalbard. Hoy en Longyearbyen hay una mina de carbón activa (la mina Nº7) en la que trabajan 20 personas y extraen 75.000 toneladas de carbón al año (un tercio es transformado en energía para la ciudad), pero la mina más grande está en Svea, a 60 km de Longyearbyen: 250 personas trabajan en ella, alojándose en ese pueblo por turnos durante una semana o dos, ya que casi todos ellos son de Longyearbyen. Dotadas con el equipamiento más moderno, las minas extraen 3,5 millones de toneladas de carbón al año. Con esa producción no sólo se provee de carbón (y a partir del mismo, de energía) al archipiélago sino que además se envía carbón a Noruega continental y se exporta a otros países europeos.
A partir de 1990, el desarrollo de la investigación y el turismo son dos áreas en las que el gobierno noruego ha puesto especial énfasis. Hoy Svalbard recibe el 1% de turistas que visitan Noruega, y la investigación científica se ha transformado en una actividad de gran importancia. Svalbard está en la puerta de entrada del Mar Ártico, en el que se encuentran grandes corrientes con influencia en el clima. El Mar Ártico posee una gran riqueza y permite acceder a estructuras geológicas de gran interés y los glaciares brindan información importante sobre la Era del Hielo. Hoy en día ocho países tienen estaciones permanentes de investigación en Svalbard, el Centro Universitario de Svalbard (UNIS) recibe a 350 estudiantes provenientes de todos los lugares del mundo y el Instituto Polar de Noruega posee un barco (“Lance”) que efectúa exploraciones científicas tanto en el Ártico como en la Antártida.
Los salarios en Svalbard son altos. Quienes trabajan en la industria del carbón son los que mejor ganan, pero quienes trabajan en el sector turístico también tienen buenos ingresos. Un guía turístico gana lo suficiente, según sus propias palabras, para vivir bien y tener una buena capacidad de ahorro. Sin mencionar cifras, ellos mismos sostienen que con lo que ganan podrían vivir sin ningún problema en cualquier ciudad importante de Europa.
Svalbard tiene jardín de infantes, escuela primaria, secundaria y universidad. El Museo de Svalbard, que está en Longyearbyen y depende de la universidad, es interesantísimo, didáctico en extremo y ha recibido el Council of Europe Museum Prize. Muestra tanto la historia de Svalbard como su geología, fauna, flora, su pasado y su presente, todo con una calidad de material y presentaciones realmente admirables.
Las auroras boreales (“northern lights”) son especialmente bien observadas en Svalbard, y pueden observarse entre septiembre y marzo. El primer lugar para su observación en Svalbard se instaló en 1978, y en 2008 se inauguró un observatorio exclusivo para estudiarlas, en la misma montaña en la que se encuentra la mina 7. El proyecto EISCAT (así se llama) tiene en Longyearbyen el observatorio más avanzado del mundo para el estudio de las auroras boreales, con dos antenas-radares que rastrean la atmósfera hasta una altura de 1.000 km y, además de Noruega, Gran Bretaña, Suecia, Finlandia, Alemania, China y Japón forman parte de ese proyecto de estudio.
En Longyearbyen hay un hospital, pero el mismo no cuenta con todas las especialidades médicas. Especialidades como otorrinolaringología, oftalmología y urología son atendidas por médicos especialistas que viajan una o dos veces al mes para atender a quienes necesiten, y no hay servicio de obstetricia. Las embarazadas deben hacerse los controles en el continente, y en los últimos dos o tres meses del embarazo (de acuerdo a caso) son trasladadas al continente (especialmente a Tromsø) para el seguimiento del final de su embarazo y para el parto. Y otro detalle curioso: quien nace en Svalbard (en realidad, como hemos visto, en Svalbard no nacen, nacen en Tromsø) no es considerado ciudadano noruego si sus padres no lo son. Es un intríngulis bastante particular.
En Longyearbyen hay una iglesia luterana (la iglesia más septentrional del planeta), construida en 1921 y reconstruida 25 años después, al lado de las únicas tumbas de la isla, que datan de 1918, cuando la “gripe española” llegó a Svalbard. La iglesia funciona además como lugar de encuentro y reunión.
En Svalbard no hay crímenes ni inseguridad. Hay policía, aunque francamente tiene muy poco trabajo. El último delito que se recuerda fue hace unos diez años: a un turista (malandra de poca monta) se le ocurrió robar el único banco de Longyearbyen. Lo atraparon a los diez minutos, y el problema fue que no tenían dónde encerrarlo (en Svalbard no hay cárceles ni calabozos) así que lo dejaron en la habitación de su hotel, con custodia policial. Fue juzgado y condenado en menos de una semana por el juez de Longyearbyen y trasladado a una cárcel en Noruega continental.
El deporte que más practican los locales es el esquí. Durante la noche polar esquían bajo la luz de la luna, y si no hay luna usan cascos con linternas. También, bajo techo, juegan fútbol sala y handball.
En Svalbard hay varios bares y restaurantes. Se come mucho pescado, siendo el bacalao y el salmón un alimento que nunca falta. La comida noruega prevalece, pero al haber gente de muchas nacionalidades se encuentra comida de todo el mundo. No es extraño que en los restaurantes se ofrezcan platos “exóticos” como filetes de foca, de ballena o de reno. Ninguna de esa especies está en peligro de extinción en la región, por lo cual no hay restricciones para su consumo, que de todos modos no es preferido por los habitantes locales aunque sí por muchos turistas. Svalbard tiene su propia cerveza (y es muy rica), que se fabrica en Spitsbergen con cebada que proviene del continente.
El chofer del bus que lleva a los turistas de regreso hacia el aeropuerto, un hombre alto y corpulento de unos sesenta años, voz grave y dicción pausada, toma el micrófono y en un perfecto inglés despide a los turistas con estas palabras: “Buenos días. Como saben, estamos yendo hacia el aeropuerto. Supongo que tendrán una buena razón para irse. Donde sea que vayan, dos cosas son seguras: es más al sur, y es un lugar peor que éste. Crímenes y peligros los esperan. Como sea, les deseo que lleguen a salvo a casa. Buen viaje de regreso.”
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